Epílogo

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Paseaba por las calles de California, mi mano entrelazada con la de Robin.

Whisky iba olisqueando todo a nuestro lado.

Volvíamos a casa.

Nos habíamos pasado la tarde paseando.

Llevábamos dos años viviendo en California.

Whisky estaba enorme.

Y yo estaba más feliz que nunca.

Llegamos a casa y Eddie y Steve nos recibieron, estaban en el salón, bien vestidos los dos. 

- ¿Os vais? -pregunté al verlos.

- Vamos a cenar, hoy la casa es vuestra. -dijo Steve con una sonrisa, mirando a Robin.

- Estáis muy guapos. -admití mirándolos.

- Siempre lo estamos. -dijo Eddie orgulloso.

Steve soltó una risa y pasó el brazo por encima de Eddie.

- Pasadlo bien, chicos. -les dijo Robin.

- Vosotras también. -Eddie me guiñó un ojo y yo sonreí.

Salieron por la puerta cogidos de la mano y nos quedamos solas.

- Tengo algo para ti, Leah. -dijo Robin.

Estaba nerviosa.

¿Por qué estaba nerviosa?

No dijo nada más y yo me quedé esperando a que siguiese hablando.

Nerviosa también.

Me cogió de la mano, entrelazando sus dedos con los míos y me condujo al patio trasero.

Todo estaba lleno de velas y un camino de pétalos de rosas adornaba el césped hasta una manta en el suelo, con una cesta llena de comida.

- ¡Esto es precioso, Robin! -grité girándome hacia ella.

- Los chicos me han ayudado. -admitió con una sonrisita.

Caminamos a través de los pétalos, sentándonos en la manta blanca que cubría el suelo.

Sacamos la comida y empezamos a comer, entre risas y besos.

- Tengo algo que decirte. -dijo ella poniéndose seria de repente.

- Dime. -la miré, esperando.

Robin sonrió, sin poder estar seria ni un solo segundo.

Respiró hondo y sacó una cajita.

Plantó una rodilla en el suelo y me miró, abriendo la cajita.

Yo me quedé sin respiración y abrí mucho los ojos.

- Sé que aun es complicado lo nuestro, y sé que no todo el mundo lo acepta, pero quiero que seas mi mujer, con o sin papeles de por medio, sé mi mujer, Leah. -dijo sacando el anillo de la cajita.

Yo ya estaba llorando cuando terminó de hablar.

Asentí de forma frenética, con las palabras atragantadas en mi garganta por los nervios y la felicidad.

- ¿Eso es un sí? -preguntó ella, relajándose un poco.

- ¡Sí, sí, sí! -grité emocionada.

Robin colocó el anillo en mi dedo y yo me abalancé sobre ella.

La besé con intensidad y con todo el amor que podía ofrecerle.

Suya.

Su mujer.

Mi mujer.

Que bien sonaba eso.

Whisky llegó y se abalanzó sobre nosotras, lamiéndonos la cara a ambas  y mordiendo el pelo o la ropa.

Las dos soltamos una carcajada.

- Whisky, mira. -le enseñé el anillo a la perra, que le dio un lametazo.

Robin soltó una carcajada.

- Por este tipo de cosas te amo, Leah. -sonrió.

- Te amo, Robin, siempre. -aseguré dejándome caer en ella.

Me abrazó y nos tumbamos, Whisky se tumbó con nosotras, aprovechando para comerse todo lo que encontraba de comida.

Yo la dejé comer.

No me importaba.

Estaba demasiado feliz.

Tenía la vida que cualquier persona querría querer.

Había dejado atrás todo lo malo y había empezado de cero con mi familia.

Y estaba feliz.

Todos lo estábamos.

Al final, puede que los finales felices si existan, y este era el mío.


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MARATÓN 2/2

aquí tenéis el final de la historia chiquis.

gracias por leerla, os quiero mucho.


Whisky on ice - Robin Buckley +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora