XVI. Nuestro momento

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El restaurante principal del Lilu's Grand Sandcastle destacaba por múltiples cualidades. En general, se trataba de un sitio encantador, moderno y luminoso. Las mesas al aire libre brindaban una hermosa vista panorámica de las singulares plantas en armonía con el purpúreo mar, formando una postal digna de elogiar e iniciar una relajada conversación. En cambio, la sección debajo del techo de madera, albergaba un ambiente más elegante y acogedor gracias al mobiliario con influencias barrocas, perfecto para las reuniones serias. Un gran reloj metálico suspendido mágicamente gozaba del privilegio de ser la pieza central, pues además de su alto valor decorativo, de él dependía el eficiente funcionamiento de todo. Así, señaló la hora de la cena de esa jornada mediante un sonido clásico capaz de alcanzar hasta la última esquina, alertando al organizado personal constituido por demonios de diferentes estaturas y complexiones para salir a alistar los últimos detalles previo al servicio.

Pasaron unos minutos hasta que el grupo de Charlie llegó. Fueron guiados hasta una mesa especial por su gran amplitud, situada en un reservado rincón, sin embargo, el entorno que tenía el propósito de ser apacible, seguía sumido en un incómodo silencio a pesar de que Alastor ya estaba ahí saludándolos formalmente. El extrovertido par era ajeno al negativo temperamento de los principales ejecutivos de su hotel, ya que unos cuantos tragos del famoso coctel amarillo los mantenía relajados dejando intacto su razonamiento, el cual les planteaba lo inservible de efectuar cualquier broma burda, pues no generaría una reacción divertida en la rígida parejita femenina, ni en el locutor visiblemente absorto en otra cosa, por lo que decidieron enfocarse en lograr comer lo más sabroso posible. En cuanto a la pelirroja, le bastó vislumbrar la tensión en la postura de su jefe para optar no dirigirle la palabra, pues hablarle en ese estado tenía sus riesgos.

De pronto, un mesero les habló amable para entregarles las cartas. La rubia fingió leerla, pasando las páginas callada a un ritmo en el que era imposible haber comprendido el contenido. La peliblanca, contrariamente, permanecía en la primera hoja al quedarse viendo a su novia ideando la manera de animarla. Asimismo, los dedos de Alastor traqueteaban impacientes encima de la carpeta cerrada, mientras él veía indiferente a la nada, lo que se sumaba a su rara quietud luego de su educado recibimiento que nadie atrevió a cuestionar.

- Hmmm, ¡No entiendo un carajo de lo que está escrito aquí! -, se quejó el arácnido.

- ¡Hay muchas jodidas comas en el aire! Quizás sea francés -, opinó la voluptuosa.

- ¡Hey sonrisas! tú lo entiendes ¿no? ilustra...

El demonio alto fue silenciado de inmediato con un vistazo amenazante del locutor.

- Eh, olvídalo... Charlie, tú qué recomiendas -, regresó a ver a su segunda opción, quien suspiró cerrando el menú desganada.

- No tengo hambre muchachos, iré a mi habitación -, replicó al levantarse y salir presurosa.

- Cariño, espera... ¡Maldición! - dijo Vaggie al pasar desapercibida por la agobiada.

- Hmm, los ánimos siguen apestando eh -, comentó Angel.

- Iré con ella.

- Parece que por fin llegó tu momento -. Cherri hizo un ademán para señalar la bolsa que contenía las nuevas prendas de la polilla, provocando en la dueña un ligero rubor al interpretar su comentario -. Ten por seguro que la calmarás.

- ¡Tsk! Solo compórtense.

- ¡Despreocúpate, y ve relajando esos músculos!

La chica del moño se retiró del restaurante y a los pocos segundos, el pecador de rojo siguió su ejemplo sin dar explicación, dejando confundidos a los compañeros de dormitorio.

HH-La Luz que se negó a apagarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora