4. How would that even work?

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Tercera noche de octubre. Denji llevaba un montón de comida empacada en su mochila de campamento. Había mentido desde panecillos rellenos de crema de maní hasta unos tomates que se robó del cultivo de su padre a escondidas. Se colgó la mochila en la espalda, y se miró al espejo.
Sabía que estaba listo.

—Mamá, me voy a casa de Aki. ¿Necesitas que haga algo antes de que me vaya?

Su madre salió de la cocina, limpiándose las manos sobre el mándil.
—¿Tan rápido éstas listo? ¿No olvidas nada de lo que necesitas? ¿Cepillo de dientes, pasta dental, colchoneta para dormir? —ella entrecerró los ojos—. Te veo algo pálido. ¿Seguro que todo está bien?

Él asintió; su espalda se puso helada.
—Sólo... Hace mucho tiempo que no tengo una pijamada con mi viejo mejor amigo. Es más que obvio que me siento un poco nervioso. ¿Está mal?

La mujer colocó sus manos sobre sus caderas, pensativa.
—No, sólo es curioso... En fin, confío en ti. Sé que eres responsable, aunque un poco impulsivo. Así que por favor, quiero que seas cuidadoso y no estés mintiéndome —le señaló con el dedo índice—. Si te metes en problemas, juro que te colgaré de tu ropa interior en el porche de la casa. 

Denji se rió y asintió.
—Sí, sí... Ya lo sé mamá. Sé que no quieres que tu niñito se meta en problemas ni te avergüence.

—No me avergüenzas, sólo que no crié a un mal portado —se acercó, le tomó del mentón y le dió un amoroso beso en la frente—. Cuídate, por favor. ¿Sí?

—¡Ya te dije que sí, mamá! —se puso rojo como un tomate—. ¡Se me hace tarde, y Aki se molestará! ¡Adiós! 

Se soltó del agarre de su madre, corrió a la puerta principal y cerró de un portazo. La mujer se quedó perleja ante la rapidez de su hijo por divertirse.
—Ojalá fuera así de desesperado por aprender inglés.

Regresó a la cocina. Las patatas se estaban quemando en el sartén.

...

Denji sentía unas inmensas ganas de bailar en medio de la calle. Todo le estaba resultando muy acorde a su plan. ¿De qué se trataba todo ésto? Aunque era complicado de creer y explicar, él sabía que era una realidad total: se había encontrado con la chica misteriosa del viejo parque Hikishobi. Se la había topado tantas veces que no podía evitar sentirse atraído por el bellísimo fantasma... Su piel delicada, sus ojos tan pasionales y vivos, y su cabello tan suave y etéreo... 

Él le había prometido que se quedaría con ella durante una noche entera. 
Pero su promesa iba más allá de un vínculo simple y pasajero; quería de verdad estar con ella. Sentir su presencia mucho más cerca, saber que estaba con ella. Reafirmar su propia existencia a su lado.
Si algo podía ofrecer Denji, era su presencia imposible e inquebrantable. 

Cuando llegó al parque, se fue hasta el final del pequeño parque. Se encontró con muchísimas familias  y parejas acampando en el mismo lugar. Lo de Aki había sido una tremenda mentira, pues sabía que su madre no le permitiría salir solo a un lugar tan oscuro y lleno de personas desconocidas.
Dejó caer la mochila llena de comida que compró con su mesada, la tienda de acampar, y sus nervios hasta la boca del estómago. Explotó el escalofrío en su pecho, y le pegó hasta la punta de los miembros. 

Inhaló.

Suspiró.

Colocó todo en su lugar. Dejó una manta en el suelo, y acomodó la comida de forma que se viera apetitosa. 
Otra vez se dijo lo mismo; estaba listo para hacer lo que tenía qué hacer.

Silvó el llamado.
Ya no había marcha atrás...

Se giró sobre sí mismo, y ahí estaba ella, oculta tras de un árbol. Todo su cuerpo estaba cubierto de blancas y pulcras partículas de luz blanca. Tenía una mirada ensoñada y cansada, por haber dormido todo el día en espera de Denji.
Se frotó los ojos.

—Así que sí viniste...

—¡Te lo prometí! —sonrió Denji, mostrando todos sus dientes—. Sabía que ibas a estar dormida, así que traje un poco de comida para que puedas despertarte... ¡Toma asiento, ten confianza!

El fantasma rió. Su voz hacía eco; se perdía en la poca densidad de su cuerpo.
Su vacío.

—Eres muy amable —se sentó sobre la manta y la acarició—. Es suave, ¿cómo se llama toda ésta comida?

—B-bueno... Sólo he traído cosas que pensé que te gustarían. Como siempre te encontré comiendo dulces en el parque, creí que un par de panecillos y golosinas te darían apetito. También traje un par de tomates —él se sentó también—. Los corté yo mismo del jardín de mi familia.

La chica tomó uno y se lo metió a la boca. Lo mordió e hizo una mueca. Parecía haber estado ácido.
—Ahhhhh... ¡No es dulce!

—¿Qué? Pero si está rojo... Dámelo, lo probaré —Denji se lo quitó de las manos y se lo comió. En efecto, el fruto estaba ácido. Lo escupió sobre el suelo, y lo cubrió con un poco de tierra—. Lamento que hayas visto una escena tan asquerosa. Al menos ahora tendrás un montón de tomates qué cuidar cuando crezca.

—Yo misma me encargaré de regarla. Sé que sus tomates serán dulces porque tú los has plantado —sonrió.

Denji sintió el pecho subir y bajar; al calor aumentar sobre su cuerpo conforme el momento se veía más y más cerca. Las imágenes eran claras, sus sentimientos también eran claros. Estaba a punto de cometer una locura que tal vez podría costarle la felicidad entera por muchísimo tiempo, pero bien sabía que el que no arriesgaba, nada iba a ganar.

—¿Por qué crees que el cielo esté más despejado hoy?

—Tal vez es porque en ésta parte de la ciudad casi no hay autos. Además de éso, creo que es genial que la contaminación no haya llegado tan lejos.

El fantasma tomó un bollo relleno de mantequilla de maní.
—¿Usar un auto es divertido? Siempre me lo he preguntado. Aquí solo puedo ver unos vehículos de cuatro ruedas que no tienen puertas. Los dueños del parque siempre son los que están dando rondines durante el día en ellos.

—Son parecidos, más no iguales. Esos autos no pueden alcanzar velocidades tan rápidas.

—¿Hay autos más rápidos?

—¡Incluso hay carreras de ellos! Y el ganador se lleva el primer lugar, un premio millonario y una chica guapa.

—Si no estuviera muerta, estoy segura de que me encantaría intentar manejar un auto de esos. Tal vez me ganaría una chica también.

Se rieron al unísono, haciéndole eco en la cabeza y en el corazón a Denji, que casi parecian su tan ansiada pareja perfecta. Pero algo estaba claro, ella no existía en su totalidad. No era una persona, sin embargo, tampoco era un espectro espeluznante al que nadie pudiera no acostumbrarse. Eso le caía como un gigantesco balde de agua helada sobre los hombros, empapando hasta la última posibilidad que le quedara dando patadas de ahogado.
Era claro que se había enamorado, ¿quién no lo habría hecho? Si todo lo que el espectro ofrecia con su sola presencia y aparición opacaba a cualquier humana a quien él pudiera compararla. Ella sabía cosas que él no, era tan alegre como él. Se querían, y el querer está siempre a un paso del amar sin condiciones.

Denji miró la comida por un segundo. Sentía hambre, pero los nervios eran más fuertes. Si probaba bocado, estaba seguro de que vomitaría.
Tampoco tenía que preocuparse tanto, pues el fantasma había visto como babeaba por un par de tomates agrios.

—¿Te conté alguna vez como morí?

—¿Lo sabes ya?

—Siempre lo supe, pero no me he querido ir de aquí. Siento que aún tengo algunas cosas qué hacer antes de desaparecer.

Otro golpe más al rostro para Denji. Ese comentario le puso la piel de gallina.

—¿Ya sabes cuáles son? —tragó saliva—. ¿E-estás segura de que quieres cruzar al otro lugar?

—No creo que haya algo más que pueda hacer un fantasma como yo aquí. Me quedo con la suerte, por ahora, de que puedas verme. Casi nadie puede permanecer en ése estado de inocencia.

—Pfff... ¿Inocente? ¿Yo? ¡No me vengas con éso! —se rió—. Yo sé que no soy inocente, sólo tengo un muy buen don para percibir cosas.

—¿Me has llamado cosa? ¡Bastardo! —ella le lanzó unos trozos de comida, haciendo que Denji se curbriera y riera a carcajadas. Al ver que no se detuvo ante su clamor por ayuda, Denji se descubrió el rostro y le tomó por la muñeca. El ente lo miró encaprichado.

—¿Crees que es graciosa mi condición?

—¡Vamos! No te he dicho nada malo, sólo fue una broma. Ya, está bien... Hagamos como que no dije nada al respecto. 

—Dices cosas muy estúpidas a veces.

—Las digo cuando no sé qué decir.

Ambos se miraron sin decir nada.

—Me suicidé en éste parque hace ya muchos años. Estaba harta de mi vida, de mis días... Dolida y cansada. No esperaba terminar en éste limbo tan abrumador... ¿Por qué sería yo una simple cosa extraña? Sé que no es normal, sólo... Duele.

Denji se quedó perplejo. ¿Qué había dicho?

—¿Qué... ? Pero... Espera, ¿qué?

—Es mejor que te lo diga así de directo a dar indicios breves, ¿no lo crees?

—¿Por qué... ? Pero... No, yo...

—Hubieron cosas que no controlé, Denji. Y al no poder controlarlas, todo se infectó. Ésas cosas pasan, yo lo entendí hasta hace poco. Al principio me sorprendí como tú. No pude creer que yo de verdad fui capaz de haber terminado con todo. Si me dieran la oportunidad de volver a vivir, la tomaría. Lo haría sin pensarlo una sola vez... Me prometería no estar sola.

Mientras el fantasma hablaba, Denji tenía un nudo hecho dentro de su cuerpo. Justo en medio de las costillas, había todo se había acumulado. Parpadeó dos veces, y dos finas gotitas cayeron por sus mejillas hasta estamparse contra su pantalón.
Él no quiso verse así, entonces se cubrió el rostro con ambas manos para que ella no lo mirara llorar. 

¿Por qué alguien tan hermoso había sufrido tanto?

¿Por qué ella?

¿Por qué ella y no alguien más?

El eco de la voz cesó por un instante. Denji se descubrió los ojos y lo primero que vió fue el rostro más de cerca de la mujer que tanto amaba. Ella le tomaba de las manos, y la sensación era como la de un montón de plumas.
Cosquillas infinitias hasta los huesos; hasta donde comienza el amor.

—Tranquilo... Yo estoy aquí, y sé que podré volver a vivir. Lo que me sucedió no es tu culpa —sonrió—. Lo sabemos ambos. ¿Verdad?

Denji asintió.
Quiso hablar, solo que terminó balbuceando algo que ella no comprendió.

Giró la cabeza, con el ceño fruncido.

—¿Qué has dicho?

—Yo... No sé si deba decirlo pero... —inhaló aire, atragantándose—. Te amo, y sé que ésto no va a funcionar. Tu quieres vivir, y yo quisiera que estuvieras conmigo eternamente. ¿Por qué lo hiciste... ? ¿Por qué no me esperaste a mí?

El fantasma no se sintió atacado, por más increíble que pudiera parecer.
Ella sabía cosas que Denji no.

—Mi destino ha sido cumplir mis sueños contigo. 

La frente de Denji se tensó con fuerza, y una pequeña vena se marcó en su frente mientras lloraba.
Dolía, quemaba... Todo le ardia. Quería arracarse la piel.

—¿Y sabes cuál fue una de las cosas que tengo pendientes en éste limbo, antes de partir?

Él siguió llorando, sin consuelo alguno.
La voz fantasmal volvió a tomar la palabra.

—Mi primer beso.

Sin pensar ni chistar, no hubo meditación previa para que ambos labios se juntaran en un beso que acercaba a la vida con la muerte. Las plumas con la piel, el frío viento con el calor corporal, el amor eterno con el amor pasajero. 
Y así como el beso se fue volviendo más cercano, la piel traslúcida de ella fue perdiendo poco a poco su brillo. Un sueño cumplido, un paso más cerca de su posible paraíso.

Fictober: Denji x Power [Chainsaw Man ; au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora