¿una cita?

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Evie

No pude concentrarme a dormir por la noche por la emoción, una cita, iba a tener una cita con Mal, fui a ver a Carlos, necesitaba ayuda tecnológica.

—¿Quieres que busque ideas para citas? —dijo extrañado, asentí.

—¿Así que tú y Mal van a tener una cita? ¿Real y con todas sus letras? —habló Jay esta vez.

—Si, bueno, queremos ver si funcionaríamos como pareja.

—Las hemos visto los últimos 6 meses juntas, claro que funcionarían como pareja —dijo con obviedad—. Como pareja de la isla.

—Aquí la gente es libre, Jay, en la isla nos absteníamos por nuestros padres, porque a los de nuestra edad no podría darles más igual con quien salimos unos con otros —me encogí de hombros—. Que no haya citas en la isla no significa que tengamos que estar condenados a eso.

—Bueno, pues a mi no me parece una idea tan mala —me apoyó Carlos—. Después de todo lo que pasamos por obtener el cetro y lo que estamos pasando aquí creo que merecemos un rato de distracción.

—Yo liberó energía en el Tourney, ya que al parecer aquí hay castigos por robar —rodé los ojos—. Pero no importa, aún así lo hago —nos mostró su bolsa.

—¿Y esto? —pregunté desconcertada.

—Se lo robe a uno de esos príncipes insufribles, no importa ¿lo quieres? —negué dejando el celular en la cama—. Como prefieras.

—Aquí dice que las mejores salidas pueden ser muy simples —me mostró Carlos la computadora—. Y dice qué hay una increíble calle por la que pueden transitar, hay un lago y todo eso —sonreí—. Se llama, El pabellón de la Bestia.

—Los héroes y su ego —me encogí de hombros ante el comentario de Jay.

—Gracias Carlos, es Perfecto —sonreí.

Fui a mi habitación y me arregle, Mal y yo habíamos quedado de salir en la tarde, como a las 5, y era bueno tener noción del tiempo aquí, en la isla lo usual es ver una nube gris todo el tiempo, solo sabes que es de noche si de repente se pone terriblemente más oscura de lo que es.

—Evie —me sonrió—. ¿Ya estás lista?

—Si ¿y tú? —se encogió de hombros.

—Las citas no son lo mío, esperaba que me ayudaras a arreglarme —apretó los labios, sonreí de lado y asentí.

—Claro.

Fui a su armario y al mío, saqué cosas que podrían servir, al final arreglarla fue muy simple, un abrigo oscuro grande, su pantalón morado oscuro rasgado y una blusa de tirantes negra y corta.

—Te ves increíble —dije cuando termine de arreglar su cabello, le caía por un lado del rostro la mayoría.

—Tu eres quien se ve increíble, si me veo increíble es por ti —sonreí, me devolvió la sonrisa y salimos—. ¿Qué vamos a hacer?

—Carlos me ayudó a encontrar un lugar que dice que es increíble, ahí podemos decidir —asintió con una sonrisa leve.

Salimos y se animó a tomar mi mano, estaba nerviosa muy extrañamente, solo me había sentido así pocas veces antes, y una de esas veces fue cuando mi madre dijo que tenía que volver a la escuela después de 10 años en el exilio, día en el que me reencontré con ella justamente, en circunstancias muy alejadas a esta.

Viéndonos así, no parecíamos tan distantes a la gente aquí, excepto por el color de nuestro cabello, inaceptable aquí al parecer.

—¿Helado? ¿Eso que es? —dijo extrañada.

—Recuerdo que Dizzy lo leyó en una revista vieja de las que mandaban a la isla, parece que son de distintos sabores, pero la verdad no tengo idea —me encogí de hombros—. Las cajas que llegaban a la isla eran meramente agua con algo de colorante.

—¿Quieres uno? —lo considere un momento y después asentí con una leve sonrisa.

El vendedor nos miró raro, extrañado y con una cara de pocos amigos, debía saber quienes éramos, otra vez, el cabello. Pero aún así nos dio los helados, aunque de mala gana.

—Creí que la gente en Auradon sería distinta a los duendes amargados de la isla —soltó una risa Mal.

—Creo que lo qué pasa es que no les agradamos —reí también.

—Tampoco les agradábamos a los duendes, aunque nadie les agrada a los duendes —volvió a reír.

Comimos el helado tomadas de la mano, pero después de un rato ambas nos quejamos por dolor de cabeza.

—Es muy extraño —concluyó mal.

—Parece que solo es si lo comes rápido —concluí después de pensarlo.

—Que inteligente —sonreí.

—Bueno, una vez alguien en circunstancias desesperadas me dijo que yo era más que mi belleza.

—No me arrepiento de esas palabras —sonrió de lado—. Aunque a veces seas algo insufrible —solté una risa.

El día fue mágico, nuestra primera cita, definitivamente nos entendíamos muy bien. Llegamos a la preparatoria y nos fuimos a dormir exhaustas, habíamos ocasionado un muy leve caos multitudinario en algún momento de la cita, pero fue completamente divertido, valió la pena.

A la mañana siguiente despertamos por un sonido molesto proveniente de los celulares que nos habían dado al llegar. Lo ignoré en ese momento sin saber que sería una mala idea.

Me fui a bañar y después Mal lo hizo, salí hacia mis clases, pero todos me miraban de una manera muy extraña, más horrible que de costumbre, no le di más importancia.

—Princesa Evie —dijo la misma voz con la que había pasado los últimos recesos, era irritante pero hasta le estaba comenzando a tomar cariño—. ¿Son ciertos los rumores?

—¿De qué hablas, Alice? —dije exasperada, se sentó frente a mi.

—De tú y la otra chica de cabello morado ¿son pareja? Es increíble, no para los demás, todos dirán que están locas, pero yo ya lo estoy así que da igual, o es lo que dicen de mi.

—Definitivamente estas desquiciada —concluí—. ¿Por qué sería malo?

—Lo verán como un escándalo, jamás se permitirían estar en tal situación, todos aquí deben pretender ser perfectos, dirán que es una ideología suya.

—¿De que hablas? He visto a muchas parejas aquí en Auradon, en los pastos, en los salones.

—Nadie sale con nadie que sea igual a él, o en este caso, ella —me sonrió.

—No entiendo.

—Ella con ella está mal, el con el está mal, es lo que dirán, es lo que ya dicen —fruncí levemente el ceño.

—¿Por qué estaría mal?

—Dicen que no es natural

—¿Tú crees que no es natural?

—A nadie le importa lo que un lunático piense.

—Por primera vez diré que me importa

Alice sonrío tanto que parecía aún más maniática que de costumbre, sus ojos estaban desorbitados, una sonrisa tan Grande que parecería impensable de que fuera posible, incluso me llegó a asustar.

—Oh, lo lamento, me enseño a hacerlo un amigo de mi padre —dejo de sonreír—. El gato sonriente.

—¿Me dirás que piensas tú?

—Creo que cada quien debería ser feliz como pueda, princesa, pero a nadie le importará jamás la decisión de una lunática.

—¿Qué debería hacer?

—Es su decisión y nada más que suya, no deje que le arrebaten el poder elegir.

In the infinity... our hands (Mevie/Dofia)Where stories live. Discover now