IX

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Louis sintió como si el mundo hubiera dejado de girar, como si lo único que existiera en ese momento fueran los ojos de Harry. Hubo un silencio, unos segundos en los que ambos se quedaron quietos, simplemente perdiéndose en el color de los ojos del otro. Harry nunca había visto el color del mar, pero estaba seguro que los ojos de Louis eran aún más bonitos.

Entonces, cuando Harry sonrió, el hechizo en el que se habían sumido pareció romperse, y Louis parpadeó, siendo por fin plenamente consciente de lo que estaba pasando. El mundo ya no estaba en blanco y negro. Harry era su alma gemela.

Louis se levantó, y miró a su alrededor. Sus sábanas eran de un rojo pálido, y los cuadros de la camisa de Harry eran granates y violetas. Se acercó a la ventana, y el cielo era de un azul claro, limpio.

Sintió los brazos de Harry rodeándole por detrás, y sonrió, con esa sonrisa que llevaba reservando tantos años para ese momento; un momento que a veces dudó si llegaría algún día.

Harry apoyó su cabeza en su hombro, y se quedaron así durante unos minutos, observando el cielo.

Louis se giró, y volvió a besar a Harry, y sintió como si su corazón estuviera haciendo piruetas en su pecho. Rompió el silencio que se había instalado entre ellos con un "gracias" murmurado entre besos, sin poder quitarse la sonrisa de idiota del rostro.

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Harry no reparó a Louis, porque aquello no era un cuento de hadas, y Harry no era un príncipe que con su llegada solucionaría todos sus problemas. Pero fue su constante, le abrazó cuando todo era demasiado y su mente se volvía un lugar oscuro y horrible, y le dijo palabras bonitas cuando supo que las necesitaba. Louis seguía teniéndole miedo a muchas cosas, pero el mundo parecía un sitio más cálido ahora que podía ver sus colores.

Descubrió que su color preferido era el tono de verde de los ojos de Harry, y que no le importaba despertarse más pronto por los mañanas si eso significaba ver los colores del amanecer. Incluso los exámenes le parecían entretenidos ahora que veía que el color de la tinta del bolígrafo con el que escribía era azul.

Ahora que veía el color rosado de su piel, las venas verde azuladas recorriéndole los brazos, las ojeras de un tono morado bajo sus ojos, ahora, que el espejo ya no le devolvía la imagen de un chico roto en blanco y negro, se dio cuenta de que no era una causa perdida; que sí, su cerebro podía hacerle creer a veces que nada valía la pena, pero Louis ahora sabía que todo valía la pena. Y que si Harry podía querer al desastre que se escondía debajo de sudaderas y pantalones demasiado grandes, él también podía.

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Desde el día que se besaron, Harry había empezado a ir al piso de Louis cada tarde, aunque sólo fuera para sentarse en su cama mientras le veía estudiar o hacer deberes. Louis se había empezado a abrir más a él, y a veces después de largos silencios en los que ambos se perdían en los ojos del otro, le explicaba cosas que le preocupaban o que le daban miedo, y Harry guardaba esos momentos como un tesoro porque sabía que Louis nunca había hecho eso con nadie. Nunca había admitido que le daba miedo la oscuridad porque le recordaba a lo oscuros que podían llegar a ser sus pensamientos, nunca había admitido que a veces se clavaba las uñas en los brazos hasta sangrar para protegerse del dolor que no podía controlar, el que venía de su pecho y se instalaba entre sus pulmones y no le dejaba respirar.

Nunca había admitido que llevaba años sin confiar en nadie, ni siquiera en sí mismo, y por eso cuando un día se acercó a Harry y le abrazó con todas sus fuerzas, susurrando un "confío en ti" contra su pecho, Harry lloró. Porque era consciente de que para Louis aquello significaba más que cualquier "te quiero", y que nunca podría expresar con palabras lo que sentía por aquel pequeño desastre que tenía entre los brazos.

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Harry llevaba semanas preguntándose a sí mismo cómo podía decirle a Louis que quería irse a vivir con él a su piso. Sabía que con Louis tenía que hacer las cosas de forma lenta, pero no había ninguna forma de pedirle aquello lentamente. Harry seguía viviendo con sus padres, y vivir con Louis supondría un cambio muy grande en su vida; un cambio que llevaba necesitando desde que había cruzado miradas con él.

Estaba sentado en la cama de Louis, como cada tarde, observando al chico mientras pasaba páginas de un libro sentado en la silla delante de su escritorio. Y supo que si no lo decía en aquel momento, no lo haría nunca.

— Quiero venirme a vivir contigo. -las palabras salieron de sus labios antes de siquiera ser consciente de que quería decirlas.

Los segundos que Louis tardó en girarse le parecieron siglos, pero cuando por fin lo hizo, fue como si todo su rostro se iluminara; Harry pudo ver galaxias enteras en sus ojos, y todas las luces de París en su sonrisa.

— Pensé que nunca lo dirías. -dijo, y se levantó, acercándose a Harry y enredando sus manos en su nuca, juntando sus labios con delicadeza.

Cada vez que besaba a Harry se sentía como la primera vez. La magia seguía ahí, la electricidad seguía recorriendo cada vena de su cuerpo, su pecho seguía incendiándose.

Louis no quería que Harry viniera a vivir con él. Lo necesitaba. Necesitaba su olor en su almohada, su voz por las mañanas, la calma que traía con él dondequiera que fuese. Le necesitaba con cada fibra de su cuerpo, le necesitaba de todas las maneras posibles.

Harry vio como las galaxias en los ojos de Louis se convertían en huracanes, y cogió al chico por el cuello de su camiseta, acercándole más a él.

Los sonidos que hacía el corazón de Louis al latir eran su canción favorita.

green (Larry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora