Cena y fiesta

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Elizabeth.

Me río a mas no poder, mientras mis pies dejan de coordinarse, obligándome a apoyarme en Alexander, que intenta abrir la puerta de la forma más torpe posible.

Hemos bebido demasiado. Una botella de vino es demasiado.

No me arrepiento.

Mi mente ahora mismo está en una nube. No hay preocupaciones, simplemente estoy yo y Alexander intentando no caernos al piso en cuanto alguien nos abre la puerta. Es Michael.

—¡Michael tío! —exclama Alexander en voz alta.

—¡Shh! —nos mete dentro de la casa —no hagáis tanto ruido son las doce y media de la noche. —Cierra la puerta —estáis como dos cubas —en la sala de estar también están Massimo, Giorgi y Jack.

—Estamos de celebración —sonríe Alexander, pasándome el brazo por el hombro. Él ha bebido más que yo.

¿Cómo puede una persona que se drogaba tener tan poca resistencia al alcohol?

—Alexander vamos a la habitación —pido, un poco mas serena —disculpad. Tiene que dormir bastante.

—Igual que tu.

—Estoy mucho menos borracha que él —declaro.

Es verdad. Estoy algo mareada, pero aún tengo la consciencia clara, y mi equilibrio es por culpa de estos tacones que son incomodísimos. Alexander se apoya mucho más en mi, obligándome a sostenerle. Michael me ayuda por el otro lado, yendo hacia su habitación.

—Gracias —susurro.

—Me alegra que ya no estéis mal.

—Creo que tenemos demasiado alcohol en nuestro cuerpo como para preocuparnos de nuestros problemas —cojo las llaves del bolsillo delantero de Alexander para abrir su puerta de la habitación. No sé por qué todos cierran sus puertas. La única que está abierta siempre es la del baño, el resto siempre están cerradas —gracias, Michael.

—No es nada —deja su mano en mi hombro, apretándolo levemente —descansa.

—Igualmente —se va de nuevo al salón, dejándonos solos. Alexander va primero, quitándose la ropa por el camino mientras yo cierro la puerta, dejándole las llaves sobre la mesa de noche —es hora de acostarnos a dormir.

—Desnúdate —ordena, haciéndome parpadear varias veces. Alexander está simplemente en su ropa interior, y una clara erección a través de esta. Trago saliva.

—No es buena idea —comento. Sé que la conversación no quedará aquí. No cuando se acerca a mí, con sus ojos azules, apenas visibles debido a sus dilatadas pupilas, como si yo fuera su presa. Me bajo de los tacones, dejando que la diferencia de altura sea un poco mas notoria.

—¿Por qué tienes que ser tan guapa? Me hace querer estar dentro de ti todo el día —pregunta. ¿Espera una respuesta?

—No creo que esa sea la pregunta que tienes que hacer.

—Déjame intentarlo de nuevo —me rodea la cintura con sus brazos, pegando mi cuerpo al suyo. Siento su erección en mi bajo abdomen, presionándose contra mí —¿por qué tienes que ser mi hermana?

—No lo sé —susurro, dejando que su boca, cada vez más cerca, vaya hasta mi cuello, aunque no llega a juntarlos con mi carne expuesta, simplemente deja que su aliento caliente impacte sobre mi punto débil. Sé lo que está haciendo. Está torturándome. Quiere hacerme flaquear —esto no está bien.

—Lo sé, pero se siente tan bien — sus manos van a mis nalgas, apretándolas y acercándome mucho más a su cuerpo. Sus labios hacen contacto con mi piel, besándome desde el punto de unión de mi cuello hasta mi oreja —toda tu te sientes tan bien. No puedes pretender que una vez sabemos lo que se siente tenernos piel con piel, todo vaya a terminar.

Mi Ángel III "¿Y ahora qué?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora