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Louis Malik tenía el sueño ligero. En especial cuando dormía solo, en una cama grande, y la habitación de al lado la ocupaba un ojiverde irresistible. El doctor de fuera de la ciudad se había mostrado distante durante el cóctel... pero eso era porque aún no lo conocía.

Como se había ido a la cama pensando en él, el sueño había resultado elusivo. De modo que estaba despierto cuando oyó una llamada suave a la puerta de la habitación de al lado. Se puso unos pantalones, y sin molestarse en abrochárselos del todo, se asomó al pasillo.

—¿Todo va bien?

Vio a la propietaria mayor de la posada hablando con el doctor. Éste apenas iba vestido con una bata de seda roja. Sonrió cuando se situó detrás del marco de la puerta, apartándose con discreción de su vista.

—Deje que me vista y bajaré —susurró.

—¿Qué sucede?—preguntó una vez que la otra puerta se cerró.

Hildy Payne podía rondar los noventa, pero era coqueta como la que más. —Dormir solo no le sienta bien, ¿verdad, Louis? —Lo miró de arriba abajo, haciéndolo reír en vez de correr a buscar la camisa. Hildy era inofensiva. Hasta el momento, no le había pellizcado el trasero ni nada por el estilo, aunque no confiaba lo suficiente en ella como para darle la espalda.

—En realidad, no.

—¿Qué pasó con el muchacho que se suponía que iba a acompañarlo este fin de semana?

No quería hablar del chico, un empleado de tele marketing con quien había estado saliendo unas semanas. Habían planeado pasar el fin de semana en la posada, ya que la vez que se conocieron había sido allí mismo, en la fiesta que había dado el último Halloween. Pero ya era historia, puesto que no habían congeniado realmente.

—Señora Payne, ¿hay alguien herido?

Ella asintió, luego murmuró.
—Hay un agente secreto sin conocimiento en la cocina.

—Un agente secreto sin conocimiento —repitió, de todas las cosas que había esperado oír, esa no figuraba entre las diez primeras. Se preguntó si la anciana había perdido un tornillo.

—Sí. Pero no lo sabe nadie. No puede contarle al doctor Styles de quién se trata... él es un desconocido. Pero se lo diré a usted porque a Liam le cae bien. De lo contrario, ya le habría partido la nariz después de las veces que ha intentado conquistarlo.

Nada nuevo. En cuanto quedó claro que el chico Payne no estaba interesado, Liam y él habían establecido una amistad. Le caía bien. Era un bombón, pero hasta él mismo reconocía que no era su tipo.

—Hildy, ¿se encuentra bien? Quizá el doctor debería examinarla.

—No, gracias —bufó la anciana—. Tengo la mente y el cuerpo bien. Pregúnteselo a su abuelo.

Louis cerró los ojos ante la imagen que las palabras provocaron. La anciana probando los muelles en la cama de su abuelo de ochenta y siete años. Se le puso la piel de gallina.

—Estoy listo.

El doctor regresó vestido con un jersey negro y unos pantalones que ceñían una figura que le hacían agua la boca.

—¿Necesitan ayuda?

Con celeridad el rizado evaluó su torso desnudo y los vaqueros abiertos. Y aunque lo descartó con un gesto frío, Louis no pudo evitar notar el rubor que invadió sus mejillas.

—Puedo manejar la situación. La señora Payne dice que ha golpeado a alguien a quien ha dejado inconsciente.

¿La anciana había dejado fuera de juego al agente secreto? Mmm.

Identidad EquivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora