¿Y ahora?

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Me desperté y otra vez estaba sola. ¿Será que duermo con un cobarde que teme dar la cara ? ¿O es un hombre lobo que desaparece en las noches y amanece desorientado en algún lugar? ¡Hay Lina, estás muy loca! Esas ideas que tienes...El vestido que traía anoche estaba acomodado en una silla en el dormitorio, lo tomé y me lo puse. Era hora de volver a casa; esta vez no iba a llamar a Mili para ...¡Mili! Hay no , lo había olvidado. Ella quedó conmigo que cuando saliera del trabajo nos íbamos a encontrar en la fiesta y yo me marché.! Hay por Dios! Mejor voy a su casa, aunque si me ve vestida así, sabrá que no dormí en la mía. No no, mejor voy para mi casa y me cambio de ropa. Cuando me dirigía hacia la puerta la voz de Sam me sorprendió:
- Buenos días.
- ¡Hay padre santo que susto me has pegado! Buenos días.
- ¿Ya te vas?
- Pensé que no estabas y no me iba a quedar aquí sola.
- Desperté temprano y fui a buscar desayuno. Ten - me ofreció un vaso con chocolate caliente a la vez que me invitaba a sentarme.
- Gracias.-respondí a tan amble gesto.
- Ayer estabas lindísima, bueno sigues lindísima.
- Tu también estabas muy guapo.
Comenzamos a desayunar mirándonos todo el rato. La tensión que había no nos dejaba emitir ningún sonido.
- ¿Vas para tu casa? Te puedo llevar. Anoche lo prometí.
- No me digas, eres de los que cumple sus promesas.
- Siempre trato.
-Está bien, me puedes llevar.
-Deja cambiar mi camiseta y nos vamos. Termínate todo el desayuno, ya vuelvo.
-Entendido fuerte y claro.
Cuando íbamos de salida nos topamos con una vecina de Sam. Es de este tipo de vecinas que tenemos muchos, que no se pierden detalles de lo que hacen los otros vecinos.
- ¡Oh Sam! ¿Qué tal?
- Hola Celeste, ¿cómo estás?
- Bien y ¿tú como sigues?
- Estoy bien, gracias.
- Deja que te presente a Lina, ella es una amiga.
- Una amiga muy guapa -le mencionó a Sam mientras nos saludábamos.
- Lo sé - y junto con sus palabras , sus ojos se volvieron a mí.
-Bueno los dejo para que sigan, tienen que aprovechar los fines de semanas para que descansen .Hasta luego -y entró a su casa.
-Hasta luego.
Cuando nos montamos en el auto tuve la curiosidad de saber lo que iba a hacer Sam en su día de descanso.
-¿Tienes planes para hoy?
-Claro, veré películas y estudiaré un poco. En la vida del médico siempre hay que dejar espacio para el estudio. Decidimos dedicarnos a algo que va en espiral y nunca para.
-Tienes razón.
Este hombre me va a enfermar de los nervios, es tan impredecible. De camino a casa lo miro de reojo y no puedo creer lo que pasó anoche. Después de una bofetada y de que prácticamente me obligara a marcharme con él, experimenté una noche de placer inolvidable.
Al dejarme en casa bajé rápido del auto para evitar un momento incómodo. Las cosas habían surgido de una manera muy extraña y cualquier comentario podría forzar algo.
- Nos vemos y gracias por traerme.
- Cuando quieras preciosa.
Al llegar, no pude dejar de pensar en él y en la noche que me había dado. Era un amante excepcional. Se portó como todo un caballero y mientras veíamos la película no dejó de abrazarme, ni de preocuparse por mi calor. A la hora de dormir me acurruqué en su pecho, él me abrazó y besó mi cabello. Como podía ser que fuera tan....tan él. Era indescifrable. Pero lo peor era que me gustaba. Me gustaba Sam, no solo físicamente me atraía, sino que era un hombre de los que enganchaba. No sabía a donde iba a llegar esto, pero había que establecer los límites. Una vez me dijeron que lo empieza bien acaba mal y lo que empieza mal acaba peor; no quiero probar eso de que empiece peor para que acabe bien.
Era hora de que dejara de pensar en Sam y me concentrara en lo que iba a decirle a mi amiga, tenía que ir a verla porque le debía una disculpa.
-¿Te marchas?-mamá me interceptó cuando iba de salida.
-Voy a ver a Mili
-¿Pero no vienes de allá?
Seguro asumió que había pasado la noche en casa de mi amiga y ahora no era momento de contarle que había estado con el especialista encargado de mí. No soy de tener secretos, pero no había nada que contar, lo de Sam había sido una noche maravillosa, no más.
-Si, pero tengo que volver. Hicimos planes para el almuerzo.- la besé y salí corriendo para evitar mentirle si seguía haciendo preguntas.
Cuando Mili me abrió la puerta de su casa supe que no estaba molesta conmigo. Su sonrisa estridente y su cara de alegría eran muestras de que ella tenía que contar más que yo.
- ¡Hola!
- ¡Lina, hola! Ven, sigue. ¿Qué te trae por aquí después de dejarme sola en la fiesta de anoche?
- Lo siento mucho Mili, es que se me presentó un pequeño inconveniente y tuve que marcharme.
- No importa, que no estuvieras fue lo mejor, así pude conocer a un médico que me subió la temperatura y la tensión arterial toda la noche.
- ¡Mujer! ¿Qué cosas dices?
- Lo que oyes
- ¿Pero como pasó? ¿Quién es?
- Quieres saber mucho pero yo ahora no tengo tiempo para contarte. Sólo te diré que la pasé súper. Ahora ayúdame a arreglarme que unos clientes me esperan.
- Está bien-y la ayudé a arreglarse.
Mili había quedado preciosa, era una mujer muy vistosa y no porque sea mi amiga, pero casi todo le queda bien. Mientras la ayudaba intenté sacarle quien era el médico que le había alterado los signos vitales pero no me quiso decir.
Salimos al mismo tiempo de su casa, yo fui a la mía y ella a su compromiso.
Al llegar a mi hogar me puse a ver la tele con Alice y a conversar un poco con ella. Hacía rato que no lo hacíamos Ella es mi única hermana y siempre hemos sido muy unidas. Es una muchacha linda e inteligente. Aún no se decide por una carrera para cuando termine el bachillerato, yo solo pido que sea una persona de bien. Lo que si tiene algo claro y es que no quiere ser médico.
Ringggg
Mi teléfono sonó y era un número desconocido.
-Dime
-¿Lina? Es Sam, le pedí tu número a Thomas. Espero no te pongas brava.
Era él. ¡Hay Padre Santo, que nervios! Parecía una adolescente con el primer novio. Era una mezcolanza de alegría y ansiedad. En todo el día mi mente viajó unas cuántas veces a dónde sea que estaba él.
- Ah Hola, en que puedo ayudarte- traté que mi voz pareciera lo más natural y tranquila posible.
-Estoy afuera de tu casa...quiero verte.
Este hombre si sabía como volverme loca.
- Iba a cenar
- ¿Te puedo invitar?- parecía una cita. Claro que podía.
- Vale, dame 10 minutos.
- Ok.
Colgué y rápido me cambié de ropa. Una minifalda roja y una blusa holgada de color blanco. Solté mi cabello y salí al encuentro con mi Romeo.
- Hola.
- Hola.
- Pensé que ibas a estudiar y a ver pelis.
- Lo hice, pero acompañado es mejor.
- Ah ya.
- No me culpes por las ganas enormes que tenía de verte.
La intensidad de sus palabras solo era igualada por la de sus ojos negros. Estar cerca de él causaba un efecto en mi terrible, no podía pensar con claridad. El auto se detuvo. Estábamos en su casa.
-Pensé que ibamos a cenar.
- Si, pero aquí. ¿Algún inconveniente?
- No no, ninguno.
- Voy a cocinar.
- ¿Para mi? Uysss que considerado.
- Tú lo hiciste, ¿porque yo no puedo?
- Por favor quiero verte. Déjame deleitarme con el gran médico en la cocina. Adelante.
- Ponte cómoda.
Y así lo hice, me hice sitio en una banqueta frente a él y empecé a disfrutar de aquel hombre que hacía que mi corazón latiera diferente.
-¿Quién era Hilda?- la conexión entre mi mente y mi boca se había perdido.
-Hilda era una paciente que se convirtió en mi amiga- él no tuvo reparos en responder- Mi padre.... mi padre se accidentó con ella. El venía borracho y chocó su auto contra el de Hilda. Esa es la razón por la que no bebo, o por la que bebo poco. Desgraciadamente mi padre no vivió para hacer el cuento, pero Hilda tuvo otra oportunidad. Ella quedó postrada, por lo que representó una tarea más difícil para su familia. Lo más fácil fue alojarla en un centro para discapacitados, donde vivió hasta que falleció. Cada vez que podía le hacía la visita, incluso hasta paseábamos. Al año en un examen de rutina se le detectó un carcinoma y desde entonces había estado saliendo y entrando del hospital. Siempre traté de que no eatuviera sola. Un hospital sin compañía es tan triste, que no quieres ver a nadie así. Ella fue quién me dió el boleto para el ballet...- sus lagrimales comenzaron a llenarse.
- Lo siento mucho Sam
- No te preocupes. El consuelo es que ya no va a sufrir- el tema era bastente melancólico, era evidente que Sam sentía mucho cariño por ella.- Voy a hacer pasta con albóndigas. Es lo que mejor me queda.
- ¿Necesitas ayuda?- pregunté con la intención de ganar cercanía.
- No, pero puedes abrir esa botella de vino- y señaló a la mesa de comer.
- Brindamos- propuse con la intención de enterrar la tristeza.
-Por Hilda
- Por Hilda- respondí-¿Puedo hacerte una pregunta?
- Dos si quieres.
- ¿Por qué eres así?
- ¿Así como?
- Eres tan cambiante. A veces eres un idiota, luego eres súper amable, después vuelves a ser pesado ,en fin, es muy difícil seguirte el ritmo.
- Yo tampoco entiendo lo que me ha pasado. No suelo ser así. Tú eres la culpable de este Sam- era una sonrisa lo que se dibujaba en su rostro- Por cierto, se que te debo una disculpa por lo de anoche. No me porté bien y no hay excusa.
- Si y me hiciste quedar como una tonta delante de nuestros compañeros de trabajo.
- La idea de que no me creyeras me sacó un poco de mis cabales y creo que se me fue un poco la mano.
- ¿Qué quieres de mi Sam?
- No sé Lina- secaba sus manos- de verdad que no. Acabo de salir de un divorcio y el tema relaciones está complicado, pero de lo que no me cabe duda es de que no quiero dejar de verte.
Hay que me derrito. Tranquila Lina, tranquila.
- Ven, prueba la salsa- bajé de la silla y fui a su lado.
- Está buenísima- y no mentía.
La cercanía hizo que nos mirásemos de nuevo y fue cuestión de segundos para que nuestros labios se buscaran.
- ¡Cómo me gustas muchacha!- exclamaba contra mis labios mientras que metía su mano por debajo de mi falda.
Me estremecí completa. No había un solo poro en mi piel que no transpirara por esa confesión. Su mano acarició mi rotro y su mirada se perdía en la mía.
- No quiero lastimarte Lina. No me perdonaría hacerte daño, por lo que tengo que ser sincero. No puedo darte más que esto, más que noches apasionadas y besos encendidos. Si no estas dispuesta a esto eres libre de irte, pero si decides quedarte no aspires a más conmigo. Sólo ten en cuenta que quiero que te quedes.
Su mano no dejó de acariciarme hasta que me cargó y me subió a la mesa. Yo no pude evitar abrir las piernas para que él se colocara más cerca de mí.
- No está bien lo que me estás haciendo. Contigo así cerquita no puedo pensar con claridad- le dije al ver que esperaba una respuesta.
- Entonces no lo hagas y déjate llevar.
Enseguida comenzó a besarme. Sus manos agarraban mi rostro y mi pelo y yo no paraba de tirar de él. Esta vez tomé la iniciativa y le saqué el pullover que llevaba. No me bastó y comencé a besar y mordisquear su cuello. El no demoró en ofrecerlo todo.
