¡ once !

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Luego de su salida al parque, Jeongin no había querido despegarse de Hyunjin. Cada vez que llegaba a la biblioteca, arrastraba una silla y la posicionaba frente al escritorio del azabache, tomaba un libro y se mantenía en silencio, él leyendo y el otro trabajando.

Hyunjin no podía molestarse, si Jeongin quería estar cerca no se lo iba a impedir, además, le había puesto algunas condiciones antes de ceder a que pasara todo el tiempo cerca, siendo una de ellas que se mantuviera tranquilo y en silencio.

Yang se removía emocionado ocasionalmente, y es que tener al mayor enfrente siempre era algo mágico y agradable para él.

Ese día, Jisung había faltado porque se reportó enfermo, pero Hyunjin no le creía, podría jurar que cuando le llamó para excusarse, escuchó la voz de Minho al fondo. Tomando en cuenta que no habían muchas personas, decidió no reprenderlo por mentirle, pero si en otra ocasión volvía a hacerle lo mismo, no dudaría en regañarlo.

Suspiró sonoramente y se levantó de su asiento, llamando la atención del rubio que se mantuvo entretenido desde hacía ratos escribiendo cursilerías en pequeños y cuadrados papeles de colores, pegándolos alrededor de la computadora de Hyunjin, totalmente en silencio, sólo escuchándose su suave risa.

— ¿A dónde vas? —no tardó en preguntar, dejando su lápiz a un lado para prestarle atención al mayor.

— Sólo iré a acomodar algunos libros —respondió con simpleza, viéndose aburrido.

— ¿Quieres que te ayude? —pestañeó varias veces sin apartar la vista de él.

— Uhm, no, quédate aquí en silencio, no tardaré.

Jeongin hizo un puchero y lo vió alejarse. Estuvo quieto durante unos segundos viendo hacia la silla de Hyunjin y una sonrisa se formó en sus labios. Se levantó y se sentó en esta, moviéndose de lado a lado gracias a las ruedas que se lo facilitaban, recorrió con su vista la orilla de toda la pantalla de la computadora, sintiéndose orgulloso de todos los mensajes bonitos que había dejado pegados.

La campana de la entrada sonó y sus ojos viajaron rápidamente hacia la persona que entró. Frunció un poco el ceño y entrecerró los ojos, sintiéndose levemente amenazado, vió la hora en su reloj, y efectivamente ya era hora de que apareciera.

— Jeong, hola —Seungmin lo saludó con una sonrisa, pasando por alto la mirada del rubio.

— Hola, Kim —su voz salió neutra.

— ¿Hyunjin no vino hoy? —Yang asintió— ¿Podrías decirme en dónde está?

— Cualquier cosa que quieras decirle, dímela a mí y yo le diré, porque como ves, estoy en su silla, lo que me convierte en el encargado mientras él no está cerca —acomodó sus lentes, tratando de lucir profesional.

Seungmin lo pensó unos segundos y lo miró un tanto confundido, prestando un poco más de atención en el tono de voz en el que le hablaba.

— ¿Sucede algo? —Hyunjin se acercó cargando un par de libros.

Jeongin se sobresaltó levemente y se giró a verlo, se levantó y volvió a sentarse en su silla, esperando a no ser regañado por haber tomado su lugar por unos minutos.

— No, todo está bien —respondió Seungmin—. Te estaba buscando.

— Ah, cierto, sígueme —empezó a caminar hacia los estantes llenos de libros.

Jeongin se sintió inquieto, su puchero se hizo más pronunciado y sus pies picaban por ir tras ellos para saber qué tanto era lo que tenían que hacer. Suspiró desanimado, recargando su mentón sobre la palma de su mano mientras esperaba impacientemente.

── the library !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora