Capítulo VIII: Lonely II

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Hace dos años...

FERRAN

Lonely (Justin Bieber, benny blanco)

–Tío no sé si está – digo, nervioso sin dejar de mirar a la tribuna como loco.

Desde que Héctor me ha dicho que estaba, no he parado de buscarla con la mirada desde el banquillo, ya que me han cambiado en la segunda parte.

–Ferran no te comas la cabeza – dice Eric bebiendo agua a mi lado –. Héctor te ha dicho que no quería hablar contigo.

–¿Y? – pregunto –. Íbamos a tener un bebé. Quiero saber que pasó y – digo muy nervioso.

–¿Ferran te encuentras bien? – pregunta Bernardo en inglés a mi lado –. Te noto muy nervioso. ¿Todo bien chico? – su preocupación me sorprende.

Asiento.

–Todo bien. Estoy nervioso por el partido, eso es todo.

–Cualquier cosa me tienes aquí – dice con una sonrisa.

Ahí me di cuenta de todo.

Antes, lo tenía todo. Amor, amigos cercanos, felicidad. La tenía a ella. Y a un bebé que no había nacido, pero que sabía que le hubiese querido como nunca. Ahora, por mucho que tuviera todo, tenía a Sira, jugaba en uno de los mejores equipos del mundo y tenía amigos. Lo tenía todo, pero me sentía solo aquí.

Necesitaba respuestas a cosas que no entendía.

Y solo ella podía dármelas. Solo ella era capaz de hacerlo. De contarme que pasó con el bebé, como fue. Como lo pasó, si se hundió o siguió adelante, necesitaba saberlo para cerrar la herida. Y nadie parecía querer ayudarme a cerrarla. Todos evitaban el tema, si le preguntaba a mi madre se ponía nerviosa y no respondía, mi hermana en cambio era muy fría con ese tema. Y mi padre, bueno, con mi padre ni siquiera sacaba el tema porque sabía que se pondría a gritarme.

Intenté contactar con Max, pero nada. Con la madre de Mia, pero me tenía bloqueado de todas partes. Nunca supe el porqué.

El partido acaba con empate a tres. Tampoco he estado muy atento, me he adentrado en mis pensamientos y no he salido.

Al entrar al túnel de vestuarios, veo a mi mejor amiga hablar con mi hermano adoptivo, Héctor.

–¡Ferran! – dice y sonrío.

Me acerco a ella y la abrazo.

–¿Qué tal todo? – pregunto.

Ella sonríe.

–Bien, estoy estudiando en Granada con Mia.

Al oír el nombre mi rostro cambia, pero intento que no se note. Aunque es Natalia, lo nota todo.

–Se ha marchado en la segunda parte – murmura para que su hermano no le oiga.

Asiento.

–¿Está bien? – pregunto.

–Si bueno, va a temporadas. Como todo el mundo.

–¿Cómo fue...?

–Eso tendrías que hablarlo con ella – dice, cortante –. Ella puede contártelo todo mejor. Yo te diré que fue en Granada y no en Valencia.

Asiento. Algo es algo, supongo. Aunque no me sirva de mucho.

–Me gustaría hablar con ella algún día.

Suspira.

–Por el momento no quiere hablar del tema. Lo siento Ferrari.

Suspiro yo. El puto apodo me hace querer llorar.

–No pasa nada – digo con voz rota.

Me despido de ella y de Héctor, quien está con una niña pequeña en brazos. Supongo que será de alguien de su equipo. Es preciosa, pienso.

Entro a los vestuarios y me cambio sin hablar con nadie. Salgo el primero y me voy con el coche a mi casa. Una vez llego, Sira me espera en el sofá.

–Menudo partidazo te has marcado Ferran – dice, sonriendo y con una copa de vino tinto en la mano.

Se la arrebato y bebo.

–¿Fer estás bien? – pregunta. No soy de beber y esto seguro la ha descolocado.

Niego. Sira me abraza. A veces siento que somos más amigos que pareja. Mucho más.

–No sé nada Sira – murmuro con la voz rota.

–¿Nada de qué?

–De todo.

Ella intenta besarme, pero le hago la cobra y me mira extraña.

–No puedo. Necesito, pensar.

–¿Has visto a Mia? – pregunta, triste.

Ojalá haberla visto, pienso. Aunque fuese desde la

–No. No la he visto. Pero estaba ahí.

–Deberíais hablar del bebé y eso – dice.

Niego.

–Ni siquiera quiere verme. Nadie me hablar del puto tema – digo, enfadado y elevando el tono.

Ella toca mi hombro y lo acaricia.

–Fer, debes aclararte. Sabes que yo siempre estaré aquí, de una forma u otra, jugando un rol diferente o no, pero estoy aquí. Como novia y como amiga Fer. Puedes hablarlo conmigo.

Esa noche cambiaron muchas cosas. Cambió todo diría. Lloré, lloré mucho sobre el regazo de Sira, quien tampoco entendía que me pasaba.

Pasamos la noche despiertos, hablando y llorando un poco. Bebiendo vino que mi suegro le había mandado y contándonos anécdotas medio borrachos, porque después de la primera botella vinieron un par más. 

MIA

Le dejo a Maddie a Héctor, quien la acepta encantado mientras voy al baño.

Cuando vuelvo, veo a Ferran irse rápidamente, ni siquiera me ve. Mejor, pienso.

–Toma a tu niña – dice Héctor y sonrío.

Cojo a Maddie y juego un poco con ella. Veo a Phil salir y sonrío. Cruzamos miradas y se acerca.

–¿Es la pequeña Madison? – pregunta y asiento.

–La pequeña Madison que cada día crece más.

Él la coge y le va haciendo bromas.

–Ferran se ha ido – murmura –. Nos hemos peleado un poco antes. Por las noticias y eso.

Asiento. Las he leído.

–Le he visto irse. No me ha visto.

–Pues llevaba buscándote medio partido – agrega.

Suspiro.

–Lo mejor es darnos un tiempo largo. Él no se ha preocupado por Maddie.

Phil suspira.

–Ya. Bueno, nos vemos pronto Mia.

–Nos vemos – sonríe.

Me entrega a mi hija y nos damos dos besos. Él besa la frente de Maddie y la nena se ríe. 

UN VERANO CONTIGO | Ferran Torres (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora