Prologo

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Sus ojos azules dejaron de mirar las letras perfectamente escritas en aquel libro para fijarse en la ventana, la cual estaba abierta de par en par dejando ver la hermosa luna que iluminaba en la oscuridad de la noche.

Se quitó de encima las sabanas que cubrían su cuerpo, tocando el piso con sus pies descalsos, y cuidándose de no hacer ruido, se dirigió a la ventana.

La pequeña de tan solo siete años miraba con adoración el cielo, sus ojos fríos rara vez adquirían aquel brillo espectacular. Solía ser así de reservada, ni siquiera con sus hermanos era expresiva, se guardó sus sentimientos para sí misma desde temprana edad y así evitar salir lastimada en aquel mundo cruel.

Solo podía ser ella misma cuando estaba con él, con su padre, con su único y verdadero amor. Pero Albert Galard ya no estaba en ese mundo, el de cabellos rubios ya no podía proteger a su pequeña. Por qué dio su vida por la humanidad, falleció sirviendo fielmente a su patria, a su gente y a sus principios.

Las lágrimas bajaron por sus mejillas mientras observaba las estrellas, lo hechaba tanto de menos. Lo odiaba por abandonarla, a ella, a su madre y a sus hermanos; lo aborrecía por que le dijo que nunca se iría, pero se fue.

Se fue para nunca regresar.

Unos toques en la puerta la pusieron alerta, era tarde y no debía estar despierta o sino le saldrían ojeras. Se limpió las lágrimas y cerró la ventana, para luego dirigirse a la cama y entrar en ella, no sin antes limpiarse los pies silenciosamente. Tomó su almohada y la abrazó imaginando que era su papá, para luego caer en un profundo sueño.

La puerta se abrió haciendo un leve ruido, dejando ver a una mujer de cabellos rubios y ojos color abellana. Los orbes de la mujer estaban cargados de tristeza y melancolía, ella sin duda estaba preocupada por su joven señorita.

Hacía poco menos de un año que había perdido al Galard mayor y el que la pequeña tuviera episodios de insomnio se había vuelto habitual en las últimas semanas. Principalmente por que pronto sería el cumpleaños de dicho Alfa, lo que significaba que la herida volvería a sangrar.

Sin embargo, todos sabían que la señorita Eleonor no era la única que sufría, los sirvientes más leales habían visto a la madre de dicha niña llorar amargamente por la muerte de su marido. Los sollozos desgarradores rompían los corazones de los presentes, dejando a la vista cuán profundo era el amor del Omega por su Alfa.

Los niños más pequeños de la familia estaban enterados de la situación, los tres años de los gemelos no eran impedimiento para que fueran preparados desde temprano. Para ellos también era una tragedia la perdida del mayor, pero aún así se tenían que mantener firmes frente a los demás.

Solo pudiendo derrumbarse frente a su madre y hermana mayor. Mientras acariciaban sus cabellos rubios con adoración, recordando la escencia del difunto a través de los menores.

Todos tenían puestas sus esperanzas en la Alfa, ella tenía que ser la cabecilla de la familia, tenía que prepararse pronto para ejercer el cargo de Duquesa. No podían darse el lujo de perder prestigio solo por la muerte de Albert, el legado de los Galard tenía que continuar.

Y Eleonor se encargaría de darles la mejor vida a sus hermanos y madre.

CompliCaCion es  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora