La medicina

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-Miliiiii ¡Por amor de Dios! ¿Qué es ese estruendo?- salí de la habitación con un fuerte dolor de cabeza - ¿Mili?¿Estás ahí?
- Estoy aquí- dijo mientras salía de un salto de abajo de la mesa
- Buen susto me has pegado, ¿se puede saber que estás haciendo?
- Mamá se fue bien temprano a trabajar y no tenemos desayuno, asique hago jugo para nosotras. Siéntate,- y me señaló la silla que estaba frente a ella- ahora mismo lo preparo. ¿Te duele la cabeza?- comentó al observar que con ahínco frotaba ambas sien.
-¿ Se nota?- con gesto satisfactorio asintió- Por cierto ¿qué hacías bajo la mesa?
- Sabes que solo sirvo para el diseño y la cocina se me da pésima. Es la quinta vez que se me cae el cuchillo - dijo mientras me señalaba el lugar donde anteriormente estaba el utensilio - ¿Cómo te sientes?
- Decepcionada.
- Lina, mi angel, ese no es el fin del mundo. Solo debes ver lo que tienes en frente.
- Gracias por dejarme pasar la noche aquí, si me hubiera quedado en casa, todavía estuviera llorando. ¡Hay Milo!,- le digo mientras escondo mi rostro entre las manos- esa era la oportunidad perfecta. Sabes que bailar se convirtió en mi escape, en la forma de expresar alegría, dolor; era mi forma de gritar cuando no quería que alguien me escuchara. Entrar en esa compañía me iba a permitir hacer lo que me gusta y además iba a ganar buen dinero.
- Yo sé todo eso, recuerda que conozco bien tu historia- en su mirada había duda y trataba de buscar mi aprobación para la siguiente pregunta.-¿Y la medicina?
- La medicina...Hace rato deseché esa idea. Recordar la amarga experiencia que me hizo dejar la universidad, me hace cuestionarme si de verdad estaba hecha para eso.
En ese momento mi mente viajó al día en que cerré la puerta de los discípulos de Esculapio.

Recuerdo todo como si fuera hoy; salí de casa con mi juego amarillo y mi mochila roja, la mochila de la buena surte, mamá le dice así porque cada vez que la uso encuentro algo que me entretiene y se vuelve el centro de mi atención. En ocasiones han sido libros, cachorritos o simplemente algún cactus cuyo tipo aún no colecciono; pero mamá tenía razón, siempre llegaba a casa con algo novedoso en mi mochila.
- Ve con Dios mi amor, que este sea un buen día para ti y que salves muchas vidas- besó mi mejilla y antes de despedirnos en la puerta me miró:
- Estamos muy orgullosos de ti, de lo buena que eres como médico.
- Mamá, aún falta unos meses para terminar.
Ella tomó mi mano la apretó fuerte y susurró:
-En la vida no se trata de conquistar un título es saber aplicar nuestros saberes- nos abrazamos fuerte y partí hacia la clínica en la que terminaba el último semestre de mi carrera.
Luego de 20 minutos, por fin llegué, allí estaba Alfred, como de costumbre, esperándome con un café bien cargado.
- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Cómo amanece mi doctora favorita?
- ¡Hay Alfred! Tú y tus salamerias, nunca vas a parar verdad?
- ¿Parar?... No. No estoy haciendo nada malo, solo me encargo de recordarte que eres mi doctora favorita, por lo que si mi vida está en riesgo algún día la voy a poner en tus manos sin pensarlo- siempre usaba su tono dramático cuando hablaba del tema.
- Deja de apretarme los mofletes que no me gusta- y salí a caminar rápido para escapar de sus molestos apretones.
- ¡Lina, espera!- gritaba mientras salía a caminar detrás de mi- Espérame que sabes que amo entrar a la clínica contigo, me hace parecer importante y sé que muchos me envidian al verme a tu lado. ¡Ah!, por cierto, hoy estás preciosa.
Una risita se escapó de mis labios al oir aquel cumplido. Dicen que el amarillo me sienta bien, creo que si. Aparte no es que sea poco agraciada, mis ojos son café, mi pelo castaño y rizo y la piel clara, por ese lado heredé el fenotipo de papá, una morena pura. Por otro lado no cuento con un busto voluminoso, sin embargo fui bendecida con unas buenas caderas y un buen trasero que equilibra mi falta de "parachoques".
-Gracias, la verdad, tu no tienes remedio.
Mientras llegábamos al piso que se nos había asignado; miraba a Alfred y recordaba los primeros años de estudio. Ahí fue donde lo conocí, era el más listo de la clase, el primero en llegar y muy estudioso. Siempre tenía miles de preguntas para los profesores y yo lo observaba maravillada por aquella dedicación. Poco a poco nos fuimos acercando y nos hicimos amigos.

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