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—¡Oh, Dios mío, tía Hildy, lo has dejado inconsciente!

Liam se agachó junto al agente secreto tendido en el gastado suelo de linóleo de la cocina. Tenía los ojos cerrados. Al caer, se había golpeado en la mesa, derramando una botella de agua. De modo que se hallaba inconsciente y empapado. Respiraba a través de labios entreabiertos. Al menos estaba vivo. Pero el cuerpo seguía laxo.

Con un escalofrío, miró a Hildy y preguntó. —¿En qué pensabas?

—Te salvaba, Liam. Derribé a ese hombre malo con esto.

Liam la miró boquiabierto mientras Hildy alzaba una media gruesa, de esas para aliviar los problemas de circulación. El nailon reforzado estába relleno con algo pesado. Aunque su tía la sostenía en alto, la media casi se estiraba hasta el suelo.

—Paquetes de monedas. Lo guardo en la mesilla de noche. Aprendí ese truco hace años. Jamás adivinarías quién me lo enseñó.

No, y ni pensaba intentarlo. Y menos en ese momento, cuando tenían a un agente inconsciente sobre el suelo de la cocina, y posiblemente a un traficante de armas durmiendo una planta más arriba.

—¿Por qué lo has hecho?

— Cornelius me contó que había un hombre malo en la cocina.

Cornelius. Cornelius Seis Dedos. Uno de los fantasmas que su tía consideraba uno de sus mejores amigos. Vivo o muerto. Santo cielo.

—Tía Hildy...

De pronto su tía ladeó la cabeza y frunció el ceño. —¡No necesito un audífono!

—¿Qué?

—Cornelius dice que necesito un audífono, y ahora se ríe.

Fantasmas que se reían y agentes inconscientes. Una loca noche de Halloween en una posada encantada. Su vida se había convertido en una mala película de serie B. Cerró los ojos y deseó que al abrirlos viera únicamente el techo de su habitación. Eso no era real. Tenía que haberse quedado dormido y hallarse en medio de un sueño intenso.

Pero al abrir los ojos, reconoció la cocina. La tía Hildy sacudía un puño huesudo y miraba furiosa el aire encima de su cabeza.

—No es gracioso. Es culpa tuya.

No, no se trataba de un sueño. Era una pesadilla. No a la altura de las de Freddy Krueger, pero se le acercaba. Recordó las clases de primeros auxilios y pensó en lo que se hacía para ayudar a una persona sin sentido. Tocó el cuello de Miles y sintió un pulso fuerte y regular.

Suspiró aliviado y con suavidad le movió la cabeza. Se mordió el labio cuando los dedos tantearon un chichón considerable en la base de su cráneo.

—Podrías haberlo matado.

—Oh, santo cielo —Hildy se llevó una mano temblorosa a la boca—. Cornelius jura que no dijo hombre malo. Dijo policía. Me despertó para decirme que había un policía en la cocina.

Con cuidado, Liam volvió a depositar la cabeza del hombre sobre el suelo, luego fue a la nevera. Sacó un puñado de hielo, lo envolvió en un trapo y regresó al lado de Miles.

—Por eso se ríe Cornelius. Le he atizado a un ,poli. No lo hacía desde pequeña —no sonaba muy consternada. De hecho, en sus labios bailaba una sonrisa divertida. Se acercó y contempló a Miles. Tuvo que entrecerrar los ojos ya que había olvidado las gafas. Se agachó junto a él y lo observó detenidamente. —Es guapo —miró a su sobrino y notó la desaprobación de Liam—. Vamos, reconócelo. A ti también te parece un tipo atractivo. De lo contrario, no habrías estado besándolo.

Identidad EquivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora