¡Tac!
Era el sonido de los vasos al ponerlos en la mesa; llevábamos 3 rondas cuando decidí parar de tomar.
- Mili, este es el último- y sentía como el líquido ardiente encendía mi garganta.
- Lo mismo dijiste con el primero- respondió Mili con una sonrisa pícara.
- Pero ahora no quiero más.
- Ok. Vale. Mañana es día de trabajo
- Por cierto, no me has hablado de tu nuevo proyecto- entre las tantas características de Mili estaba que, cuando hacía algún proyecto que la apasionaba, no paraba de hablar de ello hasta que no lo entregara.
- Es bastante aburrido, pero me gusta; por ahora no puedo dar detalles, cuando termine serás la primera en verlo- eso significaba que no le interesaba para nada.
- Bueno brindemos por eso- y llevamos nuestros vasos al aire.
¡¡Shin shin!!
De momento se escucharon unas voces por encima de la música. Volteamos la cabeza y vimos a un par de muchachos discutiendo casi en la puerta del establecimiento. Desde donde estábamos no se decifraba bien lo que decían, pero la escena parecía que estaba montada para una pareja; o más bien una pareja y el amante; o eso era lo que quería Mili que creyera. Según ella, era una escena de celos en un triángulo amoroso.
Las cosas se fueron saliendo de control, de discusiones y cotorreos pasaron a los puños y esa fue la señal para que Mili y yo abandonaramos el lugar. Tratamos de" irnos por la tangente" y creo que fue la peor decisión. Al tratar de salir por la puerta, uno de los muchachos le dió un golpe al otro y este cayó encima de Mili y esta se dió contra la mesa. Cuando la fui a socorrer un hilo de sangre brotaba de un poco más abajo del ángulo del ojo. Ella quedó mareada por el impacto, asique le di una que otra sacudida en las mejillas para que reaccionara. Cuando al fin se centró en mí y logré revisarla bien, vi que necesitaba 3 puntadas para detener el sangramiento que iba aumentando.
Inmediatamente le indiqué que debíamos ir al médico y sin preámbulos nos dirigimos en dirección a la clínica. Como aún estaba perturbada por lo ocurrido, saqué las llaves de su bolso y me dispuse a conducir yo. Rápido nos montamos en el Nissan de mi amiga y puse el pie en el acelerador.
No sé por qué lo hice; pero cuando me di cuenta estaba estacionando en las afueras del Saint José, mi Saint José. Era como volver a casa; pues llegamos a la clínica donde decidí que la medicina y yo no íbamos a estar juntas. Al pasar la puerta delantera fue como sentir los besos de un amante, me estremecí de pies a cabeza y sentí como se erizaba mi piel. Al voltearme hacia la admisión vi a la enfermera Clara; que sin dudarlo se apresuró a mi encuentro y me dió el más familiar de los saludos. Dos besos sonoros retumbaron en mis oídos.
- ¿Cómo has estado?- preguntó mientras me observaba.
- Bien- dije sin pensarlo 2 veces con la sonrisa que me caracterizaba. Al mirar a mi acompañante entendió la razón por la que estábamos allí y rápido nos llevó para una cama.
Al dirigirme al lugar, miraba todo a mi alrededor, era como que me llenaba estar en aquel sitio.
Nuestro médico llegó al instante. Se veia muy joven y temeroso; me recordó a mí cuando estaba en formación, pero evidentemente el tenía un poco de experiencia más que yo. Para transmitirle seguridad me acerqué y le dije que todo iba a estar bien. El me miró algo desconcertado pues no entendía por qué decía eso. A su respuesta le señale las manos y ambos vimos como temblaban. El sonrió de medio lado, respiró profundo y comenzó a prepar todo el instrumental para suturar el rostro de la paciente. Mientras miraba con atención lo que hacía el joven, sentí unos ojos penetrantes sobre mi espalda. Desde el cubículo de enfrente, una mirada para nada discreta escrutiñaba cada uno de los movimientos del casi colega. ¿El dueño de esos negros? Un hombre de apenas 30 años. No entendí por qué el muchacho era el objetivo de su visión. Sin querer, nuestras miradas se cruzaron por una fracción de segundo pero la queja de dolor de Mili me hizo volverme hacia ella. Me miraba con ojos suplicantes y enseguida entendí lo que quería. Tomé un profundo suspiro y le conté someramente al joven mi incursión en la medicina, por lo que no se negó al pedido que posteriormente hice.
