Prólogo

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- Un placer tenerlos a todos aquí hoy, disfrutamos muchísimo de su presentación y sobre todo de su talento. Somos conscientes del potencial que tienen y eso hace difícil nuestra elección- un mar de aplusos hicieron que el director de la compañía se detuviera en sus palabras- Sin más preámbulos les pedimos a los participantes que tienen los números siguientes que por favor, den un paso al frente... 5; 8;46 y 24. Muchas felicidades, ustedes son los elegidos.

El 2, ese era mi número, esperaba ansiosa la palabra que iba a definir mi futuro, anhelaba pasar a la segunda ronda, tenía la seguridad que así sería... Pero no fue, no fue. Cuando el director dió la espalda mi sueño se fue con él, me arrebató el alma, la vida; porque eso era bailar para mi, lo era todo.
- Lina no llores más por favor, mira.. ¡Lina por Dios mírame!
Mili no sabía que más decir para que dejara de llorar, apenas podía escuchar sus palabras, solo pensaba en lo que iba a ser de mi futuro, ¿ a qué me iba a dedicar?
- ¡Lina te estoy hablando! y si no te paras ahora mismo te voy a alzar en mi hombro y te voy a llevar cargada; así que dame tu mano y vamos.
- No puedo, no puedo moverme, mi cuerpo no responde....no...- en el fondo sabía que si no hacía lo que Mili ordenaba era capaz de cumplir lo que amenazaba, pero verdaderamente no podía; las lágrimas salieron sin frenos de mis ojos.
- ¡A ver preciosa!¿Qué quieres?¿Pasarte así toda la vida? Llorando y compadeciendote de ti misma ¿Eh?¿Dejando pasar tu juventud sufriendo por lo que no pudo ser?¡Nooo! Me opongo rotundamente a esa idea, te vas a levantar y te vas conmigo a mi casa. ¡Ahora!
Mili tenía eso, estaba cada vez que necesitaba un hombro para llorar o un pie para reír, como dice ella. Es la hermana que no nació del vientre de mi mami, ni se formó del espermatozoide de mi papá.
- Vamos, levántate
- ¿Qué va a ser de mi vida Mili?
- No se que será lo que el destino te tenga preparado- dijo, mientras que con una dulzura maternal acariciaba mi cabello- pero sé, que Dios nunca pone en nuestros hombros un peso que no seamos capaces de soportar.- me dió un beso en la frente, tomó mi mano y empezamos a andar calle arriba.

Mientras caminaba, lentamente di un último vistazo al local donde pasaba más tiempo que en mi casa, sequé las lágrimas de mis ojos y con la cabeza erguida dije adiós. Volví la mirada al frente y solo me preocupé por poner un pie delante del otro.

¿Qué quieres de mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora