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Samuel no lo sabía, pero aquella ya era su vida número 17.

Ahora, de manera ilógica, también se llamaba Samuel.

Samuel de Luque, un simple estudiante de medicina en su tercer año de carrera.

Tenía solo 23 años, pero nunca se había sentido pleno, lleno, acompañado. Siempre notaba que algo le faltaba y no entendía de que se trataba, pero sabía que estaba ahí, como una espina clavada en su corazón.

Desde pequeño era un tanto retraído.

Introvertido pensaba su madre, y él, aunque la quisiese mucho, sabía que, además de aquello – que no era tan así como ella lo planteaba – era que no le importaba en lo absoluto.

Samuel tenía sus amigos, solía llevarse bien con las situaciones donde había mucha gente, o también cuando tenía que tomar la palabra frente a algún desconocido.

No era que tuviera algún problema psicológico, o quizás, pero más que nada era porque no le interesaba.

No quería socializar, lo hacía solo porque era "socialmente aceptable" y le gustaba acatar las reglas de la sociedad.

Bueno, no todas.

Había una sola cosa, que era lo único en lo que Samuel no seguía los "estándares" predeterminados con respecto a cómo alguien tiene que vivir su vida porque es lo "normal".

Era Gay.

Si bien no era algo que dijera a los cuatro vientos, tampoco le molestaba que los demás supieran su orientación sexual, después de todo para él se sentía algo normal, como si viniera codificado en su ser desde antes.

—Sam –

El azabache levantó la mirada de su libro para ver que uno de sus mejores amigos se acercaba hasta donde se hallaba sentado estudiando.

David Romero, uno de los dos "tontitos" que se encargaban de que su vida no fuera tan aburrida, se encontraba frente a él ofreciéndole una lata de refresco cerrada.

Lo miró con desconfianza, conociendo a David, aquello podría tratarse de una de sus bromas estúpidas para pasar el rato cuando se encontraba aburrido.

—Es solo refresco tío, no te va a explotar en el rostro –

Lo dudaba, por alguna razón, no estaba creyendo en absoluto en las palabras de su mejor amigo, pero decidió darle el beneficio de la duda y abrir la lata para beber algo.

A su sorpresa, el refresco no explotó y no se le mojó la cara ni su libro.

Ahora tenía muchas más sospechas de que el castaño algo quería, y eso lo involucraba totalmente.

—¿Qué quieres? – preguntó el azabache mientras juntaba sus cejas en señal de cuestionamiento.

—Ya no puedo traerle nada a mi amigo? –

Si estuviéramos hablando de que aquellos gestos fueran algo recurrente en su relación, podría pensar en disculparse, pero había pocas – por no decir casi nulas – experiencias en donde David le regalaba algo por simple gusto. Siempre existía un fin de por medio.

Sin dudas había segundas intenciones, y Sam lo tenía claro.

David después de un rato se rindió, Samuel lo conocía lo suficiente como para saber que, en realidad, aquel no fue un gesto de buen samaritano.

—Está bien, tú ganas –

Si de algo estaba seguro Samuel, es que esperaba aquella respuesta por parte de David.

Al parecer había un chico que traía loco a su amigo.

El castaño estaba como un chaval adolescente con su primer enamoramiento, al menos eso daba a entender a por la manera en la que hablaba de ese muchacho, y este trabajaba en una cafetería cercana a la universidad.

David quería ir hasta aquel lugar para poder verlo de más cerca y que pareciera algo casual, ya que había estado yendo casi una semana solo para poder verlo, pidiendo un café simple y quedándose incluso hasta después de haberse acabado su bebida.

—¿Entonces quieres que te acompañe? – preguntó Sam terminando lo que quedaba de su lata de refresco.

Observó a David con esa típica mirada de "lo sé todo, a mí no me vengas con cuentos" en cuanto este le pidió por aquel favor.

Sabía que su amigo estaba diciendo la verdad esta vez, y si podía ayudarlo en algo tan simple como acompañarlo a una cafetería que además se encontraba cercana a la universidad, entonces no iba a denegar su ayuda.

Estaría loco si se negara a experimentar suerte con alguna cafetería y poder probar algo de aquella bebida oscura, la cual muchas veces le hacía falta cada mañana.

—Gracias Sam, de verdad te debo una –

No le sorprendía ver tan entusiasmado a David con respecto a un nuevo enamoramiento, pero si le extrañaba que este sentimiento recurrente en su amigo, estuviera durando más tiempo del que solía.

Irían esa misma tarde.

Al principio Samuel se negó, debido a que tenía un parcial al día siguiente y quería estudiar un poco más por si le faltaba algo que repasar, pero David le dijo que había sido suficiente.

—Tienes las mejores calificaciones de toda la facultad, incluso de los mayores, ¿quieres relajarte un poco y gozar del vivir tu vida Samuel? –

Aquellas palabras se quedaron dándole vueltas durante el resto de la mañana.

¿No disfrutaba su vida?

Él pensaba que sí, estudiaba, tenía amigos, a veces jugaba algunos juegos de video y asistía a la universidad que quería después de haberse esforzado tanto.

¿Realmente disfrutaba de su vida?

¿O simplemente estaba viviendo en modo automático?

Poco recuerda de cuando David lo fue a buscar a su última clase del día, tampoco puso mucha atención de lo que este le contaba sobre el chico de la cafetería mientras caminaban hacia ella.

Estaba sumido en sus pensamientos, sobre todo en la parte de "disfrutar de vivir".

—¿Vas a pedir algo? –

La pregunta lo sacó de su ensimismamiento y levantó su mirada hasta dar con aquella voz.

Era un chico, de cabello teñido, rubio o gris, no estaba seguro, de todas formas, se le veían las raíces castañas creciendo, acompañado de unos ojos color verde oscuro con unos tonos marrones que lo miraban atentamente esperando a que este respondiera su pregunta anterior.

—¿Disculpa? –

—Disculpado, preguntaba si ibas a ordenar algo –

Samuel observó a su alrededor dándose cuenta de que se encontraba en la cafetería a la que planeaban ir con David, o al menos eso suponía, ya que su amigo ahora estaba en una mesa sentado esperando a que su café estuviera listo mientras miraba al barista.

Entonces ese chico de cabello negro era a quien su amigo se refería.

—Emmm, no lo sé... -

—Tomate tu tiempo –

La sonrisa que el teñido chico le brindó, causó que dentro de Sam se sintiera cálido, haciendo parecer que aquello fuera lo correcto.

Como si lo que sentía, no era la primera vez que ocurría. 

Second Life // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora