Decepción

7 1 0
                                    

Elizabeth

Mis manos tiemblan sin ningún control. Dios mío que he hecho. ¿No ha sido una ilusión? ¿Le he pegado de verdad? Sí. Lo he hecho. No puedo creérmelo. Mierda. Mierda. Mierda.

Mi mirada viaja a Richardson, que está igual de impactado que yo. Me mira.

—Elizabeth...

—Yo... lo siento. Ni siquiera estaba pensando en lo que hacía es solo que me he cabreado tanto que...

—¿Y porque te has cabreado es motivo para darle una bofetada? —niego, con la vista borrosa debido a las lágrimas —Esto está mal. Muy mal.

—Lo sé. Lo sé es solo que...

No tengo excusa. Le he puesto la mano encima. No ha sido la primera vez. La primera vez de hecho fue por algo totalmente distinto, pero no me he sentido de la misma forma que me he sentido ahora. ¿De verdad le he pegado por decir lo que piensa de mi padre? Joder... Lo he hecho. Le he pegado por tener una opinión de mi propio padre, que aunque distinta a la mía, sigue siendo aun así una versión distinta. No debería haberlo hecho. Se ha ido sin poder disculparme.

¡Joder Elizabeth! ¿Es que no puedes hacer nada bien?

La gente no para de preguntarme una y otra vez si él me hace daño, tanto de manera física y psicológica. No paran de dudar de él y de preguntar si me hace daño, pero he sido yo. He sido yo quien le ha abofeteado.

Tengo que disculparme. No puedo quedarme aquí y no hacer nada. Debo disculparme, aunque tenga que seguirle. Cojo la mochila del suelo, calzándome, dispuesta a coger mis cosas e ir en su busca, pero la voz de Richardson me frena.

—No puedes seguir así —habla, llamando mi atención —está espiral destructiva no solo os afecta a vosotros Elizabeth. No solo os hacéis daño entre vosotros, pero al resto de las personas que os rodean. Estáis destruyendo vuestro entorno, vuestra relación; el cariño que os tenéis está acabándose por culpa de vuestra actitud.

—Richardson que quieres...

—Lo que quiero decir es que maduréis de una vez. No podéis estar en una relación donde no hay nada bueno.

—Si hay cosas buenas —nos defiendo —Alexander y yo solo tenemos algunos roces, pero hay muchas cosas buenas en nuestra relación.

—¿Ah, sí? ¿Cómo qué? Dime un solo día donde no hayáis acabado enfadados o pensando demasiado si estáis bien, o separados o llorando por los actos del otro. Dime una sola ocasión —me quedo en silencio, mirando al suelo —no creo que seáis buenos el uno para el otro. Ya no. Os tengo un gran aprecio a ambos, y siempre me tendréis pero no creo que esto vaya a ningún lado —lanza la libreta sobre la mesa de café, sentándose en el sillón que estaba antes, masajeándose la sien —vete, por favor.

—Lo siento mucho —me disculpo con voz ahogada. Estoy a nada de soltar un sollozo, pero no quiero parecer débil. No quiero que piense que soy una víctima. No quiero avergonzarle más —de verdad que lo siento mucho. Ya me voy —cojo mi mochila, saliendo de la sala, completamente abatida. Salgo de la universidad, y en vez de irme a casa de Alexander para disculparme como tenía pensado hacer decido caminar.

Ni siquiera Richardson cree que esto tenga ningún futuro. Él nunca me ha abandonado. Nunca ha pensado que sea un caso perdido, solo esta vez, y eso me hace sentir miserable.

¿Si ni siquiera él me tiene esperanzas para poder sacar esto adelante quién más podría tenerla? Richardson siempre me ha ayudado, por muy difícil que se lo pusiera durante todos los años de terapia nunca decidió rendirse conmigo. ¿Y si tienen razón? ¿Y si de verdad esto es un caso perdido y no hay ningún tipo de posibilidad? Cada vez que lo medito me doy cuenta de cuántas personas me lo han dicho y advertido sobre lo que significa estar con él, sobre lo difícil que es esto y lo difícil que está siendo pasar por esta relación ¿Así se siente enamorarse? No.

Mi Ángel III "¿Y ahora qué?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora