Mentiras

5 1 0
                                    

Alexander

Me bebo mi segunda copa casi de golpe en cuanto Massimo me la pone en la barra. Michael está justo a mi lado, mirándome detenidamente, y a unos pasos de nosotros, de pie, Giorgi.

—¿No crees que bebes demasiado rápido? Ni siquiera sabemos que hacemos aquí.

—Simplemente quiero beber. No tengo ningún problema —contesto, mareando el hielo que hay dentro del vaso, dándole vueltas.

—No deberías beber mientras te rehabilitas. Podrías engancharte al alcohol —encojo los hombros —¿es que acaso te da igual? —me acusa Michael —estás bien ahora. ¿Por qué arruinarlo?

—No han pasado ni dos meses desde mi último colocón.

—Sí, donde casi mueres por ello —contesta Giorgi —siendo tu novia, la que su madre murió por las mismas drogas que te echaste, encontrándote en la misma situación, que también se encontró a ella.

Gruño.

—¡Lo sé joder! ¿Por qué narices te metes en esto? Ella y yo ya lo hemos hablado.

—No habéis hablado lo que de verdad te tiene así.

—¿Qué ha pasado con Elizabeth? —pregunta Massimo, intrigado —¿has vuelto a cagarla?

—No es nada —murmuro, cabreado —ponme otra —señalo el vaso.

—Alexander... —me llama Giorgi.

—¿Quieres parar ya de darme el coñazo? Ni que fueras mi padre, joder.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estáis tan raros?

Paso de ellos, observando las redes sociales, sin prestar atención a realmente nada. Simplemente puedo darle vueltas a la cabeza a que Elizabeth y yo somos hermanos. Pensé que por la mañana todo estaría mas claro. Pero no solo no pegué ojo en toda la noche, si no que además no siento que tenga una respuesta.

He llegado a una conclusión, y a una pregunta final tras mi noche en vela.

¿Quiero estar con ella?

La respuesta impulsiva es sí. Lo fue incluso en el primer segundo que me la cuestioné. La racional...Esa es la que siembra duda en mí. ¿Por qué no puedo tener una respuesta simple? Sí o no.

Ese cabrón me ha destrozado la vida...

Debería ir y partirle la cara. Molerle a golpes hasta que se quede inconsciente o acabe matándole.

Ella me odiaría por ello.

¿Y si se lo contara? Eso sería una locura. Contarle ahora que somos hermanos sería como lanzar una bomba atómica entre ambos. Primero por el hecho de que somos hermanos y a ambos nos resultaría aberrante, por el otro lado, por mentirle, por no contárselo nada más enterarme y escondérselo por un par de días. No quiero que me deje, y aunque Giorgi está insoportable desde que lo sabe, en algo tiene razón, y es que debo asimilarlo, sea cual sea mi decisión tras pensarlo y meditarlo, pero debo hacerlo antes de contarle toda la verdad, para poder ayudarla, poder guiarla. Eli me necesita. Ya le he causado mucho daño. No quiero que mis pensamientos sean una cosa más de la lista. Me arriesgaré a esperar, incluso aún cuando le prometí que iría con ella si me sintiera con ganas de meterme algo, como ahora.

Unos videos llaman mi atención entre todo lo que he visto en las redes sociales, alejándome de mis pensamientos para instalarme el sentimiento de ira y confusión.

Es Elizabeth, está en una fiesta, jugando al ¿birra-pon? Lleva un vestido rojo que no deja a la imaginación, parece cómodo en este, aunque claramente se nota que la ha vestido Cassie. Están gritando y riendo. Está borracha porque se pueden ver muchos más vasos dados la vuelta de su lado que el del equipo contrario, que apenas tienen dos, pero lo que verdaderamente llama mi atención es el chico a su lado. ¿Quién es ese pavo? Ese y todos los tíos que hay detrás que la observan, disimulan como si estuviesen admirando el juego, pero no es así. En el video tira la pelota, dando de lleno en uno de los vasos. Gritan todos, incluida ella y ese chico. Se abrazan, presos de la emoción.

—¿Qué coño? —bramo, dejando el teléfono sobre la mesa, con demasiada fuerza.

¡Se ha ido de fiesta!

—¿Qué pasa? —pregunta Michael, observando los videos —vaya, parece que se está divirtiendo.

—Calla —ladro —¿por qué cojones no me ha dicho nada? Me dijo que iba a estar en la biblioteca.

—Quizás las últimas nueve llamadas que te ha hecho tenían algo que ver —puntualiza Giorgi, ganándose una mirada de odio por mi parte.

—Voy a buscarla —habla mi lado impulsivo. Mi lado protector y más primitivo. Sé que está mal. Mi lado racional lo sabe, pero ahora mismo ese lado está encerrado, y la llave la tiene mi parte irracional, la que la llevará a casa y la dejará ahí.

—¡Tio! —exclama Michael —¿por qué no lo piensas un poco? Se nota que no estáis del todo bien. Quizás deberías dejarla y ya mañana...

—No. Voy a buscarla —no lo dejo terminar. Salgo de allí, hecho una furia y a toda prisa en su busca.

Dios santo Elizabeth, ¿por qué de una manera u otra siempre estás dentro de mi cabeza? No importa el momento, la circunstancia o lo que nos rodee. Siempre está en mi cabeza, tanto por lo enamorado y hechizado que me tiene, como por lo cabreado que me hace estar por sus actos.

Mi Ángel III "¿Y ahora qué?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora