¡No puede ser!

9 1 0
                                    

Alexander

Lo veo, restregándose los ojos apoyado en un muro de piedra.

Bastardo mentiroso.

Aprieto los puños, calmando las ganas que tengo de ir y matarlo a golpes. No puedo hacerlo. Si lo hiciera Elizabeth prácticamente me dejaría. Aunque me molestara en explicarle cómo su padre abandonó a una familia para crear otra que posteriormente también abandonó, se cabrearía si le pusiera una mano encima.

¿Cómo puedo sentirme de esta forma tan...indiferente? Bueno. Estoy mintiendo. No estoy indiferente. Estoy indiferente porque no siento amor, celos, una mínima esperanza. Siento ira. Tanta como para partirle la cara en medio del cementerio y dejarle claro que se aleje de nuestras vidas.

Si mis especulaciones son ciertas me ha jodido por completo. Incluso después de desaparecer de nuestras vidas y no tener ningún poder sobre mí se ha encargado de jodérmela por completo.

¿Qué puñetas puedo hacer? ¿Cómo siquiera asimilas algo así? ¿Hago como si nada? ¿Me voy? ¿Se lo cuento todo? Es su padre. Eso nos convierte...

¡No!

Me acerco, incapaz de contener mi ira. Al menos si no puedo herirlo a base de hostias puedo hacerlo con palabras. Levanta la mirada en cuanto estoy en frente.

—¿Esto es lo que haces? Crear una familia y largarte como si no hubieses destrozado la vida de varias personas.

—Alexander...

—¿Sabes que es lo más gracioso? Que usaras tu segundo nombre. ¿Es por el que tu amante te reconocía, Albert?

—Estamos en un cementerio. Te exijo respeto.

—¿Respeto? —escupo la palabra casi con asco —¿el mismo respeto que le tuviste a mi madre yéndote con otra? —me acerco mucho mas —doy gracias a no haber sacado ni un solo rasgo tuyo. Me suicidaría antes de poder parecerme en lo más mínimo a ti.

—Te estás pasando. Contrólate o...

—¿O qué? Papá. ¿Le contaras a Elizabeth que vas embarazando a mujeres por ahí para luego abandonarlas a su suerte? Casualidad que todas acaben muertas. ¿Tienes más hijos? ¿Otra muerte a tu espalda? —escupo las palabras de mi boca como si fuesen veneno. Su rostro se contrae por mis palabras. ¿De verdad quiere que me crea el cuento barato de que le importa?

—Lo de tu madre no fue mi culpa. Fue cáncer —se justifica.

Hago un chasquido con la lengua, negando a la misma vez.

—Metastasis. La abandonaste un par de años antes. Tienes razón. No ocasionaste la muerte, pero si la de tu querida amante, Elizabeth. La mataste porque la dejaste tirada como una colilla. No sabía que te iba salir con jovencitas de mentalidad manejable para amoldar a tu antojo.

—Alexander para ahora mismo —sisea. Está furioso. Tiene los ojos rojos, y las venas de su cuello ligeramente hinchadas —no sabes una mierda de lo que pasó.

—Sí lo sé. Nos abandonaste, a mi y a tu mujer. A tu familia por irte por alguien que...¿cómo me lo explicó Elizabeth? Ah si, que te enamoró al instante por su personalidad —niego —Elizabeth podrá tragarse ese cuento barato, pero la realidad es que te la follaste las veces que quisiste hasta que se quedó embarazada y huiste.

—Tenía que hacerlo. No podía...

—Déjame que te amplíe un poco la historia —comento con cierto toque burlesco, aunque lo que quiero ahora mismo es correr y llorar por todos estos nuevos acontecimientos, pero no debo. No debo dejar que me vea flaquear. Quedo justo enfrente —todas las noches. Elizabeth despierta con pesadillas. Lleva más de diez años acudiendo a un psicólogo, y todo por un padre que las abandonó a su suerte sin dinero y sin nada, haciendo que su madre se suicidara —baja la mirada —¿duele verdad? Pues ahora ponte en mi puto lugar cuando me doy cuenta de que su padre también es el mío —clavo mis uñas en las palmas de mis manos —¿quieres explicarme cómo coño puedo seguir ahora con esto? ¡Es mi hermana joder! —exclamo en el tono más bajo que puedo, controlando mi temperamento —joder, joder, joder.

Mi Ángel III "¿Y ahora qué?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora