Parte 11. Tatiana.

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El frío me helaba los huesos, tanto así que mis dientes castañaban. No sé dónde estoy. No sé qué está pasando.

Sólo sé que me sentía sola, como si me hubiese perdido y supiese que nadie me encontraría jamás. Esa clase de soledad.

—¿Thomas? —lo llamé. Fue lo primero que se me vino a la mente.

Él es el único que puede sacarme de este este frío lugar. Pero él no respondía ¿Por qué no estaba aquí?

—¡Thomas! —volví a gritar pero su perfume no se sentía en el aire y sus manos no aparecían para calentarme. Solo sentía la soledad esa que no me dejaba respirar bajo el peso del dolor agonizante que comencé a sentir al no encontrarlo por ninguna parte— ¡Thomas, te necesito! —mis lágrimas se congelaban en mi rostro y caí rendida. Mis rodillas tocaron la espesa nieve mientras que el vapor de mi boca nublaba mi vista.

Todo era borroso.

Y así como un milagro sentí unas cálidas manos rodearme. El aire de pronto ya no se sentía frio ya que su aliento tocaba mi piel como una suave manta.

—Estoy aquí. —me respondió. Su áspera voz recorrió mi ser como un calmante para mi alma. Allí estaba todo lo que necesitaba.

—No me vuelvas a dejar.

—Volveré por ti.

Le pedí pero tal vez no lo hice con tanta fuerza porque volví a sentir el frío atraparme.

—¿Thomas? —lo busqué pero se había evaporado así como el aliento de mi boca tocando el frío— ¡Thomas! —grité pero no lo encontraba. Volví a estar allí sola.

—¡Oye! —una mujer gritó.

Comencé a buscarla pero no veía nada, todo se volvió blanco otra vez.

—¡Despierta! —gritó seguida de extraños ruidos de cadenas arrastrarse.

¿Qué es esto?

—¿Emily? —otra voz, ahora más madura que la anterior— Estás soñando, despierta.

Mis ojos comenzaron a abrirse de a poco pero ya nada era blanco ahora todo era gris y oscuro. Al chocar con la realidad me encontré nuevamente en el calabozo y con mi frente cubierta de sudor.

—¿Qué pasó? —preguntó Gina— Llamabas a alguien llamado Thomas.

—No es nadie. —respondí. El cuerpo me dolía de haberme quedado dormida en el piso frio y las cadenas ya comenzaron a lastimarme los tobillos— ¿Cuánto he dormido?

—Bastante. —responde— ¿Diez? ¿Estás bien?

A pesar de la oscuridad por el tragaluz se podía ver que era de día, la poca iluminación nos dejaba ver un poco más el rostro de cada una.
Diez se veía algo alterada y se notaba como su cuerpo temblaba un poco.

—No he oído ese nombre en años. —responde.

—¿Qué nombre? —le pregunta Gina.

—Thomas. —respondí por ella.

—¿Quién es Thomas?

—Mi hijo.

—¿Tienes un hijo? —la voz sorprendida de Gina rebotó en la habitación.

—Tenía. Mi cuñado lo mató. —relata.

Tragué saliva. Aquí toda tenemos una historia trágica y todas tenemos pasados oscuros, eso es lo que tenemos en común y por eso la mayoría estamos aquí. De cierta forma toda la mierda te trae aquí, las malas desiciones, el karma y la jodida mala suerte.

El infierno de Ganske.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora