prólogo

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Louis se inclinó sobre el libro que tenía delante de él, se pasó una mano por el pelo con aire frustrado y suspiró. No suspiraba porque aún le quedaran 50 páginas para estudiar ni tampoco porque probablemente no dormiría más de 3 horas aquella noche. Suspiraba porque era su segundo año de carrera de Estudios literarios y seguía sintiendo que no pertenecía a aquel lugar.

Louis aún veía en blanco y negro. Sólo tenía 20 años y era algo completamente normal, con lo que se supone que debería aprender a vivir al menos durante un tiempo, pero era incapaz de hacerlo. Louis era consciente de que había personas que nunca encontraban a su alma gemela y que por tanto nunca podían llegar a ver los colores que el mundo tenía por ofrecer. Louis tenía miedo de ser una de esas personas.

De pequeños, cuando iban al colegio, les habían explicado cómo eran los colores para que, una vez encontraran a su alma gemela, pudieran distinguirlos. Louis sabía que el mar era azul, que la capa de Superman era roja, que el césped era verde, que las hojas de los árboles cambiaban de color según la estación. Sabía que un Pikachu era amarillo, y que su madre siempre llevaba pintauñas morado.

También sabía que sus ojos eran azules, porque su madre se lo había explicado con todo detalle durante muchos años. Louis sabía que, dependiendo de la ropa que se pusiera, podían adoptar un tono verdoso o grisáceo. Sabía que se volvían de un azul más brillante cuando hablaba sobre algo que le apasionaba, y que parecían apagarse cuando estaba triste.

Trabajaba por las tardes de camarero para poder pagar el piso en el que vivía. No era gran cosa, en realidad. Era pequeño y lleno de muebles viejos con los que Louis se chocaba constantemente, olvidando que estaban allí. Louis pasaba el 90% del tiempo en su habitación, así que no se molestaba en limpiar el resto del piso. La mayoría de estanterías estaban cubiertas de polvo, y los platos podían pasarse semanas apilados en el fregadero hasta que Louis se decidiera a lavarlos.

Louis era consciente de que el alquiler del piso le saldría mucho más barato si lo compartiera con alguien. Pero Louis no era el tipo de persona capaz de convivir con las manías y los "esto está hecho un desastre" de los demás.

A Louis le gustaba su desorden. Y tampoco creía que su piso estuviera tan hecho un desastre. Sí, a veces algún libro se caía de una estantería y se pasaba meses en el suelo, a veces Louis dormía durante días sin sábanas porque las había puesto en la lavadora y se le había olvidado encenderla. A veces todo se volvía demasiado y Louis acababa convirtiendo todos sus apuntes en bolas de papel arrugadas y tirándolos a la papelera.

Luego los recogía y, si los papeles estaban demasiado arrugados, los pasaba a limpio, aunque eso le llevara horas.

Intentó sacarse esos pensamientos de la cabeza y volvió la vista al libro, porque al fin y al cabo, por mucho que le diera vueltas a esas cosas, sus manos no dejarían de temblar cuando se veía rodeado de demasiada gente en los pasillos de la universidad; ni tampoco dejaría de clavarse las uñas en el brazo cada vez que escuchaba una risa cerca suyo, a pesar de ser consciente de que no iba dirigida a él.

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Cuando se sentó en clase al día siguiente y el profesor le tendió las hojas del examen, Louis no estaba nervioso. Nunca lo estaba. Se le daba bien memorizar y su nota más baja aquel trimestre había sido un 8'7.

Pero aquello no acababa de llenarle. Veía a algunos de sus compañeros de clase alegrarse cuando aprobaban por los pelos, o incluso algunos que estaban felices cuando sacaban un 4 en vez de un 2. Louis se sentía un egoísta cuando se quejaba interiormente porque había sacado un 9 y algo en un examen y no había conseguido llegar al 10, pero no podía evitarlo. Estaba estudiando porque era lo que se suponía que debía hacer. Porque estudiar le quitaba tiempo libre, y eso era lo que necesitaba; no tener ni un segundo para sí mismo. No tener tiempo para pensar en lo vacío que se sentía, ni en lo mucho que necesitaba que alguien apareciese en su vida, le cogiera la mano y le prometiera que el mundo nunca más iba a estar en blanco y negro.

Pero eso no iba a pasar.

Louis sacudió la cabeza y empezó a escribir.


green (Larry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora