.
.
.
.
.
.
.
.
Viernes, 2 de Julio de 1993.Austria. Nuevo aire. Un nuevo comienzo estaba por iniciar en cuanto había descendido del avión.
Marcaban las nueve y media de la mañana cuando el avión aterrizó, me adentré al aeropuerto para recoger mis maletas y salí a la calle. La limusina que papá había rentado para mí estaba frente a la estructura del aeropuerto, donde la puerta del piloto se abrió y se dirigió a mí en un saludo amable y cordial. Le sonreí.
Al subir, miré la ciudad. Había investigado que este aeropuerto era el único que había aquí en Viena, por lo que me extrañó un poco, y me hizo preguntarme el porqué solo había uno en todo Viena. La limusina arrancó y nos fuimos de ahí.
Las últimas semanas del mes de junio pasé mi tiempo con Kathleen. Sean se encontraba mucho mejor, sus ánimos se habían elevado por el cielo, y eso hacia que mi prima se sintiera muy contenta al tenerlo junto a él. Cuando no estaba con ellos, Warren era mi compañía en aquellos lugares a los que me gustaba frecuentar en mis tiempos libres. No lo había pensado tanto, así que había dado el sí con mis acciones al dejar que Warren me conquistara como él mejor podía hacer conmigo. No me desagradaba, sinceramente hacía que el tiempo fuera más ameno, relajante y hasta divertido en mis dos semanas de vaciones antes de que me llegara la carta.
Arnold Foster, un viejo amigo de papá de hace años y Director del Hospital Universitario Foster me había mandado la carta como aviso de que debía presentarme en Viena cuanto antes de que iniciara la Residencia en Psiquiatría oficialmente. Al leerlo me puso tan feliz que sentí que los últimos tres días habían transcurrido de manera lenta.
Me había despedido de mi tía Ángela, pidiéndome que me cuidara, y que le llamara por su número o por teléfono de la mansión si yo necesitaba algo. Me despedí de Kathleen, mostrándome su tierna melancolía que se dibujaba en sus facciones cuando nos despedimos en el Aeropuerto de Chicago, me dijo que en Diciembre nos veríamos, pero que si sus tiempo le permitían, podía llamarme ya fuera en la madrugada, que no le importaba la hora. Sean me deseó la mejor de las suertes con un beso amistoso en la mejilla y un gran abrazo. Y papá, orgulloso y la vez triste porque me iba, me dijo que también me cuidara. Y que todo iba a salir bien, que fuera fuerte.
Eres una muchacha muy inteligente, hija.
Sonreí al recordarlo.
Volví al panorama real de mi vida al observar las calles en las que pasábamos con algo de movimiento por la gente que pasaba en las aceras. Habían variedades de tiendas como de ropa, de comida, de pan, de joyas y demás. Revisé la hora en mi reloj y eran las once con veintidós minutos de la mañana en Viena. En Chicago ya eran las cuatro con veintidós minutos de la mañana.
Fueron alrededor de dos horas de Schwechat para llegar a la Residencia Rudolfsheim-Funfhaus, que se encontraba ubicada en Döbling. Frente a la vista del conductor se abrió un panorama de la residencia privada. El zaguán negro de tres metros opacaba casi toda una calle. Uno de los guardias, que traía una corbata verde chillona se asomó desde la caseta, luego salió con un saludo hacia el conductor, hablando en alemán. Mi conductor, al no entenderlo, este habló en inglés:
─Buenos días, oficial. Vengo en nombre de Narella Avnet, para el departamento E3. Último piso.
El oficial me saludó y yo correspondí. Verificó los datos en sus papeles y por último asintió, dejándonos pasar.

ESTÁS LEYENDO
Concisamente Mío, Pero Eternamente Tuya
RomanceNarella es una chica que está por terminar la carrera de Medicina en Psiquiatría, su único plan era graduarse como la mejor de su instituto. Sin embargo, sus planes cambian por el camino cuando conoce a Marlon Redford, uno de los mejores doctores e...