CAPÍTULO X

73 6 1
                                    


Apenas he dormido unas horas, pero no necesito más. He vuelto a soñar que vuelo. Ha sido tan...intenso. Es complicado de explicar. Es tan real que cuando me he despertado he intentado levitar. Estaba plenamente segura de que iba a hacerlo. No quedaba ni una pizca de raciocinio en mi mente. Me he concentrado al máximo porque tenía la certeza de poder volar. No ha sido así. En mi sueño también podía mover objetos. Me he enfocado en eso. Seguramente es más sencillo. También he fracasado.

Los intentos fallidos no me han desanimado. Al contrario. Han dejado en el aire la clave de todo. Tengo el mismo chip que mis compañeros, por lo que tengo entonces habilidades desarrolladas, aunque no sepa cuáles son. Alexander me habló de la inmunidad. Y eso está muy bien. Pero hay algo más. Sé que hay algo más y debo encontrarlo dentro de mí. Hoy se retoman las clases, y tengo tantas ganas de experimentar y probarme que soy la primera en entrar en el aula.

Ya estamos todos. Alexander tenía razón. Parecen adormecidos. Estoy tan absorta analizando a cada uno de ellos que apenas reparo en la entrada de Vacivus. Cuando lo hago se me rompe el alma en pedazos. Lo acompañan Leire... y un Eduard extraño y ausente que ni siquiera me mira.

Dios. ¿Qué le han hecho? Está ahí, frente a mí, pero no me ve.

- ¡Eduard-.

Me pongo de pie. Ni Leire ni Vacivus me impiden que llegue hasta él. Su mirada está perdida en el vacío. No la está fijando en nada ni en nadie. Aprieto mis manos en sus mejillas, obligándole a mirarme, y lo hace. Pero enseguida se suelta y vuelve a su posición.

- ¿Has terminado?-, pregunta Leire. –Regresa a tu sitio-.

Me siento de nuevo en la esterilla. Si buscaban un golpe de efecto, han triunfado. Estoy tocada, sí, pero no hundida. Leire le susurra algo al oído y Eduard sale de su ensimismamiento. Nos recorre con la mirada. Le sonrío. La detiene en Diana, y le sonríe a ella. Un golpe bajo, pienso. Pero no es Eduard. Lo habrán drogado, hipnotizado, yo qué sé. Pero ahora mismo es una marioneta en manos de Leire.

- Hoy es un día especial. Bueno para algunos de vosotros y malo para otros, porque de entre vosotros diez sólo cuatro podrán seguir con nosotros. Dos chicas y dos chicos. Y para esa elección contaremos con Eduard, creo que todos lo conocéis aunque pocos hayáis tenido el privilegio de hablar con él-.

Me supera la velocidad con la que transcurre todo aquí. Arrasa con todo, incluida mi capacidad para improvisar. Sin tiempo para cavilar alguna alternativa, Eduard va hacia Alexander y lo toca en el hombro.

- Alexander, lo siento mucho. Puedes ponerte en pie y esperar fuera del aula. Gracias-, sentencia Vacivus.

Soy la siguiente. Cierro los ojos y espero la orden de abandonar la sala.

- Iris, ya sabes lo que tienes que hacer-.

- ¡Alto!-, grita Leire, -hay que anular la selección, Vacivus. Es evidente que Eduard no está preparado-.

Suspiro aliviada. Aún queda algo de Eduard en el cuerpo que tengo delante. Sigo con los ojos cerrados, porque sé que cualquier intervención jugará en mi contra y porque prefiero no ver lo que está pasando.

- Ni hablar-.

¿Quién ha dicho eso? Abro los ojos y me sacude una inquietud desconocida. Es el ser más hermoso que he visto nunca. Su belleza es de otro planeta. Su cabello, rubio, cae en desordenados mechones sobre su frente, resaltando unos impresionantes ojos color ¿gris? Parecen grises. Tendría que verlos más de cerca. Su presencia nos empequeñece a todos. Aunque su aspecto es informal y juvenil, lo rodea un aura que emana su autoridad por todas partes.

- Eduard, continúa, por favor-.

El tono de su voz, su contundencia, no admite réplicas. Impasible, Eduard saca del juego a Iris, Ares, Minerva, Selene, Momo y Aura. Uno a uno van saliendo del aula. Maldita sea Eduard. ¿Por qué demonios dejas que Deimos siga aquí? Yo misma tengo la respuesta. Es la pareja de Diana.

- Veo que Alexander no está. Selene y Hermes parten con una desigualdad de oportunidades que debemos solucionar-.

- Señor Accardi, Deimos y Diana son los elegidos para...-.

Él la mira y Leire se corta en seco.

- A partir de ahora Selene estará con Deimos y Diana con Hermes. Gracias por su atención-.

Cuando el señor Accardi se marcha, Leire me lanza una mirada desafiante. Como si yo hubiera tenido la culpa de algo. Imagino que de quedarme. Eduard sigue ausente. Desconozco lo que le habrán hecho, pero han fallado en el intento de sacarme de su vida.

Vacivus da la clase por concluida y Leire se marcha del brazo de Eduard. Tenemos un descanso por delante. En cuanto nos quedamos solos salgo a toda velocidad buscando a Eduard y también a los que abandonan el internado pero ya no hay nadie. Ni rastro. Ir tras Eduard no me sirve de nada ahora mismo. Prefiero buscar a los demás. Subo a las habitaciones y las voy abriendo, una detrás de otra. Nada. Como si nunca hubiera dormido nadie en sus camas. Ni un cepillo de dientes. No queda absolutamente nada de ellos.

Salgo para que me dé el aire. Estoy demasiado dispersa. Es importante que me despeje y me concentre. No puedo permitirme el lujo de distraerme. ¿Qué es lo que quiero? Recuperar a Eduard. ¿Cómo puedo hacerlo? Utilizando las capacidades que el chip ha potenciado en mí y que aún desconozco. De acuerdo, me digo a mí misma, vas bien Selene. Veamos qué más necesito. Sólo una, en realidad. Dar con la llave que abra la puerta y deje que mis habilidades salgan a la luz.

- Es único, ¿verdad?-.

- ¿Qué?-.

Es él. El señor Accardi.

- Hubo un tiempo en el que también yo me enamoré de él-.

- ¿Eres gay?-.

A veces me odio. Vaya pregunta tan tonta, tan absurda, tan poco inteligente, tan todo. Se ríe.

- Por supuesto que no. Nunca he entendido que haya que elegir una opción pudiendo disfrutar de todas. No hay razón para limitarse de esa manera-.

Su poder de atracción es abrumador. Estoy tan cautivada por el señor Accardi que me siento culpable. Al pensar en Eduard reacciono.

- Es verdad-, le digo, - Eduard es único y estamos enamorados-.

- Amor, amor, amor...-, se ríe, - qué sabrás tú del amor-.

Me rodea despacio. Está detrás de mí. Me recoge el cabello y lo deja sobre uno de mis hombros. Me aparto inmediatamente.

- Sé perfectamente lo que es el amor y sé lo que siento cuando estoy con Eduard y lo que él siente conmigo. Y nadie puede cambiar eso-.

- Si tú lo dices...-.

Se marcha sin decir adiós. Miro la entrada del internado. Todavía no ha terminado el tiempo de descanso pero, ¿quién me lo iba a decir?, me siento más segura estando adentro que afuera.

SELENEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora