IV

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Louis clavó la vista en el suelo, e intentó resumir todas las preguntas que tenía en su cabeza en una sola.

— ¿Por qué estás aquí?

Harry se le quedó mirando, como si no entendiera del todo su pregunta. Pero en cuanto vio la expresión preocupada de Louis y la forma en la que sus hombros estaban tensados, se dio cuenta de que le debía una explicación.

— Sonará raro, pero cuando llegué a la universidad me sentí muy fuera de lugar. La gente allí es maja, sí, pero siento que no encajo en ninguno de sus grupos. Puedo estar con ellos, pero no me siento cómodo, es como si no pudiera ser del todo yo mismo. Pero luego te vi a ti, solo, y tuve la sensación de que podríamos llevarnos bien, así que le pregunté a uno de los chicos con los que iba cómo te llamabas. -hizo una pausa, y dirigió una sonrisa al suelo- Eso sonaba mejor en mi cabeza. Dicho en voz alta suena increíblemente estúpido.

Louis se quedó observando al chico en silencio, y no fue hasta que sus ojos se cruzaron con los de Harry que se dio cuenta de que se suponía que debía responder.

— No suena estúpido. Supongo. Quiero decir, se me hace extraño que alguien quiera hablar conmigo, eso es todo. Pero supongo que no hay nada de malo en que quieras hablar conmigo. Creo. -Claro que había algo de malo en eso. Todo sobre eso era malo.

Louis era consciente de que había empezado a tartamudear, y se sentía un idiota por ello. Habían llegado a las escaleras que bajaban hasta la estación de tren, y si Louis pensó que Harry iba a parar allí, se equivocó. El chico siguió sus pasos, con los labios tensados en una fina línea y aún sin responder a lo que Louis había dicho antes.

Cuando llegaron a las máquinas por las que tenían que pasar el billete para llegar a las vías, Louis se paró en seco y se esforzó por mirar a Harry a los ojos durante al menos unos segundos, con una expresión de súplica en su rostro. El chico pareció entenderlo, porque movió la boca sin emitir ningún sonido hasta que encontró las palabras que quería decir.

— Bueno, te dejo aquí. No te importa que sigamos hablando, ¿verdad?

— No, claro que no. -mintió Louis, y le dio la espalda al chico, desapareciendo entre la multitud.

-

A Louis nunca se le había pasado tan lenta una media hora. Estaba sentado en uno de los asientos del tren, retorciéndose las manos con nerviosismo, clavándose las uñas en el brazo lo suficientemente fuerte como para mantenerse enfocado. Había un zumbido en su cabeza que se negaba a desaparecer, y Louis sabía que los temblores no tardarían demasiado en llegar. Cuando el tren por fin paró en su estación y Louis salió, respiró con fuerza, y sintió como si llevara toda la tarde aguantando la respiración. Casi corrió hasta su piso, y por unos instantes le dio igual lo que la gente pensara de él. Le dio igual que su respiración estuviera tan agitada, le dio igual que su flequillo se estuviera pegando a su frente por el sudor, le dio igual que su mochila le golpeara la espalda con cada paso que daba.

Después de varios intentos de meter la llave en la cerradura, consiguió entrar en su piso, y estuvo a punto de caerse por culpa de la bolsa de basura que seguía reposando en el suelo del recibidor.

Fue directamente hacia su habitación y cerró la puerta detrás de él, dejando que su espalda se deslizara por ella hasta quedar sentado en el suelo. Se abrazó las rodillas lo más fuerte que pudo, y escondió su cabeza entre ellas, dejando que los temblores se apoderaran de su cuerpo y que los sollozos inundaran su garganta.

No estaba hecho para eso.

No estaba hecho para hablar con alguien a quien acababa de conocer como si nada. Era incapaz de mantener una conversación coherente por más de un minuto, repetía demasiado las palabras y todo sonaba mil veces más estúpido cuando lo decía en voz alta. Se sentía un idiota y nunca encontraba la forma adecuada de decir lo que pensaba.

Notaba un nudo en su pecho que parecía negarse a deshacerse por muchas lágrimas que bajaran por sus mejillas.

No sabía qué había llevado a Harry a hablarle, pero si seguía así, iba a acabar con él. Sí, tenía una voz bonita y los hoyuelos que aparecían cuando sonreía daban ganas de devolverle la sonrisa, pero seguía siendo una persona: una persona que hablaba y se reía y le juzgaría y se cansaría de él al cabo de unas semanas, y luego iría a contarle a sus otros amigos lo raro que era y les diría que deberían mantenerse alejados de él.

Louis sabía que no era lo suficientemente importante como para que la gente hablara de él a sus espaldas, pero una parte de su mente le obligaba a creer que sí. La misma parte que le convencía de que todas las risas iban dirigidas a él y que todo el mundo que aparecía en su vida lo hacía sólo por interés.

Se obligó a sí mismo a levantarse y se limpió las lágrimas, ahogando un último sollozo. Cogió un libro cualquiera de los que tenía apilados sobre su mesa, y forzó a su mente a leerlo en un intento de ignorar el vacío de su pecho, a pesar de que la cabeza le dolía y todas las palabras parecían fundirse en una sola: Harry.

green (Larry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora