Parte 8. Veintitrés.

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Me senté sobre el suelo mojado y me abracé las rodillas. Todo el cuerpo aún me dolía y mi cabeza no paraba de hacerme sentir más miserable de lo que ya era.

Gunther encontró mi ruina y la culpa me comía por dentro como gusanos.

Me preguntaba una y otra vez si seguir adelante era una opción, si a Thomas le gustaría ver que me rindiese pero ya casi no me quedaban ni fuerzas ni nada por qué luchar, estaba vacía, hueca y sin sentido.

Decidí al menos por ahora levantarme y quitarme de la piel los restos de mí miseria, al menos sólo de la piel.

Salí del cuarto envuelta en la toalla y al ver el atuendo que descansaba sobre mi cama casi que quise reír de lo irónico que era.

Una corona de princesa resaltaba de todo el disfraz de princesa prostituta. La falda casi que parecía un cinturón y el en el brasier había un pequeño volado que simulaba vestido pero ni allí que se acercaba a serlo. Por supuesto rosa y con cristales Swarovski que brillaban que destellaba.

Joder.

-Debes cambiarte. -oí la voz de Marcia a mi lado pero mis ojos no salían de la tiara- Si madame Adeline viene y te ve aún así se molestará mucho.

-Me importa una mierda. -gruño.

-Oh, hablas. -ríe.

-Pues debería de importarte, princesa. -habló la tía que estaba en la cama al lado de la mía, la de ella decía veinticuatro. Era de cabello cobrizo con ojos verdes y su piel era demasiado blanca, su acento también era extraño pero se entendía- Si se molesta con una la pagan todas.

-Ella es nueva, no lo sabe, Nora. -se molesta la morena y pone sus manos en la cintura.

-Una vez me negué a que un tipo me escupiera en la boca, porque pues eso era lo que a él le calentaba. -me relata esta tal Nora- Nos dejaron sin comer una semana a todas por eso.

-Todas nos hemos negado a hacer cosas en algún momento, sabes que no te culpamos.

-Como sea.

-Venga, vístete.

Asiento con la cabeza: -Emily, me llamo Emily.

Marcia me explicó mientras me maquillaba que todas las noches a la diez en punto la madama nos viene a buscar para llevarnos al club. Gunther heredó todos los clubes de su padre y por lo que oí es mucho más sádico que Klaus. Si me aterró el jardín del Eden no me quiero imaginar algo peor que eso.

-Klaus estaba demente pero no más que el enfermo de su hijo. -se queja Nora.

-¿Cómo terminaron aquí?

-Como tú -responde Nora-, confiamos en la persona equivocada.

Y en cierto punto tenia razón, había confiado que Viktor no descubriría y ciertamente no me vi venir lo que sucedió luego y por eso mi bebé ya no está y ahora seré abusada por distintos hombres todas las jodidas noches.

Me hizo pensar en cómo terminó mi vida, en todas las vueltas que ha dado, nunca me ha parado de sorprender. Nunca creí en el destino porque cada uno cosecha lo que siembra, por eso estoy aquí, me lo he hecho a mí misma con mis propias manos.

-Conocí a Gunther en una subasta de whisky en Irlanda, de allí soy. -comenzó a relatar Nora- Mi familia lleva años en la industria pero no llegaron allí por sí solos, confiaron en que un alemán que quería invertir en el mejor whisky de Irlanda los ayudaría a salir adelante, el tio comenzó a acercarse a mi hasta el punto de no dejarme en paz, cuando lo rechacé desperté aquí. Dos meses después supe que mis padres me vendieron porque le debían dinero.

El infierno de Ganske.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora