El fallo En El plan

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Mal

Ocasionamos un poco de caos en la escuela, nada que nos pudiera delatar tanto aún, pero si lo suficiente para divertirnos las dos, cuando llegó la hora fuimos al cuarto de los chicos.

Carlos estaba jugando con no se que en la pantalla, eran lugares extraños, y bueno, el rey se encargó de que nos dieran celulares, de mucha mejor calidad que el intento de celular que nos había fabricado Carlos, que no servía realmente para mucho, en la isla no había señal ni wifi.

—¿Qué haces? —le pregunté a Jay con una sonrisa burlona.

—Se llama "robar" —dijo con obviedad y yo rodeé los ojos.

—Podrías dejarlo cómo está y lo tomamos cuando conquistemos el mundo —me encogí de hombros tomando una de las cosas que buscaba robar, entre mis manos.

—Suenas igual a tu madre —soltó una risa Evie mirándose en el espejo.

—¡Gracias! —dije halagada.

—Tu tienes tu manera, yo tengo la mía —Jay me arrebató la cosa entre mis manos y yo reí.

—Como sea  —rodé los ojos—. Evie, el espejo —palmeé y me senté junto a ella.

—Claro —apretó los labios y sacó el espejo de su bolso—. Espejito espejito en... mis dedos —me miró encogiéndose de hombros—. La varita del hada madrina... quiero —no estaba segura si funcionaría, pero lo hizo—. Espejo mágico, no tan cerca —susurró.

—¡Ahí está! —anuncie—. ¿Un aburrido museo? —bufé exasperada.

—A 3.7 kilómetros —Carlos nos mostró su computadora y reímos.

Salimos corriendo del castillo al inicio de la noche, ya estaban todos dormidos, la gente aquí es demasiado aburrida, pero la ciudad no estaba mal en si, solo le faltaba caos.

—Mira Mal, una tienda de ropa —anunció Evie con emoción.

—Podríamos asaltarla —concluyó Jay y soltamos una risa.

—En otro momento chicos, se nos está haciendo tarde —apuré.

—¿Por qué tanta prisa, Mal?

—No me gusta este lugar —dije asqueada—. Mientras más rápido lo hagamos, menos clases, menos bondad y todas sus asquerosidades.

—Bien, entonces vamos —sonrió Evie y asentí, fuimos hasta el museo.

—¿Esa es la rueca de tú madre? —se burló Jay.

—Si, se ve... tonta —apoyo Carlos con una risa.

—Es mágica, no tiene que verse... siniestra —fruncí el ceño, saqué el libro por primera vez y lo abrí, se cayó un papel, lo guardé en mi bolsa sin ver que era y miré la rueca—. Mágica amiga llegó la hora, que mi enemigo se duerma ahora —el guardia bostezo.

—Uff, que susto —se siguieron burlando y rodé los ojos.

—Pincha su dedo, pincha y quema, que mi enemigo luego se duerma —hice un ademán y el guardia fue hasta la rueca, sonreí con perversidad—. No se ve tan ñoña ahora, ¿eh?

—Atrás, amigos —alardeó Jay después de descubrir que la puerta estaba cerrada, me apresuré a buscar un hechizo y sonreí con malicia cuando se fue para tomar impulso.

—Velocidad, agilidad, no pateare pero se abrirá —conjure abriendo la puerta, nos burlamos de Jay en el suelo.

Subimos un piso llegando a una perturbadora escena de una galería con estatuas de nuestros padres ¿a quien se le ocurre? Es perverso, están aquí para que los señalen, para que se burlen de ellos y su fracaso, de lo que perdieron. Los encerraron en una mugrosa isla sin oportunidad de venganza.

Este lugar me estaba enfermando, juraría que pude haber oído a mi madre decirme otra vez lo que tengo que hacer, pero al voltear solo estaba la estúpida estatua, Evie me llamó y salimos corriendo, encontraron la varita.

—Jay, no —advertí, tiene algo alrededor, necesito un hechizo. Ni siquiera me dio tiempo de abrir el libro cuando Jay ya había pasado la barra y activado la alarma por eso.

Salimos corriendo de nuevo por todos los pasillos hasta la entrada, el guardia no estaba, ya había despertado, demonios, Carlos desactivó la alarma y nos fuimos al odioso internado.

—¡Gracias Jay! Ahora tendremos que ir a clases mañana —dije frustrada mientras corríamos.

Nos colamos al castillo sin que nos vieran y cada quien fue a su habitación.

—Me daré un baño —anuncio Evie y yo asentí, se metió y solté un suspiro, metí mi mano a la bolsa de la chamarra y encontré el papel que se había caído antes, algo arrugado y viejo, lo leí y apreté levemente los labios un "te invito a mi fiesta de 6 años" algo mal escrito y con mucho azul y brillantinas pegadas en el papel, me quedé observándolo y se fue el tiempo—. ¿Qué tienes ahí?

—Tu invitación —solté una leve risa desganada, se la pasé y la miró.

—Es cierto —dijo con diversión al verla—. Te dije que la había hecho a mano ¿donde la encontraste?

—Justo donde menos lo esperaba pero sabía quien la tendría —me encogí de hombros soltando un suspiro—. Mi madre la ocultó.

—Oh —hizo una mueca—. La fiesta ni siquiera fue la gran cosa.

—¿Te mande al exilio por algo que no fue la gran cosa? —sonreí con algo de diversión.

—Tienes talento para el drama ¿no te has dado cuenta? —bromeó con una risa divertida.

—Algo pareció —solté una risa—. ¿Viste lo embobado que quedó contigo el duende?

—Es hijo de un enano.

—Da igual —rodé los ojos.

—Es irónico ¿no es así? —dijo con diversión—. El hijo de tontin embobado con la hija de la reina malvada.

—También coqueteabas con el insufrible príncipe —recordé

—¿Estás llevando la cuenta? —dijo extrañada y negué con la cabeza.

—Para nada —me encogí de hombros—. Solamente recapituló el día.

—Es solo que jamás te había importado si coqueteaba o no —apreté los labios.

—No me importa —dije algo más harta.

—Está bien, como digas —rodó los ojos y solté un suspiro acercándome a ella.

—Sigues siendo mi chica ¿no es así? —ella asintió y yo la besé—. ¿Lo ves? Todo sigue igual, nada tiene porque cambiar.

—Nada tiene porque cambiar —repitió y asentí, la volví a besar y me fui a mi cama aventándome en ella, estaba agotada.

In the infinity... our hands (Mevie/Dofia)Where stories live. Discover now