11

101 21 26
                                    


Aquella noche, Miles percibió que algo rondaba por la cabeza de Liam. Aunque lo conocía desde hacía poco, ya notaba sintonía con sus estados de ánimo y sabía cuándo algo no iba bien. No le gustaba esa expresión reservada y triste que no había tenido por la mañana. Quería desterrarla, verlo resplandecer de felicidad, rebosar de energía, y haría cualquier cosa para aliviarlo de esa carga.

Tenía que reconocer que a él le sucedíalo mismo. Por desgracia, lo que había en su mente era nada. Carecer de recuerdos, de pistas sobre su verdadera vida, no saber dónde vivía, podía ser muy molesto. De toda esa situación sólo había salido una cosa buena. Y en ese mismo instante lo tenía acurrucado en sus brazos en la cama.

—¿Te encuentras bien? —susurró Liam, como si intuyera el rumbo que seguían los pensamientos de él.

—Sí. Sólo pensaba.

—¿En qué?

—En lo que sucedería si no recupero la memoria. Hoy no me he sentido muy preocupado, pero no puedo decir lo mismo de mañana. Le comenté al Doctor Styles que si por entonces no estoy bien, iría a un hospital.

—Creo que es una buena idea —convino el castaño. Luego añadió—. El Doctor Styles, hoy hablaste un buen rato con él.

—No estarás celoso, ¿verdad? —lo miró.

—Es muy atractivo.

—Me gustas tú — declaró.

Aunque lo que sentía por Liam iba más allá de "gustar". No sabía si era un hombre emocionalmente impulsivo, y desde luego, no era lo que debería ser un agente secreto. Sin embargo, no había dudas al respecto, empezaba a desarrollar sentimientos hacia Liam. No era tan tonto como para llamarlo amor. Al menos no pensaba que pudiera llamarlo así, en particular porque no sabía si creía en el amor a primera vista. La razón y la lógica indicaban que el amor requería tiempo. Significaba conocer a alguien, saber qué quería de la vida, de dónde venía, lo que era importante para esa otra persona. Por encima de todo, era no desear otra cosa que hacerle feliz.

Mirándolo desde esa perspectiva, debería haber quedado convencido de que no podía estar enamorado de Liam Payne. Porque no podía afirmar conocer nada de eso. Con la excepción de una cosa. Desde que la noche anterior abrió los ojos y lo vio, en más de una ocasión había pensado que consideraría fructífera su vida si alguna vez lograba únicamente una cosa. Hacerlo feliz. Y hasta ese instante, cuando más feliz lo había visto, aparte de los momentos en que habían estado haciendo el amor, había sido al compartir alguna aventura.

—¿Sabes?, a pesar de lo mucho que agradezco que te ocupes de mí, me estoy volviendo loco encerrado en esta habitación.
—El castaño enarcó una ceja. —Creo que deberíamos salir un rato.

Liam se mordió el labio, con expresión de apetecerle la idea. —He de ser el anfitrión durante la hora del cóctel.

—¿Has de serlo?

—Bueno —titubeó Liam—, los canapés ya están preparados. Y por lo general es la tía Hildy quien prepara las bebidas.

Ya lo tenía. —Vamos —instó,— larguémonos.

Al final, Liam sonrió y asintió. En el acto, el pelinegro le aferró la mano y lo levantó de la cama.
—¿Ahora?

—Ahora mismo. Para cuando hayamos salido, ya habrá oscurecido.

Tenía razón. Cuando se escabulleron por la puerta de atrás, vieron que la noche había caído con rapidez después de ponerse el sol.

—Muy bien —dijo Liam—. ¿Alguna idea de a dónde vamos?

Identidad EquivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora