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Ambos contaban con 16 años cuando comenzaron con sus escapadas nocturnas.

Samuel tenía claro que lo que sentía por su amigo de toda la vida no era simple amistad.

No consideraba que fuera normal que su corazón se acelerase cada vez que lo tuviera en frente, ni que sus palmas sudasen como locas por la necesidad de tocarle, o que sus ganas de compartir tacto fueran tan indescriptibles que muchas veces se tuvo que resistir a sí mismo.

Pero frente a todo el mundo, ambos actuaban como simples amigos. De esos que son tan cercanos porque siempre estuvieron juntos, que nadie podía sospechar que había más sentimientos de por medio.

La gente estaba acostumbrada a que, si veían a Samuel, Rubén se encontraría a su lado como de costumbre.

A ninguno de los dos les molestaba que se les relacionara de la manera que fuese, pero siempre trataban de mantener las apariencias por sus familias.

Porque sabían de lo que eran capaces si llegaban a ver el mínimo atisbo de algo que no les gustase.

Tenían claro que la sociedad se interpondría entre ellos, vivían dentro de lo que el resto llamaba sacrilegio, incluso herejía y pecado.

¿Quiénes eran los demás para decretar que es lo que está bien o mal?

¿Por qué estaba mal amar?

La respuesta a ello no es que esté mal, sino que simplemente no es correcto enamorarse libremente de quien se te salga de los santos cojones.

Samuel se reprendió a sí mismo por siquiera pensar en una grosería.

Pero a pesar de eso, sabía que estaban condenados a vivir en silencio. A compartir su amor mutuo con nadie más que la luna y las estrellas de testigo.

Durante una de sus tantas escapadas nocturnas en las cuales decían que irían a "cazar", se encontraron aquel hermoso claro lleno de flores y con una vista a una cascada que aparentemente ninguna persona conocía, ya que nunca habían avistado a nadie por ese paraje.

El lugar era hermoso.

La hierba estaba a la altura perfecta para poder divisar algún peligro existente entre las malezas, también estaba cubierto de ciertas flores que le daban color al sitio.

Y lo que más les había llamado la atención era esa pequeña cascada que desembocaba en un riachuelo, el cual era perfecto para darse un baño si les apetecía, aunque al ser de noche cada vez que se encontraban, pocas veces podían hacer uso de este, a excepción de cuando era verano y el calor se hacía insoportabla.

Pero lo que más les encantaba tanto a Rubén como a Samuel de aquel sitio, era que tenían el honor de ser ellos mismos, podían demostrarse el amor que no era consensuado durante el día.

Cada vez que se encontraban en ese punto, se sentaban a los pies de un gran árbol durante horas mientras observaban las estrellas y las constelaciones que podían apreciarse bajo aquel manto negro de luces en el firmamento.

A veces pescaban, otras aprovechaban de cazar algún animal para llevar como evidencia a sus padres, aunque siempre eran sencillos y llanos pasatiempos que utilizaban de tapadera mientras estaban juntos.

Con el simple hecho de poder estar uno al lado del otro, darse compañía y cariño, era suficiente para los dos.

Pero aquella noche se sentía diferente.

En el aire se podía percibir que se trataba de una situación nueva para ambos, algo que sin duda llevaba mucho tiempo en la mente del otro, pero que jamás fue verbalizado por ninguno, perdiéndose entre sus más locos pensamientos.

No obstante, lo sabían sin siquiera decirlo, con tan solo mirarse a los ojos podían entender qué era lo que el otro estaba proyectando en su mente.

Ese beso, aquel primer encuentro de sus bocas, fue sellado bajo la luz de la luna que los bañaba como si de un manto se tratase.

Sus labios hicieron conexión por solo unos segundos antes de separarse.

Ambos se encontraban ruborizados por el contacto, pero ninguno de los dos esperaba que aquello se sintiese como una explosión de sentimientos.

Samuel tomó la iniciativa y se acercó nuevamente al castaño, posando su mano en la mejilla de este y volviendo a unir sus labios en un toque que les causó escalofríos, pero que en ningún momento les hizo separarse de nuevo.

En cuanto el castaño abrió sus labios para poder darle mejor acceso a Samuel, este tomó las riendas, colocando ambas manos al costado del rostro de Rubén y siguiendo el ritmo de aquel movimiento, creando una danza con sus bocas de manera lenta y apaciguada, pero con un paso propio de cada uno.

Y así fue como la luna fue testigo, tal que todas las noches, del amor que esos dos se profesaban día tras día.

Era el primer beso de ambos, eran la primera y única persona para el otro desde siempre, pero esta vez se sentía diferente.

Sus labios emparejados con los del castaño hacían que su corazón se acelerara, como si aquello se tratase de todo lo que estuviera bien, era una analogía, la pieza faltante de un puzle sin resolver.

Así se sentía, correcto, perfecto.

Aquel beso había sellado su amor por completo,se entregaron el corazón sin palabras, prometiéndose con hechos el proteger aquellotan preciado que se les estaba brindando, jurando que se cuidarían mutuamenteentre ellos como aquel amor que se profesaban. 

Second Life // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora