Capítulo 5

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Varias lunas y soles transcurrieron mediante los días en que Luo Binghe paso su estadía en el santuario sagrado.

Luego de la plática interesante que tuvo con su cuidador el día de la golpiza, Luo Binghe le prometió a A-Yuan que ahora en adelante, cumpliría con los lineamientos de convivencia para no volver a decepcionarlo y así poder enogullecerlo en todo momento.

El pequeño Binghe observó cómo los seres místicos mantenían una rutina especial durante las mañanas. A veces cuando se despertaba temprano al salir el sol, observaba a escondidas como las almas místicas se posaban erguidas ante la luz solar para sentir su calidez.

Dicha rutina, al parecer, era un hábito obligatorio de los seres místicos. Algunos días se acompañaban entre sí, mientras otros días disfrutaban la puesta del sol en solitario.

Luo Binghe miraba embelesado el panorama. Esa pequeña brillantina que le encantaba admirar revoloteando alrededor de su cuidador, parecía que se multiplicaban aún más con esa acción. Dando la impresión de que asemejaba una hermosa escultura posada en el jardín hecha con granola o un precioso material a Jade transparente.

Verlo todas las mañanas a escondidas, era su pasatiempo favorito. Sus ojos se deleitaban de emoción al momento que sus fuertes sentimientos de admiración hacia él, aumentaban como nunca.

Deseaba, aunque fuera por una vez, conocer el rostro de aquel héroe que lo salvó de las penumbras. Esa era una de las ideas que más estremecía su corazón de incertidumbre.

Impaciente por conocer si su cuidador se trataba de un ser humano, un demonio, o una criatura fantástica. Un día, se atrevió a hacer algo inesperado.

Cerca del manantial donde su cuidador recibía los rayos del sol en solitario, el pequeño Binghe se escondió detrás de algunos brotes de bambú para pasar desapercibido y emboscarlo.

En ese momento, A-Yuan andaba sumergido en su acción con los ojos cerrados. Su velo se mecía libremente por la brisa delicada que generaba el viento a su alrededor, sin percatarse de su fortuita presencia.

Luo Binghe sonreía con una actitud traviesa y juguetona. El segundo sueño que deseaba cumplir era tocar a su cuidador con un pellizco. El cuerpo del alma mística es totalmente invisible ante sus ojos por todo el conjunto de prendas que vestía. Lo único que se lograba visualizar con suerte eran sus pálidas manos.

A pesar de que el chico tuvo la oportunidad de sentir su contacto a través de las palmaditas de cabeza que acostumbraba a darle, Luo Binghe anhelaba conocer más que eso, lograr sentir su calor y apapacharlo en inmensos abrazos.

Mediante ese tiempo, el pequeño Binghe se escabullo entre los matorrales como un leoncito acechando a su presa, procurando no ocasionar algún ruido. Cuando fue capaz de acercarse a una distancia prudente, se abalanzó a su dirección cuando grito:

-- ¡Te tengo, Shizun!

Lo que no se esperó fue que, cuando logró dar el salto, el impulso lo envió al otro extremo del manantial, cayendo de un chapuzón al agua y sentirse realmente perplejo por el inesperado resultado.

La figura mística ni se inmutó en su travesía, hallándose en el mismo lugar sin mover ni un paso.

-- ¿Decías...?

El pequeño Binghe parpadeó tres veces incrédulo.

¡Había traspasado a través de él!

A-Yuan sonrió divertido viendo su tierna confusión, y preguntó bromista:

Los Guardianes ShenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora