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Si tuviera que morir por ser infeliz, Hattie ya estaría bajó tierra. Pero creía que por la niña de enfrente, valía la pena soportar el infierno.
Relativamente hablando.
El dolor de estómago fue más soportable de alguna forma. Solía creer que era desafortunada antes de caer en manos de los fundadores, era una ilusa.
Una serie de pasos detrás de la puerta llevó su atención. Su mente voló por todas las cosas que podrían hacerle esta vez.
Dios, ¿Para que volvían?
— Hattie levántate — Ordenó el menor de los hermanos, Shin.
Pesadamente logró ponerse de pié. Vió a la pequeña niña dormir plácidamente, y sonrió.
— Eres una egoísta — Se burló el sujeto en cuanto observó a dónde dirigía la atención de la mujer, pero no contesto.
Caminando por los pasillos el hombre no pudo cerrar su boca así que solo parloteo acerca de cosas que no entendía.
Sus palabras resonaron mientras la empujaba para que avanzará más rápido. Estaba cansada, solo quería dormir.
Entraron al salón principal, un lugar que solo tenía permitido ingresar cuando debía limpiar.
Shin la empujó hacía el centro, y caminó hacia su hermano. Aparte de ellos, había un tercer hombre.
— Es agradable — Comentó el incógnita como si fuera un objeto en venta, y lo era.
— Necesita una ducha — Dijo Shin también observándola.
Sostuvo el borde de su falda, y apretó sus puños. Veía lo que pasaría, sería vendida a alguien que podía ser incluso peor que los fundadores.
El hombre sonrió, y caminó hasta llegar en frente de la muchacha. Levantó su cabeza deleitándose con su olor, y celebró.
— Muy encantadora — Halago hacía los hermanos.
— Entonces...— Empezó Carla sentando en el sillón individual —...esto es el final del problema.
— Eso es algo que yo diré — Aseguró sin perder su toque divertido — Bien, debemos irnos — Ofreció su mano a la fémina.
Hattie tragó en seco, y se inclinó para poder mirar a los fundadores quienes no parecían interesados en lo que podría decir.
— ¿Que pasará con Daiki? — Al terminar la pregunta, Shin soltó un gruñido. Era el menos paciente.
— No lo sabemos — El mayor de los hermanos ni se inmutó.
— Pero...
— ¡Ay, por favor! Llévatela antes de que corte su cabeza — Shin alzó su voz.
— Controlate — Ordenó Carla enviando una severa mirada a su hermano.
— Creo que eso es todo — El tercer hombre golpeó sus manos, y sonrió — Lo que digan luego de aquí, es pura ineficiente que podría llevarnos a otro drama.
— Coincidimos — Bramó Carla levantándose del sillón.
— ¿Tienes algo que deseas llevar de equipaje? — Preguntó el tercer hombre a la muchacha.
— No, señor — Susurró.
— Por favor, querida. Llámame Karlheinz, al final seremos familia.
