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Este era el segundo día en el que Samuel iba a esa cafetería a simplemente pasar vergüenzas.

La primera vez había sido junto a David, aquel fatídico día donde a su patético ser se le ocurrió hacer el ridículo y ahora, que se encontraba ahí dentro sin siquiera querer estarlo.

Había entrado por inercia, casi como si sus pies se lo hubiesen pedido inconscientemente a su cerebro para que se movieran hasta dentro del lugar y volver a quedar en ridículo frente al teñido detrás del mostrador.

—Yo... -

Podía ver como el chico intentaba no sonreír debido al nerviosismo y el rostro ruborizado del azabache. No quería hacerlo sentir mal, pero Samuel podía percibir que el teñido tenía toda la intención de reírse por su rostro e incomodidad en esos momentos.

¿Qué cojones hacía ahí?

—¿Deseas algo? –

Le preguntó el rubio con una sonrisa en los labios y con su atención fija en los ojos del azabache, cosa que a Sam lo puso mucho más nervioso de lo que ya estaba.

Esos luceros verdes comenzaban a marearlo.

Se sentían tan profundos, como si intentaran hacer hincapié en algo, pero no lograba descifrar el qué.

¿Qué cosa podría querer decirle un completo desconocido?

Samuel se aclaró la garganta en búsqueda de calmarse un poco y alejar el nerviosismo de su cuerpo, aunque pareciera algo difícil.

—Me gustaría un Cappuccino, por favor –

El teñido sonrió de la misma manera en la cual le había recibido, pero esta vez hizo algo que, la primera vez que estuvo en esa cafetería, el chico no llevo a cabo.

—Dame tu nombre para anotarlo en el vaso y poder llamarte –

Samuel se puso nervioso.

No era la primera vez que demandaban su nombre para llamarlo en un pedido, pero por alguna razón sentía que aquello era distinto.

¿Por qué iba a ser diferente si tan solo era un pedido más?

No lo sabía.

—Samuel, Samuel De Luque –

El cajero elevó sus cejas en señal de sorpresa mientras anotaba con un plumón negro su nombre en aquel vaso desechable y lo dejaba a un lado para que el barista hiciera lo suyo.

—Te avisaremos cuando esté listo señor De Luque –

Respondió el chico esperando a que el azabache se fuera para así atender al siguiente en la fila, pero por alguna razón Samuel no tuvo la capacidad de alejarse de ahí.

Tenía la leve sensación de que iba a quedar en ridículo nuevamente.

—¿Cuál es tu nombre? –

Samuel no pudo evitar golpear su rostro a sí mismo mentalmente.

Efectivamente estaba quedando en vergüenza otra vez.

Pero a diferencia de lo que pensaba Sam, el rubio con raíces castañas simplemente le sonrió y tomó una servilleta del mostrador para anotar en él algo con el mismo plumón con el cual había escrito su nombre en el vaso desechable, y luego entregarle la servilleta y seguir con su trabajo.

Samuel se quedó observando aquel pedazo de papel en sus manos mientras se alejaba del mesón de pedidos.

Ahí en esa servilleta se hallaba escrito con una letra un tanto – bastante – desprolija, un nombre.

"Rubén Doblas"

El azabache no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo mirando aquella servilleta, pero seguramente fue bastante, ya que, ahora, ahí frente a él, se encontraba aquel rubio cajero con su pedido en una bandeja mirándolo con una sonrisa.

—Disculpa, mi compañero te ha estado llamando por un minuto y no parecías atender, entonces decidí traerte tu café antes de que se enfríe –

Si de algo estaba claro Samuel, es que no podía ridiculizarse más a sí mismo como lo estaba haciendo ese día con Rubén.

¿Pero quién podía culparlo?

Se sentía extraño, no parecía él.

Aquel mismo Samuel, el que solo convive con los demás por mera obligación, por seguir las reglas, el que sociabilizaba por costumbre, a quién realmente no le importaba conocer a más gente más que a los dos chicos que siempre se encontraban a su lado.

Ese mismo Samuel ahora estaba de cabeza por un rubio a quien recién había conocido.

—Disculpa, lo siento mucho por hacerte venir hasta aquí –

—No te preocupes, no eres al primero que le ocurre –

El azabache lo dudaba mucho, estaba seguro de que el cajero se encontraba siendo cortés simplemente, ya que no creía que alguien esté tan loco como para ir a un lugar a "beber un café" y que se haya olvidado de escuchar su pedido.

Más que olvidar, distraerse, su mente había estado divagando en aquella servilleta desde que el platinado se la entregó en el mesón de la entrada y que ahora estaba en sus manos, arrugada debido a que Samuel intentó esconderla.

Rubén pudo captar aquel trozo blanco en las manos del azabache, por lo que sonrió de costado y dejó la bandeja en la mesa donde se encontraba sentado su "cliente".

—Espero que lo disfrutes Sam –

Y sin más aquel chico se alejó para volver a sus tareas detrás de la caja registradora.

Como si todo aquello que acababa de ocurrir no hubiera sido una completa locura.

Bueno, al menos para Samuel sí.

¿Quién se iba a poner a pensar que el gran Samuel De Luque, uno de los mejores estudiantes de la carrera de medicina, estaría comportándose como un real bobo por un cajero de una cafetería que estaba a dos cuadras de su universidad?

Probablemente sus amigos se estarían riendo de él en esos momentos.

Y esa era una de las razones por lo cual le había mentido a Guillermo.

Samuel no estaba del todo seguro, pero tenía la leve sensación de que aquel chico "Rubén Doblas" iba a ser una nueva y completamente desconocida experiencia para él.

Second Life // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora