¡No me lo puedo creer!

6 1 0
                                    

Alexander.

Me dejo caer en el sofá de la cabaña donde Jack y Giorgi se están hospedando. Sé que están confusos, y no solo lo sé por sus caras de sorpresa al haber irrumpido de esta forma, haciéndolos incorporarse sobre sus camas, si no también por querer alejarme de Elizabeth.

—¿Qué pasa? ¿Te ha echado? —pregunta Jack, dejando su teléfono de lado.

—No. Me he ido yo —contesto, de forma fría y escueta.

—¿Ha pasado algo? No parecía muy contenta por lo que vio en la cabaña.

—Me da absolutamente igual si estaba cabreada o lo que sea. No cuando pasa la tarde con otro tío.

—¿Estuvo con otro? —pregunta Jack, sin poder creérselo.

—Tienes que estar completamente seguro. Elizabeth no es de esas chicas que se van con otros. ¿Cómo lo sabes?

—Me lo ha dicho. Me dijo que había quedado con un tío esta tarde al ver que no estaba con ella, y mañana han quedado de nuevo para alimentar a no se que narices de unas crías de zorro.

—¿Unas crías de zorro? ¿Pero dónde ha conocido a ese tío? —inquiere Giorgi.

—El gilipollas de la cafetería. El que le dio la flor.

—Veo normal que lo haya hecho —mi mirada mordaz viaja hacia Jack, logrando que siga explicándose —no me malentiendas. No digo que esté bien, simplemente lo veo normal.

—¿Y se puede saber por qué cojones te parece normal que se vaya con otro tío?

—¿Aparte de lo obvio? —responde con otra pregunta —tío estábamos en una cabaña, con todo cerrado bebiendo y fumando. ¿Cómo crees que le habrá sentado después de que hasta no hace mucho te encontrara tirado en el piso del baño? —¿cómo narices...? —los chicos me contaron lo que pasó —claro, como no. Ese grupo de cotillas patológicos...Quiero gruñir, decirle que nada de eso es como lo cuenta. Que no tiene nada que ver, pero no puedo mentirme. No cuando si tiene que ver, cuando es la principal razón por la que estuviera tan enfadada, y seguramente, se decidiera a irse con el otro —Además...

—¿Además? —inquiero —no me interesa saber tu puto punto de vista.

—Creo que eres un buen tío, y te considero mi hermano. Por eso te lo voy a decir. ¿No crees que has tirado demasiado alto? Es decir, mírala. Se nota que Elizabeth no es para cualquier persona.

—¿Quieres decir que no valgo para ella?

Intento sonar cabreado, hastiado... Pero esta sale con un tono mucho más inseguro, casi temeroso de la respuesta que pueda llegar a decir, incluso que esa respuesta sea tan cierta que ni yo mismo pueda rebatirla.

—Quitando el hecho de que nosotros, somos literalmente indigentes y la gran mayoría drogadictos, o personas que tienen problemas con el alcohol, y ella es una chica de clase alta. Ella es demasiado buena. Demasiado buena para cualquiera. Necesita alguien tan bueno como ella.

—Yo soy bueno con ella. Nunca le he hecho daño —al menos no daño físico.

—No me refiero simplemente a tratarla bien. Me refiero a que no tenga ni siquiera que intentar arreglar a la otra persona. Que salga con alguien que sea él quien ayude, no al revés. Alguien que no le suponga una carga emocional tan grande —asiento, desviando la mirada, con mi labio inferior atrapado entre mis dientes, impidiendo así que un gemido lastimero, incluso un sollozo, escape de mi garganta —te lo repito. No estoy en tu contra, simplemente doy mi opinión. Seguramente no tenga razón en nada, tampoco la conozco tanto, pero si la tuviese...Sé cuanto te dolería si acabase mal.

—Alex no le hagas caso. Elizabeth te quiere y ella...

Hago una señal con la mano, cortando su discurso. No estoy cabreado, ni siquiera un poco, con nadie.

Me levanto del sofá, acercándome a la puerta, acompañado por los millones de pensamientos que se han instalado en mi mente, incapaz de retirarlos.

Destrozarla psicológicamente... ¿Acaso es eso lo que hago con ella? ¿Destrozarla psicológicamente por culpa de mis mierdas? ¿Podrían tener razón?

Me voy de la cabaña, directo a la nuestra. A la que le dije que no volvería esta noche, dejándola sola, completamente sola. Otra vez más.

Camino lo más rápido que puedo hasta llegar a la estructura. La abro con cuidado, para no asustarla, pero no la encuentro dando vueltas, ni sentada en el sofá. Está en la cama, abrazada a la almohada, completamente dormida. Me acerco a ella, sentándome justo en el borde de la cama, con cuidado para no despertarla.

Mis mano de forma inconsciente se mueve a su cara, quitándole el rastro de lágrimas secas que adornan su rostro.

Ha estado llorando, y eso solo hace que todos mis temores de verdad alcancen su cúspide. Que de verdad no sea bueno para ella, y que ni siquiera el destino, después de habernos desarmado con el hecho de ser hermanos haya podido salvar nuestra relación.

—Lo siento —hablo con la idea de que ojalá pueda escucharme, pero susurrando, suplicando porque no lo haga —siento mucho que todo haya salido de esta forma. Que este fin de semana haya sido de todo menos bueno.

Gime, removiéndose levemente, capturando mi mano en el proceso. Congelo cada parte de mi cuerpo, cauteloso para que siga disfrutando de su sueño. Observo sus reacciones, como lleva de forma inconsciente mi mano a su rostro, inhalando fuertemente mi aroma, antes de caer en un estado de completa relajación.

En cuanto afloja su agarre me suelto muy lentamente, sin poder parar de observarla.

<<Ella es demasiado buena>>

<<Ella es demasiado buena para cualquiera>>

<<¿No crees que has tirado un poco alto?>>

Las palabras de Jack se me repiten en mi mente, una y otra y otra vez sin parar. ¿Tiene razón?

¡Mierda!

Quiero llorar, bueno, quiero pegarle a algo. Quiero hacer ambas cosas para poder eliminar todos estos pensamientos de mi mente.

Con cuidado y extremo silencio doy la vuelta, descalzándome antes de subirme al otro lado de la cama, acercándome a ella para poder abrazarla, acostándome a su lado.

—Descansa mi ángel. Prometo que mañana todo irá mejor.

Mi Ángel III &quot;¿Y ahora qué?&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora