Quizá su nombre fuera Miles Stone, y por algún motivo había estado en la cocina de esa posada besando a un guapísimo hombre castaño, cuando la tía de éste lo golpeó con una bolsa con monedas. Había despertado con una memoria vacía y un chichón enorme , así como con el mayor dolor de cabeza que había tenido jamás.No podía recordar nada más.
Pero al menos la jaqueca se había desvanecido a la hora de haberse tomado los analgésicos y subido a una de las habitaciones del hotel. Había estado vestido de negro. El sexy propietario y su anciana tía parecían nerviosos por algún motivo. Y supuestamente él había ido armado. Tenía muchas preguntas.¿Por qué su nombre, Miles Stone, no hacía sonar ninguna campana en su mente?¿Qué hacía en una posada sin equipaje, tal como había descubierto cuando lo escoltaron a esa habitación vacía? ¿Por qué llevaba un arma? ¿Por qué no llevaba cartera? ¿Por qué Liam Payne se mostró tan cauteloso cuando subieron las escaleras?¿Qué habían estado haciendo en la cocina, cuando cada molécula de su cuerpo gritaba que debería haberlo tenido en una cama? Desnudo. Jadeante. Quizá lo más importante, ¿quién era el castaño para él y cómo reaccionaría si retomaba la acción donde la habían dejado antes de que hubiera interferido la tía?
Por desgracia, su compañero no parecía predispuesto a ofrecerle respuestas.
—Bueno, ¿qué te parece si dejamos de mirarnos y vamos al grano?
—No sé a qué te refieres.
Se incorporó y la sábana con la que había estado cubriéndose cayó. Sin darle la oportunidad de que pudiera marcharse, lo rodeó y se plantó delante de la puerta. Cruzó los brazos. Si quería irse, iba a tener que pasar a través de él.
Tampoco le importó que el castaño se quedara boquiabierto ante la visión de su cuerpo, enfundado únicamente en unos calzoncillos grises.
—El hecho de que mi memoria haya desaparecido no significa que sea estúpido. Sé que hay algo más de lo que salta a la vista. Empieza a hablar.
Alzó la vista, sin levantarse de la silla, como si las piernas de pronto se le hubieran vuelto de goma y no confiara en ellas para sostenerlo. No lo tocó... no con las manos. Pero en ese momento, con la cintura a la altura aproximada de su cabeza, él supo lo que el castaño veía.
Continuó mirándolo con ojos llenos de lujuria, sin esforzarse en ocultar el modo en que entreabrió los labios. Levantarse de la cama había sido un gran error táctico. Bajo ningún concepto iba a poder centrarse en obtener respuestas, no cuando ni siquiera era capaz de ocultar la reacción que le producía el interés abierto que Liam manifestaba.
El castaño notó esa reacción. Teniendo en cuenta el tamaño de la erección, una persona situada a una manzana de distancia la notaría. Le tembló el cuerpo, volvió a mirar su pecho. Al pelinegro se le secó la boca al preguntarse si había succionado esos pezones, jugado con ellos bajo la lengua. ¿Lo había tocado, lamido, probado cada centímetro de su cuerpo? Si saber si había sucedido era un infierno. No saber si volvería a suceder era peor.
—¿No crees que deberías volver a la cama? —preguntó el castaño, las palabras finales parecidas a un graznido.
La cama. Sí. Eso funcionaría. Si tan sólo no fuera absolutamente imposible.
—Me estás matando —gruñó. Su gran erección no iba a desaparecer hasta que hiciera algo al respecto. O lo hiciera el castaño. Lo que no podría suceder. Hasta que supiera quién era, si estaba casado, era un preso fugado o un maníaco sexual, no podía tocarlo. Estaba tan excitado, que le faltaba poco para reventar los calzoncillos.
—Oh, Dios mío —susurró Liam boquiabierto. Le miraba la entrepierna como si fuera un bailarín en un club de striptease.
—Creo que será mejor que te vayas —pidió Zayn con voz ronca. Se apartó de la puerta para dejarlo marchar, cuando lo que deseaba hacer era acercarlo, enterrarse en él y permitir que la intimidad física desvaneciera toda la confusión—. Vete ahora.