No lo podía creer después de 2 años iba a tratar a un paciente. Sé que no era la gran cosa, pero iba a curar a alguien. Y sin temores ni dudas, comencé mi obra de arte.
-Ni un sastre pudo hacerlo mejor- dijo maravillado el joven médico por la precisión de mi trabajo.
-Gracias- dije satisfecha- se me daba bien cuando lo hacía.
Mili sacó el teléfono e hizo que todos nos tomaranos una selfie para inmortalizar el momento. Pero eso no le bastó, publicó la foto en Instagram con el hashtag #miamigaeslamejor. Evidentemente ya estaba bien, aunque lo que tenía no era nada grave. Ya era hora de marcharnos, pero recordé los ojos provenientes del otro lado del pasillo, que no voy a mentir, me tenían intrigada. Su mirada era serena y segura. Sus profundos ojos negros hacían combinación con su cabello y su sudadera. Su piel blanca, la cual pude constatar por sus manos; pues lucía unos jeans negros que no dejaba nada al descubierto. Medía alrededor de 1.80m y anque no estaba musculoso, su cuerpo estaba bien definido, o sea, se veia que cuidaba de el. Su cabello estaba desorganizado y aunque trataba de acomodarlo con sus dedos, no lo logró en ningún momento.
Desde donde yo estaba vi que acompañaba a una señora mayor ; quizás su mamá o alguna tía. Le resté importancia. En ese momento me di cuenta de como el médico lo miraba como buscando aceptación y este se la daba. Al minuto estaba de camino a nosotras. Pasó por mi lado y sin siquiera mirarme se dirigió a Mili y dijo:
-Bonita costura- Mili sonrió con malicia y con el rabillo del ojo me miraba, pero como ella no puede estar con la boca cerrada...
- Mi amiga es muy buena - el volteó la cabeza y con una sonrisa poco reveladora, asintió a forma de saludo. - Mucho gusto, mi nombre es Sam- dijo mientras me ofrecía su mano.
- Lina- dije sin ninguna expresión en el rostro, correspondiendo a su saludo.
- Y la que tiene la cara rota , o sea yo- se señalaba mientras hablaba- soy Mili. Todos reímos en la habitación.
- Bueno un placer conocerlos, pero nosotras tenemos que volver.
Mili se paró de la cama y nos pusimos en marcha. Cuando salimos de emergencias me di cuenta que no pregunté el nombre del médico asi qué volví a preguntarle y fue cuando escuché que el observador decía al observado:
-¡Qué no vuelva a ocurrir Thomas!
Ahí mismo me detuve y di media vuelta. ¿Qué habrá sido eso? Pensé para mis adentros y volví hasta donde estaba mi amiga.
-¿Qué fuiste a hacer?
- Pensé que había olvidado el móvil, pero aquí está- le mostré mi teléfono- Vamos.
En el trayecto hacia el parqueo, Mili no paraba de decir que sería una linda cicatriz y que cada vez que la viera, iba a recordar que cuando alguien se fuera a los puños, ella tenía que ir en dirección opuesta. ¡Qué ocurrencias tenía la muy bendita!
A ella la conozco desde la preparatoria, y desde entonces hemos sido amigas. Por aquellos tiempos era muy tímida e insegura, pero la universidad la convirtió en la mujer que es ahora. Es una muchacha muy guapa, tiene los ojos verdes, cabello largo y mide casi 6 pies y...
-¿Lina? ¡Lina! Pero mujer cuánto tiempo.
