Las calles de Londres

501 21 9
                                    

Anthony Bridgerton había decidido marcharse con su hermana Eloise aquella noche.

—No puedes —dijo Phillip.

—Claro que puedo hacerlo, ya está decidido —respondió.

—No...

Anthony le dio un último golpe al escritorio, indicando que la conversación que habían tenido durante algunos minutos había terminado, en especial porque Anthony había tomado la decisión por todos. Eloise no tuvo otra opción, eran marcharse de vuelta a Londres con su familia o dar aviso al párroco sobre la anulación de un matrimonio que después de un año, no logró consumarse.

—Dame tiempo, Anthony —suplicó Phillip.

Este negó con la cabeza.





****

Eloise había tenido una conversación previa con su hermano la noche anterior, en la que furioso, le dijo que tendría que regresar a Londres.

—Ya lo decidí.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Eloise, furiosa.

—Quiero un hombre bueno para ti.

—Anthony, desde que me casé, tú dejaste de ser quien toma las decisiones, ahora soy consciente de las mías y quiero quedarme aquí.

—Te lo he dicho.

Eloise sabía que su hermano no movería el dedo de la raya.

—Nos vamos mañana —dijo Anthony, como siempre hacía cuando daba por terminada una discusión.






****

Cuando esa mañana llegó, Eloise y Phillip ya estaban advertidos de lo que pasaría al día siguiente, ambos tendrían que tomar caminos distintos una vez más.

Tendrían algunas horas para poder decirse adiós; ella lo miraba a lo lejos, inspeccionando los rosales. Él tenía un nudo en la garganta, no quería dejarla ir pero sabía que no debía mantenerla atada cuando no podía darle lo mínimo que ella merecía, entonces aceptó cuando su hermano le había anunciado su decisión de marcharse.

Tenía la esperanza de que, tal vez, encontraría a alguien que la completara física e intelectualmente, como en repetidas ocasiones lo había mencionado.

—Dime que no es cierto —dijo Eloise a espaldas de Phillip.

Tuvo que girar rápidamente para darse cuenta que ella estaba parada detrás de él, con los ojos cristalizados a causa de las lágrimas y los labios ligeramente abiertos, obligándose a llenar sus pulmones de aire a través de las difíciles bocanadas de aire.

—Tienes que irte —admitió con tristeza—, temo porque vayas a decir una palabra más y yo no quiera dejarte marchar de aquí. Pero tienes que hacerlo.

Ella no podía responder, tenía miedo de llorar y decirle que era un tonto por dejarla ir. Dio media vuelta y se alejó de los jardines, con la ligera esperanza de que, tal vez, él le dijera que se quedara.

Pero no lo hizo, en lugar de eso, la dejó partir con su familia y ella decidió no poner resistencia y marcharse de vuelta a Londres.


(RDT) BRIDGERTON || ELOISE & PHILLIP || PHILOISE || CARTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora