¿Qué estás dispuesto a hacer para ver a tu enemigo de rodillas?
Mischa Kózlov tiene un solo objetivo en la vida después de la derrota; venganza.
Destruir a aquellos que le quitaron lo único que tenia y para ello está dispuesto a todo. Incluso, segu...
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Mischa caminó hasta la zona de departamentos en Moscú en donde vivía su entrenador Dimitri.
«Exentrenador».
Cierto, pero eso cambiaría pronto. Para llevar adelante su plan necesitaba de alguien incondicional. Y ese era este hombre el cual pregonaba de su amor incondicional hacia el joven. Sasha había sido muy claro, no había lugar para emociones ni para cuestiones sentimentales. Mischa conseguiría a Dimitri como fuera, era vital para lo que vendría.
«Haz que regrese».
El sol caía en la ciudad, el día había pasado tan rápido. Eran tantas las emociones que lo habían circundado. De pronto, la prensa había dejado de reírse y hablaba de su gran jugada al formar parte de la agencia en donde Gabriel Petrov era la estrella. Sasha se había movido tan rápido, manejando los hilos como un tiburón que nada en el índico y conoce cada banco de arena que le imposibilitará el ataque.
Respiró profundo mientras esperaba que el ascensor llegara al piso en donde Dimitri vivía. Una vez que se detuvo salió de este y se dirigió al departamento ubicado al fondo del pasillo. Había estado tantas veces allí, ¿por qué de pronto le parecía extraño? La respuesta era sencilla e innegable. Lo ocurrido la noche anterior había cambiado todo, el beso cruento y desesperanzador hizo tambalear su mundo. Tocó el timbre y golpeó la puerta sin resultado. Se afirmó en la pared y esperó por varios minutos.
—¿Crees que podrás hacer algo con esto?
—No hables así de él.
—Es lo que es, Dimitri. Necesito que le des un poco de disciplina. No hay lugar para los buenos para nada en mi familia. Eres mi última esperanza.
—No te preocupes, este muchacho solo necesita un poco de apoyo.
—Claro, lo que tú digas...
Mischa recordó estar a pasos de su padre y de Dimitri. Sus ojos negros lo miraron con ternura. Sí, eso que nadie le había mostrado apareció por primera vez en la mirada de un completo extraño. Había pasado agua bajo el puente desde aquel momento, sin embargo, esas memorias era un tesoro que no lo abandonaban.
—¿Mischa? —. La voz de su entrenador resonó en el pasillo iluminado y silencioso. El muchacho dio un salto, volviendo al lugar en donde estaba.
—Hola.
—¿Qué haces aquí?—. El luchador se encogió de hombros, sin saber cómo responder. No iba a echarse para atrás, así como tampoco saldría de allí con las manos vacías. Había tomado una decisión desde el segundo en que aceptó la ayuda de Sasha, una irreversible.
—Necesito hablar contigo—respondió humedeciendo sus labios, la mirada de Dimitri fue a su boca—, entremos.
—No creo que sea buena idea—aclaró—. Mejor vete a casa, es tarde.