-¡Alfred!- enseguida nos abarzamos. No lo podía creer, después de 2 años volvía a ver a mi gran compañero. Estaba un poco más gordo, pero seguía tierno y hermoso. Traía su bata blanca, ya no era el joven Alfred se había convertido en el doctor Fernández.
-¡Hay Lina! -exclamaba mientras me atraia nuevamente a su pecho.
Cuando reaccionó de dónde era que estábamos, me separó de él con urgencia y con una mirada examinadora me miró de abajo a arriba
-¿Estás bien?¿ Te pasa algo ?¿ Te duele alguna parte?- buscaba un indicio que justificara mi presencia allí.
- No no, tranquilo, estoy bien y entera.
- La que no estaba bien era yo pero como sólo tienes ojos para Lina... si te hubieras detenido a mirarme te hubieses percatado de que tengo la cara rota.
- Oh Mili, lo siento tanto, no te había visto- luego de la disculpa le sonó par de besos. - ¿Estás bien? ¿En qué lio se habeis metido?
- Tranquilo cerebrito, no somos unas arrabaleras. Lo que literalmente estaba a la hora y lugar equivocado y pagué las consecuencias.
-Lástima volver a verte en esta situación- su mirada se volvió nuevamente a mí.
Sabía a lo que se refería, después de lo ocurrido no quise saber más nada de nadie que me recordara al hospital.
- ¿Y que ha sido de tu vida?- su pregunta verdaderamente albergaba interés.
- Han pasado muchas cosas desde que me fui- le contesté- pero estoy bien, sigo siendo la misma muchacha que conociste.
- Me parece que no quieres darme detalles de tu vida y esa me parece la excusa perfecta para volverte a ver, porque me vas a deber una conversación para ponernos al día.Toma- dijo mientras sacaba de su bolsillo una tarjeta- Este es mi número, sé que quizás lo conservas, pero ahora no tienes excusas para no llamarme. Háblame si necesitas algo o si alguna vez vuelves por aquí.
- Espero que no - dijo Mili haciendo cruces con los dedos.
- Yo espero que si vuelvas y no precisamente como paciente.
Enseguida comprendí el comentario de Alfred.
-Está bien.
-Siempre es bueno volver a verte. ¡Ah! hiciste muy buen trabajo en el rostro de Mili.
-¿Y cómo sabes que fui yo?
Porque te vi formarte, porque tienes un sello particular y porque sé que estás hecha para esto. Recuerda que si alguna vez caigo enfermo quiero que sea en tus manos - dijo mientras se alejaba de mi.
-Está bien - ojalá que no, pensé para mis adentros.
Al montarnos en el carro me quedé quieta mirando al timón. No lo puedo negar, me encanta la medicina, me gusta aliviar dolores y sentirme útil. Mi amiga parece que me leyó el pensamiento, puso su mano sobre la mia y expresó:
- En estos momentos tu vida es un desastre. Necesitas un orden y centrarte. Vuleve a lo que te gusta, se feliz.
- No me presiones Mili, si lo quiero hacer bien, no puedo apresurarme.
Voy para la casa, es hora de regresar.
Encendí el auto y nos marchamos. Fuimos hasta la casa de Mili y recogí mis cosas.
-El auto es tuyo por ahora- Mili ya estaba bien, pero no quería abusar más de la noche, asique me prestó su auto - qué Dios te cuide de camino a casa.
- Gracias. Descansa.Cuando mamá sintió el auto salió a la puerta a esperarme y sin decirnos nada solo nos abrazamos y lloré una vez más sobre su hombro.
-Dios ya trazó tu camino, solo tienes que seguirlo - me besó la frente y entramos.
Mili ya se había encargado de contarle a mamá lo sucedido. Papá y mi hermana dormían, asique entré en el menor silencio. Seguí hasta el baño y bajo el agua caliente de la ducha intenté ponerle orden a mis pensamientos.
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¿Qué quieres de mi?
RomanceLina es una joven que tras una decepción, le da sentido a su vida retomando una causa que pensaba perdida, la causa más humana: salvar vidas. El médico que tiene la responsabilidad de formarla no va a ser más que un conocido que le agradó mucho. En...