Un cambio de corazón

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"Feo, feo, feo" dijo Serena. Hizo una bola con el vestido negro nuevo y lo tiró sobre la cama.

¿Un maravilloso vestido de Tocca? ¡Vamos, que no es feo, anda!

Aquella semana Serena se había puesto todos los días su uniforme granate, había ido al colegio, vuelto a casa, visto un poco de tele, cenado, visto un poco más de tele e ido a dormir. Hasta hizo algunos deberes. Con los únicos que habló fue con sus padres y sus profesores, y quizá un saludo al pasar junto a alguna chica en el colegio. Comenzaba a sentirse semi invisible, como la sombra de la antigua Serena, una chica que la gente había conocido pero ya no recordaban. Además, por primera vez en su vida se sintió fea y torpe.

Sus ojos y su pelo le parecían opacos, y su hermosa sonrisa y comportamiento fascinante habían sido acordonados hasta próximo aviso. Ahora era viernes, la noche de la fiesta del "Beso en los Labios", y tenía una pregunta que no podía responder:

¿ir o no ir?

Antes, antes de una fiesta elegante como aquella, Serena y sus amigas se pasaban la mitad de la noche vistiéndose juntas: bebían ginebra con tónica, bailaban por ahí en ropa interior, se probaban cosas geniales, pero hoy Serena revolvía su armario sola.

Estaban los vaqueros con un lado de la pierna roto donde se había enganchado en la cerca de alambre de púas de Ridgefield. El vestido de satén blanco que se había puesto para el baile de Navidad de noveno. La chaqueta de cuero vieja de su hermano. Las zapatillas viejas de tenis que tendría que haber tirado hacía dos años. Y, ¿qué es esto? Un jersey de lana roja de Nate.

Serena hundió la nariz en él. Olía a ella, no a él. En el fondo del armario encontró el vestido charlestón de terciopelo negro que compró con Blair en una tienda de segunda mano. Era el tipo de vestido que te pones para beber, bailar y lucirte en una casa enorme llena de gente que se lo está pasando bien. Serena recordó la buena vida que se daba cuando compró aquel vestido, la vida de la Serena de antes, la de hacía dos semanas.

Se quitó la bata, la dejó caer al suelo y se pasó el vestido por encima de la cabeza. Quizá con él recobrase su poder perdido. Descalza, se dirigió al vestidor de sus padres, donde se arreglaban para su fiesta de etiqueta.

"¿Qué tal?" dijo Serena, haciendo un pequeño giro frente a ellos.

"Oh, Serena, ¿no te pondrás eso, no? Dime que no" exclamó su madre, abrochándose un largo collar de perlas al cuello.

"¿Qué tiene de malo?" dijo Serena.

"Es un trapo viejo" dijo la señora Van der Woodsen.

"El mismo tipo de vestido que llevaba mi abuela cuando la enterraron ¿Qué tienen de malo los trajes que compraste con tu madre la semana pasada?" sugirió el señor Van der Woodsen.

"¿No te compraste nada para llevar a la fiesta?"

"Por supuesto que sí" dijo la señora Van der Woodsen "Se compró un vestido negro precioso"

"Que hace que parezca una monja gorda" dijo Serena enfurruñada.

Colocándose las manos en las caderas, se miró en el espejo de cuerpo entero "Me gusta este vestido. Tiene personalidad"

Su madre suspiró desaprobadoramente "Y Blair, ¿qué va a llevar?" preguntó.

Serena se quedó mirando a su madre y parpadeó. En circunstancias normales, habría sabido perfectamente lo que llevaría Blair, hasta el color de su ropa interior. Blair habría insistido en que fueran a comprarse los zapatos juntas, porque cuando te compras un vestido nuevo, tienes que comprarte los zapatos también. A Blair le encantaban los zapatos.

"Blair nos dijo a todas que lleváramos ropa antigua" mintió.

Su madre estaba a punto de hablar cuando Serena oyó que sonaba el teléfono de su habitación. ¿Sería Nate que llamaba para disculparse? ¿Blair? Corrió por el pasillo para tomarlo.

"¿Dígame?" dijo sin aliento.

"Hola, guarra. Perdona que no te llamara" Serena hizo una profunda inspiración y se sentó sobre la cama. Era Erik, su hermano.

"Hola" dijo.

"Te vi en el periódico el domingo pasado. Estás totalmente loca" rió Erik
"¿Qué ha dicho mamá?"

"Nada. Es como si me dejara hacer lo que se me ocurriera. Todo el mundo cree que... yo que sé, que me he torcido o algo por el estilo" dijo Serena, intentando encontrar la forma de expresarse.

"Eso no es verdad" dijo Erik "Eh, ¿qué te pasa? Pareces triste"

"Sí" dijo Serena con el labio inferior trémulo "Es que lo estoy"

"¿Y eso? ¿Qué está pasando?"

"No lo sé. Hay una fiesta a la que tengo que ir, todo el mundo va. Ya sabes cómo es" comenzó.

"No parece tan terrible" dijo Erik con cariño.

Serena apoyó las almohadas contra el cabecero de la cama y se metió bajo el edredón. Reclinó la cabeza en las almohadas y cerró los ojos "Pero es que nadie me dirige la palabra. No sé porqué, pero desde que volví, es como si tuviera la enfermedad de las vacas locas o algo por el estilo" explicó.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

"¿Y Blair y Nate? Seguro que ellos te hablan" dijo Erik "Son tus mejores amigos"

"Ya no" dijo Serena en voz baja, las lágrimas corriéndole por el rostro. Tomó una almohada y se secó las mejillas.

"Pues... ¿sabes lo que te digo?" dijo Erik.

Serena tragó y se secó la nariz con el dorso de la mano "¿Qué?"

"Que los folle un pez. No los necesitas. Eres la chica más guapa del hemisferio occidental. Que les den, que les den, que les den"

"Sí" dijo Serena, dudosa "Pero son mis amigos"

"Ya no. Tú misma acabas de decirlo. Puedes hacer nuevos amigos. Te lo digo en serio" dijo Erik "No puedes permitir que unos tontos del culo te conviertan en una tonta del culo. Tienes que mandarlos a la mierda"

Era un erikismo perfecto. Serena se rió, se secó la nariz con la almohada y la tiró al otro extremo de la habitación.

"De acuerdo" dijo sentándose "Tienes razón"

"Siempre tengo razón. Por eso que resulta tan difícil encontrarme. Hay una gran demanda de gente como yo" dijo

"Te echo de menos" le dijo Serena, mordisqueándose la uña del meñique.

"Yo también te echo de menos" dijo Erik.

"¿Serena? ¡Nos vamos!" llamó su madre desde el vestíbulo.

"De acuerdo, tengo que dejarte" dijo Serena "Te quiero, Adiós" Serena colgó.

A los pies de la cama estaba la invitación para la fiesta del "Beso en los Labios" que le había hecho Jenny. La tomó de un manotazo y la tiró a la papelera. Erik tenía razón. No tenía por qué ir a una estúpida fiesta de beneficencia porque todos los demás fuesen. Ni siquiera querían que fuera. A la mierda. Era libre de hacer lo que quisiera.

Llevó el teléfono hasta su mesa de estudio y revolvió entre los papeles hasta que encontró la guía telefónica de los alumnos del colegio Constance Billiard, que había recibido el lunes por correo. Serena leyó los nombres. No era la única que no iba a la fiesta.

Ya encontraría a alguien con quién salir.

Gossip girl #1- Cosas de ChicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora