¿S y N volverán a conectarse?

69 2 0
                                    

Justo antes de medianoche, un taxi se detuvo en la Quinta Avenida 994. En frente, las escalinatas del Museo Metropolitano de Arte se encontraban desiertas, reluciendo de un color blanco fantasmagórico bajo la luz de las farolas.

Serena se bajó del taxi y saludó a Roland, el viejo portero de noche, que dormitaba en la recepción. La puerta del edificio se abrió, pero no fue Roland quien lo hizo, si no Nate.

"¡Nate!" exclamó Serena, realmente sorprendida. "Oye, déjame cinco dólares, ¿quieres? No tengo suficiente dinero. Normalmente me echa una mano el portero, pero me parece que está dormido"

Nate sacó un rollo de billetes del bolsillo y le dio un par al taxista. Se llevó el dedo a los labios y subió sigilosamente hasta la puerta del edificio. "¡Oiga!" gritó, golpeando el cristal con fuerza.

"¡Qué malo eres, Nate!" rió Serena.

A causa del grito Roland abrió los ojos de golpe y casi se cayó del asiento. Luego les abrió la puerta y ellos entraron corriendo y subieron en el ascensor hasta el piso de Serena. Ella entró hasta su habitación, seguida de Nate, y se dejó caer pesadamente en la cama.

"¿Recibiste mi mensaje?" bostezó, quitándose las botas "Pensé que saldrías esta noche"

"No pude" dijo Nate. Tomó la pequeña bailarina de cristal que se encontraba sobre el joyero de caoba de Serena. Tenía unos piececitos núnimos, como si fuesen agujas. Se había olvidado de ella.

"Pues no te has perdido nada" suspiró Serena. Se estiró en la cama "Estoy muy cansada" dijo. Dio unas palmaditas a su lado y se movió para hacerle sitio

"Ven, ¿te acuestas aquí y me cuentas un cuento antes de dormir?" Nate dejó la bailarina y tragó con esfuerzo. Oler el perfume de Serena le oprimía el corazón. Se echó a su lado.

Sus cuerpos se rozaban. Le pasó el brazo por los hombros y ella le besó la mejilla, acurrucándose contra su costado.

"Acabo de estar con Blair" dijo Nate, pero Serena no contestó. Tenía la respiración pesada, como si ya se hubiese dormido.Nate se quedó quieto, con los ojos como platos y la mente a mil por hora. Se preguntó si Blair y él habrían roto oficialmente ahora. Se preguntó cómo respondería Serena si le diese un beso en los labios y le dijese que la quería.Se preguntó si todo habría salido bien si no le hubiese dicho nada a Blair.

Nate recorrió con la mirada la habitación, reconociendo todos los queridos objetos familiares que había visto toda la vida y que él había olvidado. El osito de peluche con falda a cuadros escoceses que se sentaba con porte aristocrático en la mesita de noche de Serena, el gran armario de caoba con los cajones a medio abrir por donde se asomaba la ropa, la pequeña quemadura que había hecho en noveno en la blanca tela del dosel, en el suelo, junto a la puerta, se encontraba el bolso de terciopelo rojo de Serena, abierto con el contenido desparramado, un paquete azul de cigarrillos Gauloise, un billete de veinte dólares, una tarjeta Amex, y una bufanda azul marino con las iniciales C.B. bordadas en dorado.

¿Por qué le había pedido dinero si llevaba veinte dólares? ¿Y qué mierda hacía con la bufanda de Chuck Bass?

Nate se puso de costado y Serena gimió suavemente a la vez que la cabeza se le iba hacia atrás en la almohada. La observó críticamente. Era tan hermosa y sexy y confiada y llena de sorpresas. Era difícil creer que fuese real.

Serena alargó los brazos y rodeó con ellos el cuello de Nate acercándosele. "Vamos" murmuró, sin abrir los ojos "Acuéstate conmigo"

Nate se puso tenso. No sabía si Serena se refería a que durmiese con ella o que se acostase con ella, pero igualmente estaba excitado. Cualquiera en su situación lo habría estado, lo cual le daba mucha rabia.

Serena lo había dicho sin darle demasiada importancia. De repente, no le costó ningún trabajo imaginarla haciendo todo lo que se decía que había hecho. Con Serena todo era posible.

Un brillo plateado le llamó la atención. Era la pequeña caja de plata que tenía sobre la mesilla, llena de sus dientes de leche. Cada vez que la visitaba, Nate solía abrir la cajita forrada de terciopelo para ver si los dientes se encontraban todavía allí. Pero esta vez, no. Por lo que parecía, Serena no era la misma niñita que había perdido todos esos dientes.

Nate se apartó de ella y se puso de pie. Levantó de un manotazo la bufanda de Chuck y la puso sobre la cama sin darse cuenta de que estaba manchada de vómito. Y luego, sin siquiera volver a mirar a Serena, se marchó dando un portazo.

Gallina.

Al oír el portazo, Serena abrió los ojos y olió su propio vómito. Haciendo arcadas, corrió al cuarto de baño. Se agarró al borde de su lavabo de porcelana blanca, se inclinó, con los costados doliéndole del esfuerzo. No devolvió nada. Abrió el grifo del agua caliente de la ducha al máximo y se quitó por encima de la cabeza el vestido Pucci, húmedo de sudor frío, y lo dejó caer al suelo.

Lo único que necesitaba era una buena ducha caliente y un poco de exfoliante.

Mañana estaría como si no hubiera pasado nada.

Gossip girl #1- Cosas de ChicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora