16. Celos

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Martes 15 de Junio de 1993.

Las cosas estaban bien, o no del todo bien. Desde el jueves que había sucedido el terrible evento de la pelea entre Sean y Fabrizio -una vez más- había llegado el límite para Kathleen. Como bien lo había adivinado, después del sermón que le dio mi tía Ángela a mi angustiada prima, fue directo con mi papá para pedirle algún tipo de ultimátum en cuestión de Fabrizio. Mi papá aceptó primeramente escuchar a Kathleen, algo que siempre hacía mi papá antes de emitir alguna conclusión acerca de la situación que se encontraban las cosas. Pero ese día había sido la excepción en cuanto a lo último, ya que mi papá le informó a ella y a mi tía Ángela que Fabrizio se iría de regreso a Grosetto, a hacer su residencia. Y prácticamente su conclusión había sido que... no había nada más por hacer.

Y tenía la razón, porque estábamos a nada de graduarnos, que para ser exactos, faltaban tres días para la graduación de la Universidad, ¿qué caso había de expulsarlo de la escuela o algo de esa índole?

Pero lo peor que podía ser para Fabrizio luego de semejante escándalo en Eddie V'S Prime, era ése..., regresarlo a Grosetto y hacer su residencia médica en el área de anestesiología. Lo era por la razón de que Fabrizio quería hacer la residencia en el Hospital Avnet. Lo lamenté un poco cuando me enteré de la noticia, sin embargo, no podía hacer cambiar de opinión a mi papá, y mucho menos al señor Marcello. Y además, no era de mi incumbencia.

El domingo visité a Sean, y lo vi un poco mejor, no obstante, a comparación de Kathleen, mi amigo se veía mejor que ella. Kathleen estaba para gritar a los cuatro vientos de suma furia y desesperación.

Estuve alrededor de dos horas con ellos, y solamente me mantuve callada mientras oía como empezaban a discutir Sean y Kathleen. Él trataba de calmarla, porque decía que la culpa era entre él y Fabrizio, pero Kathleen no lo aceptaba. Decía que la culpa había sido suya.

Al terminar la visita, me despedí de Sean, donde en voz baja me dijo que me debía una disculpa por lo ocurrido en el restaurante. Le dije que no había problema, y le di un breve beso en su mejilla. Kathleen y yo nos fuimos a casa con el humor alto-bajo en cualquier sentido. Yo no estaba enojada, pero los días fueron pasando con rapidez que olvidé que tenía que adelantarle a mi ensayo del Dr. Redford.

Eran las cinco en punto de la tarde. Ese día Kathleen dijo que tenía que entregar solo un proyecto a la escuela que hacía valer unos cuatro puntos para la calificación final. Sean la convenció de ir y ella accedió al final.

Me fui en mi coche directo al hospital donde Sean estaba internado. La finalidad de mi visita era estar unos minutos con él, y quería hablar de algunas cosas que no había podido entender del todo. Llevaba las hojas de mi ensayo y sólo me faltaban unos temas por terminar para transcribirlo en la computadora que tenía en casa.

Me recibió la enfermera en cuanto me vio aparecer por la sala de espera. Me dijo que podía ver a Sean ya que la hora de visitas acababa de iniciar. Le di las gracias y me dirigió a la habitación de Sean.

Al entrar, él se hallaba leyendo un libro de la biografía de Arthur Schopenhauer. Aquello me hizo sonreír en cuanto él bajó el libro de su vista.

─¿Qué es lo que más te está llamando la atención del filósofo?

─Apenas cuenta que la lectura de Platón y Kant le orientaron sus intereses a la filosofía, y se trasladó de Polonia a Berlín para estudiar dos años ─me sonrió ─. Pero sé que tú vas más adelantada que yo.

Concisamente Mío, Pero Eternamente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora