Encierro

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Día 4
Encierro

Una cruel broma de sus hermanos había hecho que Hans se perdiera la ceremonia de coronación de su hermano mayor, además de gran parte de la recepción

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Una cruel broma de sus hermanos había hecho que Hans se perdiera la ceremonia de coronación de su hermano mayor, además de gran parte de la recepción.

Se había cansado de golpear la puerta y gritar sus nombres, nadie podía oírlo.

Se deslizó por toda la puerta hasta caer de pompis al suelo, apoyando su peso en la madera dura.

—Cuando los vea, voy a darles una paliza que aaah... —gruñó, fastidiado.

Había pensado en saltar por la ventana, pero valoraba mucho sus piernas, por lo que no era una opción... Por el momento.

Cerró los ojos, intentando descansar un poco su vista y así acostumbrarse a la oscuridad, porque no bastaba dejarlo encerrado, también lo dejaron sin velas.

Y cuando creyó que ése era el final de su trágica noche de Noviembre, escuchó unos tacones repicar el suelo.

—¿Qué rayos? —oyó que preguntaron.

Inmediatamente se puso de pie, y movió la perilla de la puerta.

—¿Hola? ¡Por favor, ayúdame! ¡Me han dejado encerrado toda la fiesta! —gimoteó el pelirrojo.

—¿Por qué estás encerrado?

—Por una broma nada graciosa —respondió.

Escuchó las llaves tintinear, seguido del metal chocar con la madera.

Después, la puerta fue abierta.

La luz lo cegó por unos segundos, pero cuando sus ojos volvieron a la normalidad, quedó maravillado ante tal sorpresa.

Una preciosa chica de ojos azules y piel blanquecina estaba al otro lado de la habitación, con una pequeña sonrisa de lado.

—Con que eres tú, príncipe Hans —se rió en bajito. Éste se sonrojó.

—¿Me... conoces?

—Soy la hija del Rey Agnnar, el socio comercial de tu padre —explicó, ladeando su cabeza divertida.

—Yo eh... Casi nunca puedo ir a los eventos... —se rascó el mentón, apenado.

—Ya veo el por qué —le tendió las llaves con las que lo habían encerrado–. Tus hermanos no son muy listos, las dejaron pegadas a la manija.

—Ah, sí. Son unos idiotas —dijo con desdén.

De Elsa brotó una pequeña carcajada.

—¿Te quedarás ahí o vendrás conmigo a la fiesta?

Hans sonrió, travieso.

—Ah, princesa. Te sorprenderá mi encanto natural al bailar. Soy muy bueno —presumió, tomándola del brazo.

—Oh bueno, eso ya lo veremos —le siguió el juego.

ꫝꪖꪀડ  &  ꫀꪶડꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora