*29* "JUEGO"

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Se encontraban en la ambulancia, camino del hospital. Charly la tenía agarrada de la mano, mientras ella no acababa de reaccionar a lo que le dijo.

«Perdoname»

Jamás imaginó escuchar de los labios de Charly una disculpa, que para su mala suerte sentía sincera.

- Yeimy... - susurró débilmente.

Lo ignoró. Ella no tenía por qué escuchar sus babosadas. Qué lo haya salvado no cambiaba en absoluto las cosas. Y en cuanto estuviera en sus sentidos se lo dejaría bien claro. Lo había hecho única y exclusivamente por Erik, no por él.

- Princesa, ¿me estás evadiendo?

Volteó los ojos y se soltó de su mano.

- Charly, Shh... es mejor que esté callado, no es momento para sus estupideces.

Volvió a tomar su mano, pero esta vez la acercó a sus labios y la besó.

- Charly, ¿ qué le pasa? ¿Está loco o qué? - apartó muy molesta la mano. - Nada cambió entre nosotros, todo va a seguir exactamente igual.

Soltó un quejido.

- Pues a mí me parece que las cosas cambiaron. - sonrió. - Y bastante, princesa.

A pesar de las molestias que sentía, estiró su mano y acarició el borde de sus labios.

Resopló.

- ¿Sabe qué? Mejor déjeme en paz, porque si cree que voy a caer de nuevo en sus jueguitos, está muy equivocado.

Se alejó de él, lo miraba mal, mientras él sonreía viéndola.

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Más tarde...

2 horas después de salvarlo, Charly ya se encontraba en una habitación del hospital. Le limpiaron las heridas, le inyectaron medicamentos, y ahora se encontraba totalmente consciente. En cuanto llegaron al hospital, Yeimy se fue corriendo para su apartamento. Ya había cumplido con rescatarlo, no tenía nada que hacer ahí. Vanessa y Ligia, se enteraron y enseguida llegaron a verlo.

- Mi amor. - corrió hacia él. - Amor, mirá cómo te dejó ese maldito.

- No te preocupes, que estoy perfectamente. Solo ando con dolorcitos, nada más.

- ¡Papá! - gritó Vanessa.

Fue a él y lo abrazó.

- Ay... - se quejó. - Princesa, hacele suave, tengo toda la espalda herida.

- Te amo, papá. Perdóname si fui injusta con vos.

Le sonrió.

- Todo bien, mi amor. Claro que te perdono, vos y tu hermano son lo que más amo en esta vida.

Le devolvió la sonrisa.

- ¿Y Erik? ¿Está bien?

- Si, mirá acá llegó. - Erik entró.

- Charly, no sabes el miedo que sentimos, ese pirobo casi te mata. - se acercó.

- Hijo, ya, todo bien. Mirá que tú papá está como nuevo, ¿si o qué? - rió.

Todos rieron.

- Hijo, vos sos medio loquito. Ese man casi te mete un pepazo y vos cómo si nada.

- Pero no pasó nada, los tombos llegaron a tiempo.

Y Yeimy. - pensó y sonrió.

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Charly
Yo sabía que ella llegaría, sea cual sea la circunstancia, Yeimy siempre estaba. Para bien o para mal, siempre estábamos para el otro. Era cómo si no estuviésemos dispuestos a que el otro fuese destruido por otros. Solo entre nosotros dos, nadie más. Ya era hora de ser sincero conmigo mismo, yo no quería que ella sufriera, ni por mí, ni mucho menos por ese perro. Y yo sé que ella piensa exactamente lo mismo, solo que el odio que cree que siente, la impulsa a seguir jodiendome. Claro que Yeimy sabía lo que me iba a pasar, Manín tenía razón. Pero en el fondo la entendía, cuando sentía que estaba a punto de morirme, conseguí arrepentirme sinceramente de todo el mal que le hice. Eso no quiere decir que sea cierto lo que todos dicen, yo no estoy enamorado de Yeimy, pero tampoco es que la odie. Es difícil de explicar, pero entre nosotros hay pasión, deseo, química, rivalidad, todo eso menos amor. Yeimy jamás podría sentir algo lindo por mí, era comprensible. Y yo simplemente no me enamoro de nadie. Es cierto que con "Tammy" fue distinto, me encapriché, sentí cosas bonitas por ella, pero todo eso se desvaneció al descubrir quién era realmente. Aunque no estuviera enamorado, Yeimy conseguía atraerme en cada una de sus facetas. La dulce pelada inocente, la maldita mentirosa que fue como Tammy y la mujer vengativa que es ahora. En todas sus etapas conseguía gustarme. Cómo mujer me encantaba, su cara, sus besos, su cuerpo, toda ella me fascinaba, pero solo era atracción física. Qué por nada de este mundo dejaría pasar, de la manera que sea y como sea la quería tener. Estaba arrepentido, pero el egoísmo era algo que me caracterizaba, y Yeimy sería solamente para mí. Nadie y mucho menos ese carechimba de Christian la tocaría. Si Yeimy no quería nada conmigo en ningún sentido, perfecto, no la obligaría, pero tampoco permitiría que otro imbécil se le acercará.

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