Whisky

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Narra Leah

Había pasado casi un mes.

Ya podía caminar de nuevo y mi cuerpo volvía a ser casi el mismo después de lo que había pasado.

Hubo un juicio, y lo ganamos.

Mi padre y Jason fueron llevados a la cárcel, por intento de asesinato y abuso.

Estarían unos largos años ahí encerrados.

Los chicos habían estado preparando nuestra nueva vida.

Habíamos decidido dejar todo atrás y empezar de cero en otro lugar diferente, en el que los cuatro pudiésemos ser felices sin complicaciones ni personas que quisieran hacernos daño.

Steve y Robin habían encontrado una casa preciosa, asequible entre los cuatro.

En California.

Pasar de Hawkins, un pequeño pueblecito a ir a California iba a ser algo que íbamos a notar mucho, pero aun así nos hacía mucha ilusión y todos lo necesitábamos.

- Hoy es tu baja, Leah, ¿Cómo te encuentras? -preguntó el médico que me atendió desde el principio.

- Me siento muy bien, algo nerviosa. -dije con una sonrisa.

- Tus amigos están esperando fuera para entrar a sacarte de aquí, aún así tienes que guardar algo de reposo y no hacer esfuerzos por la fractura que tuviste en el cuello. -dijo él.

- Está bien. -asentí mirándole.

- Suerte en California. -me sonrió y salió por la puerta.

Ni un segundo había pasado cuando los tres estaban entrando por la puerta, Eddie empujando una silla de ruedas.

- ¿Qué haces con eso? -me reí al verlo todo ilusionado.

- Nos han dicho que podíamos coger una para llevarte hasta el coche. -explicó Robin llegando a mi lado y besando mi mejilla.

- Y nos la vamos a llevar. -dijo Steve. 

- ¡No podemos robarla! -grité riendo.

- Súbete pequeña, que nos vamos. -dijo Eddie con una sonrisa orgullosa.

Robin y Steve cogieron mis cosas, ya me había vestido y estaba lista para irme, así que me senté en la silla de ruedas, aunque pudiese caminar perfectamente, a Eddie le hacía ilusión y yo no era nadie para quitársela.

Y empezó el caos.

Eddie salió el primero y en vez de caminar como una persona normal, empezó a correr, empujando mi silla.

Me aferré con todas mis fuerzas para no salir volando.

- ¡Eddie! -grité.

Pero solo escuchaba su risa y a Steve y Robin riendo detrás.

Corrió por todos los pasillos del hospital, hasta llegar a fuera, hasta el coche.

Steve abrió, me bajé de la silla y Eddie la metió en el maletero.

Me dolía el estómago de reírme.

- ¿Listos? -preguntó Steve arrancando el coche.

- ¡Listos! -gritamos los tres a la vez. 

Y arrancó, saliendo de ahí.

El camino fue tranquilo y estuvo lleno de risas.

Fuimos parando para descansar, comer y ir al baño, y muchas horas después, llegamos a California.

El sol estaba en lo alto y el calorcito se filtraba a través de viento que entraba por las ventanas.

- ¿Sabes llegar a la casa? -preguntó Robin de copiloto.

Eddie dormía en mi regazo, roncando.

Steve conducía.

- Creo que sí. -asintió Steve.

Eddie abrió los ojos.

- Hace calor. -se quejó sentándose y abriendo la ventana.

- Ya estamos en California. -le dije yo sin dejar de admirarlo todo por la ventana.

- ¡Nuestra casa! -gritó Robin señalando al frente.

Efectivamente, nuestra nueva casa estaba enfrente de nosotros, preciosa.

Estábamos en un barrio tranquilo y muy bonito.

Steve aparcó el coche y yo salí corriendo, dejando la puerta abierta.

Robin corrió detrás de mi con las llaves de casa en la mano.

Steve y Eddie nos siguieron.

Ella abrió la puerta y nuestro hogar nos recibió.

Había un salón lo suficientemente grande para que los cuatro pudiésemos estar ahí, una cocina que daba ganas de ponerte a cocinar en ese mismo instante, y cuatro habitaciones, aunque seguramente Robin y yo fuésemos a compartir una, y Eddie terminase en la habitación de Steve cada noche, aunque él lo negara.

Descargamos todas las maletas que llevábamos en el coche, incluida la silla de ruedas, que terminó en medio del salón.

Nos pasamos la tarde ordenando, limpiando y arreglando todo lo que era necesario.

Estaba agotada.

Y me tiré de espaldas en el colchón, aún sin sábanas ni nada.

Y sonreí al escuchar los pasos de alguien y como el colchón se hundió a mi lado.

- ¿Estás contenta? -preguntó la voz dulce de Robin.

- Nunca pensé que salir de Hawkins fuese una opción para mí. -admití.

- Te mereces comerte el mundo, Leah. -dijo ella girándose hacia mi.

- Prefiero empezar contigo. -dije con una sonrisa.

- ¿Quieres estrenar la nueva casa? -preguntó ella acercándose a mi.

- Las veces que quieras. -cogí su cara y nos fundimos en un largo beso.

- ¡No podéis ser las primeras en hacer eso! -gritó Eddie abalanzándose encima de las dos.

- A veces te odio mucho, Munson. -se quejó Robin.

Yo solté una carcajada.

- Tengo una sorpresa. -dijo Steve apoyado en el marco de la puerta.

- Has tardado muchísimo en ir a comprar, ¿qué has hecho? -le preguntó Eddie.

- Bajad al salón. -dijo y desapareció de ahí.

Los tres nos miramos y salimos corriendo escaleras abajo.

Steve estaba sentando en el suelo del salón.

Y un pequeño cachorro marrón estaba en su regazo.

- ¡Steve! -grité corriendo a agacharme para coger al pequeño.

- Es monísimo. -dijo Robin llegando conmigo.

- ¿Puedo elegir yo el nombre? -preguntó Eddie.

- No. -le dijo Steve.

- Podemos llamarle Whisky. -dije mirándolo.

Los tres miraron al cachorro mientras me lamía la cara.

- Bienvenido a casa, Whisky. -le dijo Robin acariciando su pequeña cabecita.



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MARATÓN 1/2

OS QUEDA EL ULTIMO CAPÍTULO CHIQUIS <3


Whisky on ice - Robin Buckley +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora