Epílogo II

2.2K 115 6
                                    

18 de julio

MIA

Terminé de envolver el regalo y solté un suspiro largo. Estaba cansada. Esa era mi frase estrella desde que mi tripa era del tamaño de un melón. Uno de los grandes.

A mi lado, Maddie intentaba abrir la caja de los lazos ya hechos que habíamos comprado la tarde anterior en Walmart.

Mi vida dio un cambio radical en aquellos últimos tres años. Madison, mi primogénita, tenía seis años recién cumplidos. El segundo niño de la familia, Daniel, tres. Aunque estaba a nada de cumplir ya los cuatro. Y por último estaba ella, que aún no tenía nombre, albergada en mi interior desde hacía seis meses. Estaba a punto de tener una hija. Era todo muy fuerte y aún ni lo asimilaba. Aunque el que no lo hizo fue mi marido, Ferran, que todavía seguía incrédulo ante la noticia. Un nuevo embarazo estaba ahí. Después de mucho tiempo.

Vivíamos en Estados Unidos debido a que el valenciano fue fichado por el Inter Miami ya dos años atrás. A ninguno de los dos nos hizo gracia movernos de Barcelona, pero no hubo opción. Era eso o Japón. Y Japón no era un sitio al que queríamos ir por el idioma. Por lo que Miami fue la elección.

–¿Quieres que te ayude Mads? – pregunté y ella negó, aún muy enfocada en su labor de abrir la caja.

–Lo tengo que hacer sola – respondió de lo más convencida.

Sonreí y asentí. Mi hija siempre quería hacerlo todo sola. A veces acababa creciendo y dejaba que le ayudáramos. Pero eran contadas ocasiones.

Se oyó la puerta principal abrirse y volver a cerrarse. Dani entró corriendo, como siempre, a la cocina. Detrás de él, mi esposo entró con un rostro serio hablando por teléfono. Iba con el polo del equipo y su bolsa se entrenar de siempre. Se acercó a mí, esbozó una leve sonrisa y dejó un rápido beso en mis labios. Todo para después abandonar la estancia sin soltar palabra alguna.

Al cabo de diez minutos todo estaba listo y recogido. Picaron al timbre y acudí rápido a abrir. Ferran todavía seguía con el teléfono y no parecía muy feliz. Natalia, con una sonrisa de oreja a oreja y la maleta rosa chillón a su lado, me abrazó como pudo. Tenía una tripa considerable separándonos.

Mi mejor amiga, muy emocionada, me estrechó tanto que pensé que me ahogaba. Después de su abrazo, llegó el de Violeta, la cual dejó su enorme maleta al lado de la de la pelinegra.

–¡Qué fuerte! – exclamó la granaína al ver mi tripa –. Ya van tres, por dios. Y yo con Gavira ni uno.

Natalia le miró todavía con su sonrisa.

–Tenéis tres perros tía – la de Granada soltó una carcajada.

Dejamos ahí el tema y fuimos hacia el salón. Enseguida fue mi hija a ver a sus tías con una gran sonrisa. Las veía poco ya que ellas vivían en España, cada una con su respectiva pareja. Natalia con Alexia y Vio con Gavi.

Hablamos mientras veíamos Las Kardashian el mejor realitie show de todos los tiempos, obviamente. Más tarde, Ferran vino al salón. Donde mis dos hijos estaban con sus tías jugando en el jardín con el nuevo equipo de beisbol de Dani.

–Cuca tenemos que hablar – dijo serio.

Su rostro era triste. Mucho diría. Me temí lo peor. Y eso era difícil.

–¿Qué ha pasado Fer? – pregunté, aunque no estaba muy segura de querer saber la respuesta.

Mi chico suspiró y se sentó en el sofá. Me miró y de nuevo soltó un sonoro suspiro.

–A ver, se que estás muy feliz viviendo aquí. Y que los niños están muy felices también. Pero yo no, lo siento. Este no es mi sitio Cuca. Y por eso, he llegado a un acuerdo con el Valencia. Volvemos a casa.

Sonreí. Vaya que si lo hice. Emocionada, salté a Ferran. Este acarició mi pelo con suavidad, como siempre.

–Espero que sea un buen regalo de cumpleaños.

De nuevo esbocé una sonrisa.

–Tus regalos siempre son los mejores, lo sabes. Y me he envuelto mi auto regalo, por cierto. Mad me ha ayudado. Lo ha hecho muy bien.

Fer, descaradamente, metió la mano en el bajo de la falda del vestido amarillo floreado que llevaba aquel día.

–Fer...están mis amigas y los niños – dije y señalé mi tripa –. Y esta cosita.

Acabamos besándonos un buen rato hasta que, de nuevo, picaron a la puerta principal. Esta vez fue David, un amigo de Ferran del equipo que vino a por no sé qué. No puse atención por mucho que me lo contaran.

Horas más tarde, acudimos al local que Ferran preparó para mi cumpleaños. La fiesta en teoría era sorpresa, pero Maddie no podía guardar un secreto. Y tampoco me importó porque las sorpresas no era algo que me apasionara.

–¡Sorpresa! – gritaron y tuve que hacerme la sorprendida. Aunque por una parte lo estuve, porque había mucha gente de España allí.

Saludé a amigos y familia que estaban presentes ahí. Alex, Héctor, mi hermano Mauro, mis padres y sus nuevas parejas...Todas las personas que marcaron mi vida estaban allí. En la otra punta del planeta. Me puse a llorar de la emoción. Mi marido me abrazó y besó mi cabeza.

Todo iba bien hasta que las luces se apagaron. Y apareció. Con un micrófono en la mano, un vestido azul marino y unos tacones de infarto. Mi cantante favorita. Camila Acosta.

Llorando, miré a mi novio, quien sonreía.

–Lo bueno que tiene ser amigo de cantantes cielo – susurró en mi oído.

–Te amo. ¿Te lo había dicho?

Dirigió su mirada a mi y esbozó una sonrisa.

–Bastantes veces creo yo. Pero yo te amo más Cuca. Siempre.

–Siempre.

Nos besamos mientras Camila cantaba una de mis canciones favoritas. Y sentí que mi vida era perfecta. Que, a pesar de los años, los baches, todo, siempre acabaría con una sonrisa. Pensando en los veranos en Oliva. Las noches de playa con Ferran y mis amigos. Las sonrisas y las lágrimas, los besos. Y, sobre todo, el protagonista de mis recuerdos.

Llegaron los regalos y las copas. Y salimos a la terraza.

–Por todos los veranos contigo – alzó la copa el amor de mi vida.

–Y ni uno sin ti.

Brindamos y justo cuando estampó sus labios contra los míos, los fuegos artificiales explotaron en el cielo.

...

Y ahí supe, que la historia continuaría por mucho que no siguiera contándola. Que cerraría la novela, pero seguiría viviéndola, cada día. Que vería Tu eres mi millón de fuegos artificiales y recordaría a Ferran leyendo la novela y subrayado sus frases y momentos favoritos. Que Un Verano Sin Ti sería su canción, el titulo de su historia. Una que marcaría el antes y el después.

Cogí los libros y los miré. En el de mi izquierda había un amanecer. El inicio de la historia. Y en el de la derecha un atardecer. Indicando el final. Pero todo el mundo sabía que todos los días existían amaneceres y atardeceres. Por lo que esa historia nunca tendría final. Aunque no siguiera contándola públicamente.

Los dejé en la estantería y vi un libro que sobre salía. Era un libro nuevo y brillante. Curiosa, lo abrí, adentrándome en una nueva historia. Una que me haría dar la vuelta al mundo. En ochenta días, por cierto.

–Dos de agosto – murmuré –. Una nueva historia...un nuevo amanecer. 

UN VERANO CONTIGO | Ferran Torres (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora