8. Un amor puro y sin cadenas

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Había pasado toda la tarde encerrado entre aquellas cuatro paredes, yendo de un lado para el otro, preguntándose qué era lo que Off estaba tramando

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Había pasado toda la tarde encerrado entre aquellas cuatro paredes, yendo de un lado para el otro, preguntándose qué era lo que Off estaba tramando. Llegó a pensar que se volvería loco si pasaba más de tres días entre aquellas cuatro paredes y su lobo interior estuvo muy de acuerdo con su pensamiento. No se quedaría más, esa sería su última noche en aquel lugar.

Cerca de la medianoche, la puerta de su habitación se abrió —mientras él se encontraba mirando hacia el bosque, llenándose con sus distintos olores y observando cómo de vez en cuando los lobos que circulaban delante de su vista le echaban una mirada para ver si se encontraba aún allí, él estaba sentado en el alféizar de la ventana con una de sus piernas sobre este y la otra colgando dentro de la habitación—. No giró su rostro, sabiendo perfectamente que se trataba de Off.

—Me han dicho que ni siquiera has querido comer —le dijo Off mientras escuchaba que este apoyaba algo sobre la pequeña mesa que decoraba la habitación.

—No tengo hambre —le contestó cortante y aun sin mirarlo.

Lo oyó suspirar e incluso comenzar a comer.

—Pues yo comeré. No he probado bocado en todo el día.

El olor a comida comenzó a llegar a sus fosas nasales, provocando que su estómago rugiera. Era una completa mentira que no tuviera hambre. Más aún percatándose de que se trataba de su comida favorita, pero aun así, su orgullo era más fuerte que su hambre.

—Si no lo comes ahora se enfriará y sabes perfectamente que un estofado frío no es rico —le dijo Off minutos después, apoyando sobre la mesa el cubierto con el que había comido.

—¿Por qué decidiste protegerme? —le preguntó de pronto, rompiendo el silencio que se había formado entre ambos.

Pero aun así, a pesar de que había hecho aquella pregunta que le había estado carcomiendo el cerebro durante casi toda la tarde, no se giró para mirarlo y saber si lo que le decía era cierto o no. Después de todo, nunca lo sabría. Ambos habían cambiado. Ambos eran completamente extraños el uno para el otro.

—Supongo que a pesar de que hemos estado creciendo separados, aún una parte de mi sigue conectada contigo —lo oyó suspirar—Nunca quise que te mataran Gun.

—Odio esto —comentó apretando fuertemente sus manos, contra su pierna y el alféizar.

—¿Qué es lo que odias?

Gun giró su rostro y lo miró, percatándose recién allí que la remera blanca de mangas cortas que llevaba puesta, ya no era completamente de ese color, sino que estaba cubierta de sangre. Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Qué...? —Intentó preguntar, pero parecía incapaz de seguir preguntando, pero la preocupación en su rostro era notoria, con premura saltó del alféizar y se quedó parado frente a la ventana, no sintiéndose capaz de llegar hasta su altura, la herida aún molestaba demasiado y bajar de golpe le dolió—. Off por su parte pareció no entender al principio hasta que recordó lo que llevaba puesto. Miró hacia abajo y tomó la remera, negando con la cabeza. Gun por su parte se abofeteó internamente. ¿Cómo era tan estúpido, que no se percató que ese olor a sangre tan penetrante que parecía bañar por completo la habitación... No era la de Off?

Quédate conmigo - H.A #13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora