BiEnvEnidos, Esto Es auradon prEp

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Mal

Subimos a la limusina, los chicos se emocionaron al ver tantos colores en golosinas, examiné una de ellas, no tenían moho, ni hongos sobresalientes, no olían a putrefacción, comí solo uno de ellos mientras veía a Carlos y Jay atascarse y pelear por quien agarraba más de las inquietantes golosinas.

—Te ves pálida —dijo Evie acercando su brocha con rubor hacia mi.

—No, déjame —me hice a un lado—. Solo quiero pensar —hice una mueca.

—Eso no es muy atractivo, Mal —me miró con una sonrisa y no pude evitar sonreír también con diversión. Miré a Evie mirar por la ventana—. ¡No!

—¡Es una trampa! —gritó Carlos espantado, miramos por la ventanilla a la limusina dirigirse directo al borde de la isla.

Ese era el fin, ese era el plan real seguramente, comenzar a asesinar a los villanos, ya no quieren a la isla como una mancha oscura en sus mapas aburridos, engañarían a grupos de jóvenes villanos, uno por uno hasta que los asesinen a todos, y esperarían a que los villanos envejezcan y mueran en su propia miseria, como un animal rastrero que come y duerme en sus propias heces.

Nos aferramos unos a otros listos para presenciar nuestro fin, pero este no llegó. Miré por la ventana y tragué saliva, un puente dorado brillante, estábamos por encima del mar, conducía sin detenerse, era...

—¡Magia! —si, magia, como dijo Evie.

—Hey —le dije al conductor—. ¿Es este botón el que abrió la barrera mágica? —le mostré el control que había encontrado segundos antes de casi presenciar mi muerte, y al que me aferré sin notarlo.

—No, este botón abre la barrera mágica —mostró un control pequeño y dorado—. Ese abre mi garage... y este botón —lo presiono y alzo la compuerta que antes se había bajado, lo que nos dividía de el.

—Odioso —dije con una sonrisa—. Que lindo sujeto —nos reímos los cuatro.

—Prueba este —me dijo Evie extendiéndome un dulce. Lo tomé y se lo puse en los labios para besarla antes de comerlo, estaba feliz, algo eufórica creo, casi habíamos presenciado la muerte, otra vez, pero estábamos vivos aún.

Los chicos rieron ante nuestras breves muestras de afecto en el auto, comimos dulces, aunque Carlos y Jay con menos moderación que nosotras, al llegar a la escuela, suponiéndolo claro, por el enorme anuncio que había en la entrada, se escuchó música de trompetas y tambores.

Bajamos del auto, pero Carlos y Jay estaban peleando por ver quien se robaba que.

—Chicos, tenemos público —dije incómoda poniéndonos frente a ellos para taparlos.

—Solo limpiábamos —dijo Jay con gracia.

—Déjenlo como estaba —canturreó una mujer—. Y me refiero a que de verdad lo dejen.

Aventaron las cosas al interior y los miramos expectantes.

—Bienvenidos a la preparatoria —habló la misma mujer—. Soy el hada madrina, la directora —alcé las cejas con algo de sorpresa, ese era nuestro objetivo.

—¿Es el hada madrina? ¿La del bibidi babidi boo? —teníamos que obtener su varita.

—Bibidi Babidi, tú lo dijiste.

—Si, sentía curiosidad, que habrá pensado cenicienta cuando... apareciste —miré a los demás de reojo—. Con esa varita brillante, y una sonrisa... y esa varita brillante —recalqué.

—Eso fue mucho tiempo atrás, es lo que suelo decir, concéntrate en el pasado y te perderás el futuro —era demasiado amable, y algo bastante efusiva para mi gusto.

In the infinity... our hands (Mevie/Dofia)Where stories live. Discover now