La temperatura iba subiendo y Sam, como todo un experto, me sacó la blusa. El sostén que llevaba tenía el broche en el frente, por lo que fue fácil que mi amante se deshiciera de el.
- Llevo todo el día soñando con tenerte así- y agarró mi pezón y tiró de él con las manos- estos senos me encantaron.
No pude evitar que me diera vergüenza. Mis senos eran pequeños y siempre me daba pena que los vieran.
- Te dije que no te avergonzaras conmigo. Me encantas tal cual eres y no quiero que nada te apene. Si no te gusta lo que hago o si quieres algo dímelo.
Solo pude asentar con la cabeza. Sus manos viajaron por debajo de mi falda y emcontraron mis bragas. El las tomó y me liberó de ellas. Lo único que llevaba era la mini falda. Abrió más mis piernas y sus dedos fueron a buscar mi sexo.
- Lina, preciosa, si estás empapada- sacó su mano y saboreó el líquido que mojaba sus dedos.- no te muevas de aquí- buscó un preservativo en la habitación. Se bajó un poco el pantalón y forró su miembro.
-¿Lo quieres Lina?, dímelo.
- Ven Sam, te quiero dentro de mí.
No había terminado de hablar cuando me penetró sin más. Comenzaba así un vaivén de movimientos. A medida que que aumentaba la intensidad la penetración era más profunda y más placentera.
- Agárrate fuerte- y me trasladó de la mesa y me recostó contra la pared- vente Lina, córrete para mí.
- Ahh Sam, no pares Sam, Ahhh
- Sii Lina
Y ambos alcanzamos el extásis.
Él fue al baño y yo trataba de buscar mi ropa. Al regreso traía algo con él.
- Ten. Ponte mi pullover. A ti se te ve mejor.
- No creo, pero gracias- y me puse la prenda varonil que me quedaba como vestido.
- Siéntate que voy poner la mesa- y dejó un beso en mis labios.
Sam cocinaba bien. No dejaba de sorprenderme. Su platillo estaba para chuparse los dedos. Cuando cenamos me ofrecí a lavar la losa, era lo mínimo que podía hacer.
- Ahora la peli.
- ¿Puedo escoger yo?- esto no le hizo mucha gracia, pero yo era su invitada.
- Voy a confiar en tu buen gusto con una condición.
- Te escucho- tenía toda la intención de negociar.
- Quédate desnuda
- ¿Cómo?
- Ya he visto lo que hay ahí debajo y te confieso que me fascina.
- Pero ... yo...- no estaba lista para este negocio y sin darme cuenta me apretaba el pullover a mi cuerpo.
- ¿No quieres que vea tus estrías?
Había dado en el clavo. Me dió pena que se diera cuenta.
El se arrodilló ante mi y mientras bajaba hacía que mi braga hiciera lo mismo. Me puso de frente a la pared y besó todas y cada unas de mis marcas que estaban concentradas en el trasero y las caderas.
Se separó y me contempló desnuda.
- Esta es la ropa que te queda mejor.
Elegí Jon Wick, se sorprendió un poco de que me gustaran las películas de asesinos. No me pareció que debía de hacerlo sufrir con una película cursi y supuse que esa no estaría mal.
- ¿ Y ahora?
- Ahora te quedas aquí conmigo. Mañana puedo dejarte temprano en tu casa y yo sigo para el hospital. Te ruego que no llegues tarde, sabes que no lo tolero.
- Está bien.
Al otro día hicimos lo que habíamos conversado. Por suerte llegué temprano. No podía esconder mi alegría y fui a saludar a Thomas y a Sam. Él volvía a su caparazón impenetrable y entendí que contra eso no podía luchar.
- Thomas revisa estos pacientes y Lina sígueme.
Fuimos hasta una esquina y allí dejó claro algo:
- Aquí no quiero y creo que no están bien las manifestaciones de cariño. Recuerda que yo soy tu supervisor.
- Pero solo fue un saludo inocente.
- Solo estoy previniendo que suceda algo más.
- Cómo diga Doctor.
- Vamos que hay trabajo.
Y volvíamos atrás, Sam era un soberano cretino.

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