III. Evocación

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En el comedor, Niffty recogía los platos y limpiaba la mesa; Husk todavía en su asiento estaba inmerso en la deliberación sobre qué botellas tomar del bar para amenizar su pronta estancia en la recepción; a su lado, Alastor tarareaba una alegre melodía mientras jugaba con su monóculo, y en cuanto a Vaggie, se encontraba dando vueltas de un lado a otro cerca de la entrada visiblemente ansiosa, pese al poco tiempo transcurrido desde la partida del primer huésped.

De forma inesperada se escuchó la llegada del ascensor a la planta baja, seguido de un acelerado andar con dirección a la salida, la cual quedó remarcada con un contundente portazo.

-¿¡Pero qué carajo?! ¿¡Angel?! - exclamó la peliblanca sorprendida al asomarse desde el pasillo y ser testigo de aquella aparatosa huida.

"El mismo final..." pensó el demonio rojo con una mezcla de satisfacción y decepción a la vez, su conjetura nuevamente se cumplía, denotando quizá que sin importar lo ingeniosos que fueran los intentos de la princesa, estos aparentemente estaban destinados a fallar. "¿Fue una falsa alarma?"; miró de reojo a sus subordinados, quienes solo prestaron unos segundos de su atención a esa ya habitual escena, para después proseguir con sus actividades fuera de aquel espacio. Posteriormente, el ascensor volvió a hacer un ruido similar al anterior, pero esta vez cuando sus puertas se abrieron, las pisadas del usuario se escuchaban torpes, como si se estuviese tambaleando. Vaggie volteó hacia esa dirección quedando atónita al ver que se trataba de una demacrada Charlie, que se esforzaba por avanzar mientras jadeaba como si hubiera participado en una carrera de alto rendimiento; teniendo una mano sobre el pecho en un intento de calmar su agitada respiración, al mismo tiempo en el que se recargaba de la pared con la otra.

-¡¿Charlie?! ¡¿cariño qué te pasó?!

La asistente rápidamente se dirigió a sostener a la princesa del brazo y la llevó hasta una silla del comedor. Alastor se sorprendió por el estado de la rubia, apagando su maliciosa sonrisa hasta dejar una débil curvatura en su boca. Entonces sintió a su sombra sobre sus pies, dándole unos leves toquecitos para llamar su atención; él la miró, y vio como esta sacaba de su interior a los pequeños secuaces que había mandado, pero con una sustancial diferencia, la mitad de su cuerpo estaba completamente desintegrada, mostrando algunos delgados hilos de humo negro saliendo todavía del borde de su lesión, denotando que aún continuaban evaporándose poco a poco, hecho que los tenía alterados, moviéndose frenéticamente entre las manos de la silueta negra. "¡¿Qué...demonios es esto?!", su tenue sonrisa se tensó e hizo un veloz gesto con su mano para ordenarle a su secuaz que desapareciera, no podía atenderlos ahora; primero obtendría respuestas de su socia.

-¡¿Ese idiota de Angel Dust te lastimó?! - inquirió Vaggie enfurecida.

-¡No! Estoy bien, tranquila amor, él no me lastimó- respondió Charlie con prontitud, tratando de evitar que Vaggie hiciera otra cosa.

-Entonces ¿Por qué estás así? - preguntó Alastor levantándose de su silla mientras les dedicaba una breve mirada fulminante a los fisgones de Husk y Niffty, quienes espiaban curiosos desde la entrada, para que se alejaran; ellos no tuvieron más opción que obedecer.

-Fue mi culpa...- musitó -, La nueva estrategia no resultó tan bien.

Charlie giró su cabeza para buscar a su compañero, pero se sobresaltó al notar que él ya estaba frente a ella ofreciéndole una taza de té.

-Puedes contarnos querida-, expresó mostrando una amable sonrisa.

-Tú deberías irte, esto no te concierne- exclamó la ayudante grisácea.

El Demonio de la Radio giró su cabeza hacia la insolente mujer, ampliando más su sonrisa hasta deformar su afable intención inicial a una totalmente antipática, toda su experiencia con esa chica irrespetuosa hasta el presente se sentía como una fastidiosa prueba a su paciencia; en otras circunstancias ella hubiera pagado por tal conducta, debía aprender a moderar sus palabras o en su caso, a aceptar las consecuencias de las mismas. Se replanteaba que no le importaría enseñarle esto último en ese preciso momento.

HH-La Luz que se negó a apagarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora