CAPÍTULO XIV

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Avanzamos despacio, porque una cosa es permitir que nos atrapen y otra muy distinta que tengamos prisa para que lo hagan. Caminamos en silencio, ensimismados en nuestros pensamientos. Los míos buscan opciones para escapar.

- Eduard, ¿sabes pilotar un helicóptero?-.

- Me temo que mis habilidades no incluyen volar-.

Volar. Cuando pienso en todos esos sueños en los que vuelo, un cosquilleo revuelve mi estómago.

- ¿Crees que yo podría volar?-.

- ¡Claro que sí! Y de muchas maneras, además. En helicóptero, un avión, en globo...-.

A veces me fastidia su ironía. ¿Cómo se atreve a ridiculizar mi idea? Así que él puede conectar con los lobos o meterse en el cuerpo de otras personas pero no concibe la posibilidad de que yo pueda volar. Le suelto la mano. No puedo evitarlo, me siento enfadada.

- Está bien, Selene. Perdona. En situaciones límite el humor es una vía de escape. Tienes razón al molestarte. Cuéntame por qué piensas eso. Te escucho-.

Suena sincero. Le doy la mano otra vez y le hablo de mis sueños. De cómo me sentía. Cómo me impulsaba y levantaba mi cuerpo y también cómo podía mover objetos con sólo pensar en ello. Me escucha tan atentamente que le cuento cada detalle.

- ¿Por qué no me lo habías contado antes?-.

- Bueno, tampoco es que tengamos muchas oportunidades para hablar...-.

- A través de tus sueños tu mente te hace saber que tienes la capacidad de desdoblarte, de tener experiencias extracorpóreas. No me mires raro, Selene. Esto es importante. Significa que estés donde estés puedes, de alguna manera, salir de tu cuerpo y proyectarte en otros lugares. Y te diré más. Casi con total seguridad también podrías mover objetos allá donde te traslades-.

- ¿Cómo si fuera un fantasma?-.

- Ahora eres tú la irónica pero... ¡has dado en la diana! Todos esos fenómenos inexplicables que el ser humano atribuye a espíritus y a lo sobrenatural no son más que proyecciones, conscientes o inconscientes, de las personas con ese don. Como imaginarás, son muy pocas. Y la mayoría mueren sin saber de todo lo que eran capaces de hacer en vida-.

Eduard termina de hablar y de repente, en cuestión de segundos, pelea en un cuerpo a cuerpo sobre la nieve con un fornido militar mientras yo forcejo con otro que intenta inmovilizarme. Todo ha sucedido antes incluso de lo que pudiéramos haber previsto. Parece que no tenemos el don de la anticipación. No soy fuerte, pero soy hábil y estoy a punto de quitarle el arma que lleva en su cinturón cuando escucho la voz de Accardi.

- Vamos, vamos, parad. Alguien podría resultar herido y no es algo que quedamos ¿verdad?-.

Un tercero a abatir, sobre todo si se trata de alguien tan imprevisible como Accardi, nos hace retroceder. Y Eduard y yo, tal y como habíamos quedado, nos damos por vencidos. Por ahora.

- Andando, pareja. Afortunadamente estamos cerca-.

Eduard y yo caminamos cogidos de la mano. A estas alturas no tiene sentido otra cosa. Accardi sabe perfectamente lo que hay entre nosotros. No hay nada que disimular. De repente se para y se gira. Nos detenemos. Accardi me mira fijamente.

- Selene, suelta la mano de Eduard-.

Su voz es más grave de lo normal. Eduard me aprieta con su mano y luego la deja muerta entre mis dedos. Es una señal que entiendo a la primera. Lo suelto. Accardi está delante de mí. Acaricia mis mejillas y bordea mis labios.

- Quieres besarme ¿eh? Lo deseas desde la primera vez que me viste. Siento cómo se acelera tu pulso cada vez que te toco-.

Accardi no miente. Muy a mi pesar, por algún motivo que desconozco, ejerce sobre mí una poderosa fuerza de atracción. Lo que no sabe es que la puedo controlar. Pero no es el momento ni el lugar para descubrirme. Acerca su boca a la mía y susurra.

- Bésame-.

Cierro los ojos y dejo que su lengua rodee la mía. Una vez. Y otra. Debería asquearme, pero no es así. La calidez de su saliva me llega a todas partes, como si la extendiera la sangre que corre por mis venas. Cuando se separa y miro a Eduard se me pone un nudo en la garganta. En ese momento toda mi atracción hacia Accardi se convierte en odio. Lo que acaba de hacer es una demostración de poder con el único propósito de golpear a Eduard donde más le duele. Robándome un largo y sensual beso delante de él. Percibo claramente la dificultad de Eduard para controlar sus impulsos y le lanzo una breve señal de negación con mi cabeza, a la que responde asintiendo con un movimiento casi imperceptible. Mientras tanto Accardi ha cogido mi mano, la ha besado y anda conmigo a su lado.

Suerte, tenía razón, que no estamos lejos. No soporto más el sufrimiento que sé que siente Eduard. Sin duda es más fácil para mí que para él.

Me sobrecoge el escenario que nos espera cuando llegamos. Hay soldados apostados en las inmediaciones del internado. ¡Escapar será imposible! Los sobrepasamos y Accardi nos abre la puerta para que pasemos primero. Y, ¡sorpresa!

- ¡¡¡Papá!!!-.

Corro hasta él y lo abrazo con todas mis fuerzas. Lloro, pero esta vez es de una felicidad increíble. No podría haber venido en mejor momento. Estoy salvada. Estamos salvados. Mi padre me acaricia el cabello y poco a poco me separa de él para verme la cara. Sus pulgares recogen mis lágrimas y me sonríe.

- Papá, tienes que sacarnos de aquí. A los dos-, le digo señalando a Eduard. – Están experimentando con nosotros. Por favor, tienes que creerme-.

- Te creo, Selene, te creo-.

Detrás de él aparece Leire, que baja las escaleras y rodea con su brazo a mi padre por la cintura.

- Te dije que estaba bien Jaime. No tendrías que haber venido. Pero me alegra mucho que lo hayas hecho-.

Lo besa en la mejilla y yo ardo en cólera en mi interior. Ser despreciable y miserable. Todo es culpa suya. Me juro a mí misma que algún día se lo haré pagar.

- Papá, vámonos ya. Por favor-.

Mi padre me mira con misericordia. Diría que con lástima. ¿Por qué?

- Selene, estás donde debes de estar-.

Me da la espalda y sube con Leire las escaleras. Me apresuro a ir con ellos pero Accardi me sujeta y dos soldados me impiden el paso.

- ¡Papá! ¡No, papá! ¡Espera por favor!-.

Desaparecen de mi vista. Caigo de rodillas en el suelo, completamente abatida. Mi padre, mi única esperanza real en mi cabeza, me ha dado la espalda. Miro a Eduard. Estamos solos en esto. Y yo...yo estoy desolada y a un paso de rendirme.

SELENEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora