Narella es una chica que está por terminar la carrera de Medicina en Psiquiatría, su único plan era graduarse como la mejor de su instituto.
Sin embargo, sus planes cambian por el camino cuando conoce a Marlon Redford, uno de los mejores doctores e...
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Jueves, 13 de Mayo de 1993
Me sentí aliviada al concluir el último examen del día. Ayer realicé uno, y hoy por la mañana realicé el penúltimo. Sí, solo me faltaba un examen: La Psicología Del Hombre.
Me puse de pie frente al profesor Bravo y le entregué las hojas del examen. Solo asintió con la cabeza y no dijo nada.
Había ocasiones en que el profesor se portaba de una manera irritante, queriéndome hacer el ridículo frente a mis compañeros, sobre todo cuando no lograba sus expectativas, como: dar un buen argumento de algún paciente que luego nos presentaba para poder identificar alguno trastorno que pudiera padecer tal paciente, o como también había veces en que el profesor sólo quería la definición de algún término en concreto tal como estaba escrito. En lugar de hacer lo propio, me limitaba a explicar, o a argumentar un poco más, y que no viera que yo me había memorizado aquel término.
Odiaba hacerlo, pues yo misma sentía que así no estaba adquiriendo ningún aprendizaje.
Y había ocasiones como éstas, que sólo me dedicaba un asentimiento de cabeza, o un atisbo de una sonrisa casi torcida. Y lo extraño era que lo hacía cuando no estaban mis compañeros. Había llegado a una conclusión algo extraña y ridícula, pensé: ¿le atraigo de algún modo que por eso reacciona de ese modo?
Tan pronto como lo pensé, lo deseché de la misma forma. Ese día que lo pensé por una vez, me regañé mentalmente.
Me di la vuelta al salir del salón, casi corriendo hasta que pude dar con las escaleras abajo. Saqué unas hojas de la mochila nueva que me compré esta mañana, había solo un apartado que había subrayado para corroborar el número del auditorio.
El Auditorio Freud, era justo ese el que debía dirigirme ya, para presenciar un seminario donde estarían varios profesores expertos de las grandes escuelas en toda América. Aunque traía puesto mis tacones bajos, no me estaba cansando en lo absoluto gracias al ejercicio.
Al llegar a la entrada, me detuve casi al instante al percibir a un compañero que había estado evitando desde que inició el último semestre.
─¡Narella!
Sonreí falsamente ante su saludo de mano entre los estudiantes.
─Fabrizio ─hice a un lado mi cabellera café ─. ¿Qué pasa?
─¿Vienes con Kathleen?
─No. Y no sé si ella va a estar aquí ─expliqué sin mostrar tanto mi molestia.
─Oh, es que me enteré de que ya no anda con Sean ─asomó una gran sonrisa ─. Quería apoyarla en su tristeza.