Quemadura de hielo

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—Los quiero aquí antes de las siete, ¿entendido? —preguntó Iduna, apuntándole al par de enamorados con complicidad

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—Los quiero aquí antes de las siete, ¿entendido? —preguntó Iduna, apuntándole al par de enamorados con complicidad.

—Claro que sí, antes de las siete —contestó Hans, jalando juguetonamente a la rubia para que avanzara.

—¡Nos vemos después, mamá! —gritó Elsa, ya a una distancia considerable de su casa.

Los dos jovencitos iban de la mano, caminando en el sendero de siempre para ir al lago congelado, el bosque estaba cubierto de blanco y los árboles estaban secos por el invierno.

Abrigados con telas marrones y enfundados en botas de piel, llegaron al cuerpo de agua en hielo.

—Ven, vamos a patinar —dijo el pelirrojo, sacándose la capa y sentándose en una roca grande para ponerse sus patines.

—¿Seguro? Pero aún no ha pasado tres días desde que empezó a nevar –recordó Elsa, que se acercó a la orilla del lago– aún puedo ver el fondo —comentó, dejando en claro que era una mala idea.

—No pasará nada, no te mortifiques —ya con sus patines puestos, tomó a la rubia de la cintura y la sentó en sus piernas, dedicándose a quitarle los zapatos.

—Si madre nos encuentra desobedeciendo sus reglas, te patearé el trasero —advirtió la ojiazul, vigilando que ese travieso no escabullera sus manos por debajo de su vestido.

—Tú puedes patearme el trasero las veces que quieras —y le guiñó un ojo, coqueto.

Elsa se rió con sarcasmo, empujando la cara del joven para que saliera de su espacio personal.

Los dos se deslizaron lentamente hasta poder llegar a la superficie deseada. En cuanto la comodidad les dio luz verde los dos se paseaban a sus anchas.

ꫝꪖꪀડ  &  ꫀꪶડꪖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora