*28* "TORTURA"

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- Su tío lo quiere ya mismo en el penal.

- ¿Yo a vos qué te dije? No te acerques más a la casa de mi mamá, gran pirobo. Y decile a mi tío que no puedo. - intentó cerrar la puerta.

Empujó fuertemente la puerta y entró en la casa.

- Lárgate de acá, ya te dije que no voy a estar obedeciendo a nadie, ándate. - gritó.

El hombre sacó una pistola y lo apuntó directamente en la frente.

- ¿O venís, o te pelo acá mismo? Vos mismo caribonito.

Resopló.

- Ya, está bien, bajá esta mierda. - lo apartó bruscamente y subió al auto.

No tenía de otra, debía usar la excusa más convincente para persuadir a Manín, de lo contrario estaría bien jodido.

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Respiró hondo y entró en la sala de visitas.

- Acércate. - gritó. - ¿Por qué carajos no entregaste al garfio?

- Tío, yo no podía hacer eso.

- ¿Cómo qué no? - gritó. - Me importa un culo si estás enamorado de esa perra, ese no es mi verraco problema.

- No es eso, ella...

- Nada, Charly, te callas la jeta. - dió un golpe. - Hoy mismo vos te bajás de una a Yeimy Montoya, y no quiero más sorpresas.

Suspiró.

- Yo no puedo hacer eso, entendé.

- No me importa, la matas vos mismo, o te juro que el que se muere sos vos.

Respiró hondo, preparándose para lo que iba a decir.

- El pelado que espera es hijo mío. - gritó en medio de los reclamos, y la habitación se quedó en silencio.

Era la única opción de seguir manteniendo con vida a su hija, por lo menos por ahora.

- ¿De qué me estás hablando? Esa mujer es una zorra cualquiera, ¿cómo sabés que es tu hijo?

- Tío, te juro que es mi hijo, ¿ahora entendés por qué todavía no la puedo matar?

Se lo quedó viendo sin creerle ni un poco.

- Tío, por favor, entendé que yo no puedo hacerle daño a mi propia sangre. Esperemos que nazca, y te juro que si hace falta yo mismo la mato. - dijo nervioso.

Lo miraba expectante a su reacción, mientras suplicaba porque le creyera.

- En cuanto tenga a mi hijo, yo te juro que la mato.

- Mirá Charly. - lo señaló. - Como yo me entere que me estás mintiendo, te juro que no voy a tener más paciencia. Te mato, Charly, que desde hace rato te tengo ganas. Así que pensá muy bien lo que vas a hacer.

- Está bien, tío, está bien. El pelado es mi hijo.

- Más te vale, Charly. Mucho cuidado con volverte a enredar con el garfio, están en juego la vida de tus hijos.

Era la única opción para mantener a salvo a mis hijos. Decir que ese pelado era hijo mío, cambiaba las cosas. Era una buena excusa para justificar no haberla entregado. Pero conocía a Manín y las cosas no le acababan de cuadrar, debía andar con cuidado.
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Ahora sí que nada me detendría, ya era hora de plantarle cara a ese malparido de Manín. Estaba acá, a la espera de que llegará a la sala de visitas, mientras las ganas de burlarme en su maldita jeta me invadía. Sonreí al sentir unos pasos acercándose, fijé mi vista en la puerta, y a los pocos segundos lo tenía frente a frente. Por supuesto que estaba furioso de verme vivita y coleando, pero al contrario de asustarme, solo podía reírme.

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