El camping

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Elizabeth

Miro a través de la ventana, como el escenario que se trasmite a través de la ventana nunca es el mismo. Cambia a cada segundo, dejándome ver algo nuevo cada vez. Las ciudades, los árboles, la nieve, cada vez más abundante por cada segundo que nos alejamos de la gran metrópolis.

Mi cabeza, levemente girada, apoyada en el respaldar de mi asiento, sintiendo la brisa de la ventana delantera impactar directamente en mi cara, aliviando así las posibilidades de marearme y tener que parar el coche para vomitar.

Los auriculares dejan que se transmitan una canción que realmente no conozco, bueno en realidad uno de ellos, ya que el otro lo lleva Alexander, con la cabeza reclinada hacia atrás, durmiendo y aprovechando el par de horas que dura el viaje para descansar un poco. Su cabeza, ligeramente inclinada en mi dirección, dejándome oír su respiración y leves ronquidos, que me hacen sonreír de forma inconsciente.

Me giro hacia él, con cuidado de no despertarle, dejando de lado las vistas de la ventanilla para apoyar mi cabeza en su pecho, acomodándome sobre él. Sus manos rápidamente buscan mi cuerpo, apretándome contra él y buscando su propia comodidad, y al mismo tiempo la mía. Sube mis pies a su regazo, dejándome medio ladeada, y apoyando su cabeza con la mía, mientras que la mía está sobre su hombro.

Pienso que se ha despertado, pero en cuanto vuelvo a escuchar sus ronquidos y respiración profunda sé que ni siquiera se ha despertado para moverme. Simplemente ha actuado por instinto.

Instinto...

¿De verdad nos conocemos tan bien o es simplemente un vínculo? ¿Un vínculo por compartir sangre? Sé que estoy delirando, que lo que pienso no tiene sentido, es más bien una visión distorsionada, pero aún así no puedo dejar de buscar explicaciones, por muy tontas que sean. Pensar y pensar y pensar sobre ello. Es lo único en lo que mi mente puede pensar, y sigo sin ser capaz de encontrar un pensamiento que aclare lo que realmente siento. No sobre él, con Alexander no hay más que amor cada vez que pienso en él, si no buscar una solución para dejar de pensar en aquello que me frena a no amarlo como antes.

Piénsalo desde un punto de vista exterior. ¿Qué haría una persona si el novio que tiene y el cuál la tiene enamorada hasta la médula no solo es su novio, si no su hermano? ¿Cómo actuaría esa persona? ¿Qué consejo le daría yo?

Dejarle —mi mente interrumpe por si sola sus preguntas, colando la respuesta.

Dejarlo...

¡No! ¿Cómo puedo siquiera pensar en eso? Es mejor parar, parar con todo esto que estoy pensando. Tengo que olvidarme, dejarme llevar por la corriente y el destino. ¿Y si eso me lleva a la soledad? ¿Y si la respuesta a la que me lleva la corriente no me gusta. ¿Qué hago?

Mis manos se afianzan a su cuerpo, abrazando su torso con firmeza, buscando que con ello desaparezcan los pensamientos que rondan por mi mente. Lágrimas traicioneras caen por mis mejillas, sin poder parar. Cientos de lágrimas cayendo una detrás de otra, empapando su camisa y mis mejillas. Lloro en silencio, descargando gran parte de la tensión que llevo, sintiendo como mi corazón se encoge, se resquebraja, se lastima con mis pensamientos.

—Elizabeth —sigo la voz de ese susurro, segura de que no es Alexander. Lo busco con la mirada, sin despegarme de Alexander un solo segundo. Es Giorgi, observándome fijamente —¿estás bien? Estás llorando. —susurra para que nadie nos escuche.

—Yo... no lo sé —todos están dormidos. Excepto Giorgi y Cassie, que es la que conduce, y cuando lo hace se olvida de absolutamente todo. No me oiría aunque quisiera —es que todo esto es muy difícil.

—Yo pensé que estabas mejor —me habla con voz suave, tocándome la rodilla y apretándola levemente, en un gesto de consuelo.

—Yo... No sé que hacer. Simplemente no quiero hacerle daño con mis actos —Alexander se remueve, asustándome. ¿Lo habrá escuchado todo? Hago una señal a Giorgi para que se calle.

Mi Ángel III "¿Y ahora qué?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora